Cartas inéditas de la viuda de Arturo Barea iluminan su vida

El economista Ignacio Darnaude conserva misivas de Ilsa Barea Kulcsar en las que ésta expresa sus deseos de viajar a España

Ignacio Darnaude, con las cartas que cruzó con Ilsa Barea-Kulcsar.
Ignacio Darnaude, con las cartas que cruzó con Ilsa Barea-Kulcsar. / Efe

Sevilla/Una colección de cartas de la traductora y periodista austriaca Ilsa Barea-Kulcsar cuando era viuda de Arturo Barea, que se conservan en Sevilla, ofrecen datos sobre la vida del escritor y sus ideas literarias, así como de la propia Ilsa, quien difundió la obra de escritores españoles en el extranjero.

Se trata de una serie de siete cartas escritas entre 1958 y 1959 que conserva quien fue su corresponsal en Sevilla, Ignacio Darnaude, economista de 85 años, quien las ha cedido para su lectura a Efe y quien dice conservarlas a disposición de los investigadores.

Se trata de una serie de siete piezas escritas entre 1958 y 1959 que conserva Darnaude

Ilsa y Arturo Barea se conocieron en el Madrid sitiado de la Guerra Civil, se enamoraron -él mismo lo cuenta en La forja de un rebelde-, ella le acompañó al exilio en el Reino Unido, y no se separaron hasta la muerte del escritor en 1957. Entre 1958 y 1959, Barea-Kulcsar traducía a Francisco Ayala y a Ricardo Fernández de la Reguera, mantenía contacto con Juan Goytisolo y Jesús Fernández Santos y escribía sobre Sender para el Times Literary Suplement, según cuenta en estas cartas, en las que sobre este último trabajo asegura: "Ramón está muy contento, al menos me lo ha escrito".

También se refiere a "una colección de cuentos de Arturo que estoy preparando para una edición española ¡dentro de España!" y alude a los problemas que encontrará con la censura por incluir relatos sobre la Guerra Civil.

En febrero de 1959, Ilsa escribe que "una de las cosas que Arturo quiso escribir y nunca llegó a hacerlo era algo sobre el hambre sexual", lo que relaciona con una estancia prolongada de Barea en los EE UU, cuando el escritor confesó a su esposa que "perdería algo de su relación (no la unión, pero algo muy importante y raro), si se rindiera a las glándulas; era una lucha muy seria y desagradable". Sobre su relación matrimonial, en otra carta, dice: "Lo hermoso era que en nuestro matrimonio nunca faltaba la tensión interna que mantenía el ansia de compenetrarse mutuamente. Dios, cómo nos peleábamos a veces... Todo aquello me ha dejado una sensación de calor y plenitud interiores que ni aún el frío de la muerte y soledad íntima han podido ahogar". En carta de abril del mismo año abunda en su relación con Barea: "Él era tal vez la única solución para mí: un hombre entero, muy masculino, muy macho, más intuitivo que cerebral, y muy bueno".

En otra carta alude a la admiración de George Orwell por la obra de su marido: "Era uno de los primeros en Inglaterra para propagarla"; aunque de Orwell dice que era "contrapuesto" a Barea y que "a la larga no habrían congeniado".

También habla de escritores que conocía, "desde Malraux a Cyril Conolly", del que dice que "es gordo y feo, inteligente, con trajes de lana tipo tweed como si fuera un viajante (...) Cyril me tiene miedo porque lo miro con ojos críticos y siempre cree que lo estoy acusando de algo". En carta de agosto del mismo año describe a Bertrand Russell: "Tiene ojos de diablo infinitamente serio y travieso. (...) Me quedo con Russell, que predica la convivencia con la propia duda".

Sobre sus inmensos deseos de visitar España -a Ignacio Darnaude llega a pedirle que si podría alojarse en un cuarto de su piso de Sevilla-, confiesa: "Ya sé que sería yo un bicho raro en España. Arturo siempre lo dijo".

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