Las claves
Pilar Cernuda
Ribera, indispensable para Sánchez
Diario de las artes
Hubo un tiempo en el que Jerez poseía un estamento creativo difícil de superar. Eran las Artes Gráficas. Aquellos que se marchaban de la ciudad, cargados con los buenos predicamentos aprendidos aquí, encontraban las puertas abiertas porque se tenía constancia de lo importante que eran esas industrias que en Jerez existían, porque los argumentos que poseían eran de muchos quilates y no tenían comparación alguna, porque se trataba de altos profesionales capaces de lo mejor en unas artes aplicadas que desentrañaban absolutas circunstancias llenas de la mayor artisticidad.
Se trataba de unos artistas dotados de sumas experiencias difíciles de superar. Los nombres están en el imaginario de todos. Proyectos Gráficos Mamelón o aquel Jerez Industrial donde tanto y tan bueno se coció para esta realidad, no ofrecían vuelta de hoja. Los Manolo Valle, Juan Montes Pina, Rafael Virués de Segovia, Juan Herrador, Pedro Carabante, Sebastián Moya, Antonio Higuero, Manuel Cervera, Antonio Panal, Gonzalo Aguilar, Manuel Rodríguez Gómez, Manuel Gómez Pina, entre otros muchos que están en el ánimo de todos, a quienes, desde aquí rendimos nuestro más emocionado y merecido homenaje, formaron parte de un momento histórico difícil de superar.
Entre estos artistas, pintores privilegiados, con un oficio fuera de serie, se encuentra Martín Merino, otro magnífico hacedor de aquellos que surgían en los talleres de Artes Gráficas y que iluminarían muchas de las buenas cosas que, aquí, se hicieron, que se perdieron y que, mucho me temo, se olvidarán. Hoy, todavía, nos queda su recuerdo y como es el caso de Martín Merino, una huella de lo que eran capaces de hacer y de lo que de artístico conservan. La ciudad les debe una gran exposición que muestre la genialidad que encerraban y los muchos y buenos argumentos de una pintura que se fue cuando las Artes Gráficas de Jerez echaron el cierre y con ellas se perdió una parte de aquella gran página artística que aquí existió .
Martín Merino fue uno de aquellos dibujantes privilegiados, trabajador durante toda su vida en torno a las Artes Gráficas. Jerez Industrial fue su casa y donde ejerció un trabajo al que no muchos llegaban porque iban vacíos del contenido que se exigía para realizar tan clarificadores proyectos.
La exposición que se muestra en la antigua iglesia de la Compañía, hoy convertida en sala multiusos pero con escaso rigor expositivo y programación muy sujeta a la realidad cambiante del contenido de la sala , nos descubre a ese buen pintor que surgía del seno de las gráficas jerezanas. Martín Merino es un pintor con muy buen ejercicio pictórico. Su obra parte de ese determinante dibujo que estructura cualquier buen proyecto. Por eso, sus retratos de gente del flamenco son obras muy bien compuestas, relatoras de una realidad que el autor domina para llevarla a cabo con justa precisión. Sus retratos captan la expresión del modelo, su dimensión flamenca y humana; manifiesta de forma muy bien planteada la realidad del modelo y sabe argumentar cada una de las características del retratado. Martín Merino sabe lo que tiene entre manos; es un buen pintor, su patrimonio artístico está muy bien consolidado y consigue modelar e ilustrar al personaje con solvencia y claridad.
Estamos ante uno de aquellos artistas que construyó su camino gracias a una profesión que le garantizó muchos de los esquemas necesarios para un oficio que queda muy claro en esta galería de retratos.
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