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Lo más hermoso de las despedidas es que, en el fondo, celebramos los encuentros. Lo menos cruel de la muerte es cómo enciende el recuerdo de la vida. Por eso las anécdotas, la última conversación, aquella situación cómica rebotaban en las paredes teñidas de luto del centro de arte flamenco de La Merced de Cádiz. Por eso, a pesar del cuerpo inerte centrado en la sala, a pesar de las lágrimas, de las muecas de dolor, la luz de Mariana Cornejo seguía irradiando, emanando calor, en cada corro, en cada charla a media voz que se mantuvo ayer durante el velatorio de la cantaora estandarte de los cantes de Cádiz. Sentimos, lloramos y reímos por última vez a Mariana en La Merced.
Una reducida comitiva acompañaba, pasadas las once de la mañana, a los restos mortales de la artista a su destino en La Merced desde donde hoy saldrán nuevamente al convento iglesia de Santa María, la iglesia del Nazareno, donde está previsto que se celebre el responso a las doce y media de la mañana.
Pero el gran tributo a la mejor representante de la escuela gaditana tuvo lugar durante todo el día de ayer en el antiguo mercado enclavado en el Barrio de Santa María. Así, según los responsables del centro, una media de 100 personas por hora se acercaron a presentar sus respetos a la maestra de las cantiñas y las chuflillas. Representantes del mundo de la política, de la cultura y, sobre todo, del flamenco gaditano desfilaron ante el féretro abierto de la mujer de la sonrisa eterna que murió ayer a la edad de 66 años con muchos proyectos aún por delante.
De hecho, mañana mismo la cantaora formaba parte del elenco de artistas que homenajeaban al maestro Salvador Guerrero en el propio centro de La Merced. "Pero de alguna manera estará con nosotros, también se convertirá en un homenaje a Mariana", explicaba la intérprete Inma Márquez durante la tarde de ayer en el velatorio. Y es que Mariana, así lo han destacado cada artista, cada persona que quiso estar con ella en La Merced, siempre colaboró con sus compañeros de profesión, sobre todo, con los más jóvenes. Así, hoy estaba prevista su aparición en el estreno del nuevo espectáculo de Anabel Rivera en la Sala Central Lechera. La cantaora gaditana, rota de dolor, junto con su marido, David Palomar, acudió a media mañana a la vela por Mariana.
"Mariana era luz", resumía el cantaor que tuvo "la suerte" de producir dos discos para la embajadora del cante de Cádiz. "Para mí era un espejo donde mirarme, una maestra. Va a dejarnos un vacío muy grande porque una persona con tanta luz deja un hueco enorme", explicaba Palomar mientras que, más tarde, Anabel lamentaba también la pérdida de la artista a la que recordará de una manera "muy especial" hoy durante su monólogo flamenco.
Otra pareja de jóvenes artistas, el cantaor chiclanero Antonio Reyes y la bailaora gaditana Patricia Valdés, fue de las primeras en llegar a esta irremediable cita. "La gracia" y "la sabiduría" de Mariana fue destacada por estos flamencos que hacían su entrada poco después de los amigos más tempraneros. Mariana de la "sonrisa" y del "arte eterno" como decía el bailaor Juan Ogalla. Mariana "la hermana", "única", como la tildaba la cantaora Carmen de la Jara.
Y es que a Marianita de Cádiz la querían jóvenes y veteranos. Maestros del compás y del soniquete como Felipe Scapachini y Rancapino se deshicieron en elogios para la artista y para la persona. "Mariana era un puntal. Un puntal de los grandes de Cádiz. Era única en su género y de simpática no había otra igual", decía el de la voz oscura. "Ahí está su obra para que la valore el público. Yo qué te puedo decir de ella... Pues todo bueno. Buena artista y buena gente", sopesaba Scapachini.
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