La más pura esencia escultórica
Diario de las artes
No creo que, a estar alturas, haya que descubrir a Sylvain Marc. Su larga carrera, su muchos años en primera línea de lo mejor de la escultura española, su potencial artístico y plástico; trabajando la escultura para descubrir los mejores planteamientos de esa gran expresión artística, ahora, tan poco utilizada por el propio desapasionado deambular del arte; sus manera únicas llevando la realidad a su más esencial posición abstracta, así como ese manejo clásico - mejor, eterno - de los materiales, definen a un escultor de los pocos que ya quedan. No obstante, para los más jóvenes o para aquellos un poco alejados de lo artístico, comentar que nació en la ciudad francesa de Commercy, en 1.948 y que se encuentra, desde hace tiempo, felizmente instalado en La Línea, siendo un artista importante de la amplia nómina existente en el Campo de Gibraltar.
A lo largo de mucho tiempo Sylvain ha demostrado ser un escultor profundo, sabio y dominador. Siempre me han parecido que su obras nos retrotraen a las esculturas antiguas para pasar de puntillas por los felices planteamientos de lo clásico y detenerse en las grandes teorías del siglo XX, allí donde Brancusi, Moore y Arp, principalmente, dejaron implantados los eternos postulados de una escultura a la que Sylvain Marc insufla aires de personal artisticidad.
Desde los últimos años, Sylvain es artista fijo en el importante catálogo de la galería Birimbao, exponiendo periódicamente y dejando constancia de su infinita dimensión creativa. Desde que lo conocimos, con el gran Manolo Alés de por medio, hemos encontrado a un escultor escultor; de esos que, ya, existen muy pocos. Un artista grande que sabe imprimir a la materia un feliz halo creativo, consiguiendo que ésta, en sus distintos órdenes formales - el mármol, la piedra, el acero, el hierro, la plata - desarrolle los más diversos registros.
En la galería de la sevillana calle Alcázares nos encontramos una amplia exposición, con un variado planteamiento plástico y estético. Sylvain formaliza un estamento escultórico de muy amplio espectro. Somete a la forma a un correcto tratamiento para extraerle sus máximos desenlaces estéticos. En sus obras, aparte de contactar con el contundente sistema plástico, con esa sabia y poderosa manipulación material, con esa estructura distributiva de los elementos, nos sitúa en unos parámetros donde la evocación, la referencia, esa dimensión que reduce lo real a un enorme patrimonio de emociones, encuentra acomodo con unos registros escultóricos que, aparte, de planteamientos afortunados de una plástica de las que hoy casi no se encuentran, nos acomoda en una mediata realidad que se introduce en los parámetros inestables de la espiritualidad.
Aunque pueda parecer ilógico, a contracorriente y hasta chirriante para una inmensa mayoría - sobre todo para esos recalcitrantes amantes de la tradición - debo decir que la obra de Sylvain Marc es nada más - y nada menos - que todo un postulado de gran escultura, esa que patrocina los estamentos del gran movimiento estético que dominó la escena abstracta de la escultura de siempre. Sylvain es un consumado artista de la tradición, entendida esta con todos los buenos - extraordinarios - postulados de una escultura que encierra los grandes parámetros del arte eterno: materia pura, desarrollo artístico dentro de los más esencial, planteamiento justo de la máxima orden escultórica y, sobre todo, un ejercicio artístico único, hasta el cual, hoy, casi nadie llega.
En sus obras el sentido escultórico se presiente; el trabajo sistemático sobra la forma resplandece por sí mismo; los elementos físicos parecen sustraerse sobre su propia realidad material y alcanzar estados de suma emoción. A veces yuxtapone dos elementos matéricos consiguiendo que ambos conjuguen sus fuerzas y patenticen una nueva dimensión estética. Son obras que convencen a la mirada, que transportan a espacios evocados y que, además, generan una verdad artística fuera de toda duda.
Por eso, es importante la muestra que se presenta en la galería que dirige Miguel Ruiz; en ella nos encontramos la máxima pureza de una escultura que el artista francés - linense consigue desde un lenguaje escultórico que no deja indiferente y que marca las rutas de los planteamientos de la gran escultura de siempre.
De nuevo, la mejor escultura, la poca que existe, nos ofrece su absoluta potestad, esa que Sylvain hace posible en unos juegos básicos de máxima bella estructura abstracta.
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