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Lo que el ojo no quiere ver

Diario de las Artes

MIGUEL ÁNGEL CASTAÑO

Sala El Molino

JEREZ

Obra de Miguel Ángel Castaño.
Bernardo Palomo

17 de marzo 2024 - 03:30

Estamos a unos pocos días de la Semana Santa; esos días mágicos donde el espíritu se inunda de todos los sentimientos. Nada nuevo en una historia que se lleva en el corazón pero que, además, permite afrontar una realidad que no tiene vuelta de hoja: la estética de la Semana Santa. Porque no cabe la menor duda que, aparte del sentido religioso e infinidad de veces por encima de éste, lo artístico tiene un poder fundamental. La Semana Santa es un hecho artístico indudable que da para mucho. A lo largo de los siglos y, sobre todo, en los últimos años, se ha gestado una iconografía semanasantera que, hay que decirlo, ha ido a peor en la mayoría de las muchas circunstancias estéticas que existen alrededor de este hecho. Lo vemos constantemente. Obras que son remedos, en malo, de obras pretéritas de artistas superiores; repeticiones pobres de actuaciones que, a pesar del esplendor artístico que manifiestan, muchas veces patrocinan una realidad a contracorriente.

El arte en la Semana Santa está absolutamente condicionado por las modas y los gustos de unos cofrades talibanes que se creen patricios teóricos y garantes de unas formas que ellos han elevado a la máxima categoría. Es la estética de la Semana Santa; un compendio de elementos que visualmente ofrecen encuadres felices que generan, a pesar de todo, posiciones de muy dispar naturaleza. Pero, también, algo más. Todo esto ha desencadenado un inusitado interés en el mundo de la fotografía, que encontraba en el medio cofradiero un auténtico filón para que, los fotógrafos verdaderos y la legión de advenedizos, desarrollaran sus inquietudes artísticas, muchas veces apagadas todo el año y resucitadas cuando, nunca mejor dicho, la primavera florecía.

Obra de Miguel Ángel Castaño.

En este sentido hay que decir que la fotografía de Semana Santa es un mundo aparte. Cosa que se nos antoja no excesivamente difícil de entender porque, incluso, dentro del arte, la fotografía ha sido durante un tiempo una entidad de compleja asimilación; sobre todo, porque ha sido elevada a categoría artística burdas realizaciones salidas de argumentarios pobres, de escasa credibilidad. Afortunadamente, la gran fotografia y los excelsos fotógrafos perduran mientras los equivocados aficionadillos no son más que pompas de jabón que, a la menor, se rompen y desaparecen. Infinitos han sido los fotógrafos de Semana Santa -yo diría mejor, los portadores de cámaras, ahora, simples móviles – que han realizado un pobre ejercicio de la misma. A esos no hay ni siquiera que nombrar. Son sólo falsos actuantes que no han aportado, absolutamente, nada. Sin embargo, sí han existido verdaderos artistas que han positivado una realidad que lo ofrecía todo pero que, sólo unos pocos han sabido argumentar con suficiencia y verdad.

Obra de Miguel Ángel Castaño.

En Jerez hemos tenido mucho de todo esto. Ingente multitud de fotógrafos de la Semana Santa que salían los días santos o las vísperas de los mismos buscando una gloria que jamás alcanzarían por la patética realidad de sus actos; fotógrafos con buenas ideas que se lo creyeron o que los enterados del asunto hicieron que, en ellos, se creyeran; fotógrafos de verdad -muy pocos-que han generado y eternizado lo auténtico de un arte que, ellos sí, han sabido manifestar con solvencia, creatividad y, a veces, hasta absoluta trascendencia.

Miguel Ángel Castaño -a él no le gusta que se diga- es artista; fotógrafo fotógrafo; creador sin intermediarios; profesional sin resquicios; fotógrafo, en definitiva, en quien confiar. Obras suyas vienen, felizmente, manifestando la poderosa realidad artística de la Semana Santa. Piezas que descubren a un fotógrafo de verdad; que sabe lo que hace en todo momento; que no se esconde y que deja constancia que la fotografía, como toda obra de arte auténtica, no es producto de un día ni una feliz ejecución salida por un descuido del destino. En la actualidad una galería de su feliz obra sobre la Semana Santa se expone en el Alcázar de Jerez, sala El Molino, dentro del Ciclo Cultural de Cuaresma, Spe Lucis, que la Delegación de Cultura del Ayuntamiento celebra con una amplia programación. Imágenes de sabia conformación artística, sacadas de una historia real, sin forzadas argumentaciones estéticas; relatos visuales que están en la calle, extraídas sin poses ni afectaciones; imágenes que descubren aconteceres paralelos a la existencia cotidiana de una ‘Fiesta’ que, además, de su sentido tiene un desarrollo ciudadano del que no hay que prescindir.

Obra de Miguel Ángel Castaño.

La fotografía de Miguel Ángel Castaño no es un argumentario sobre estética de la Semana Santa. Ese es un capítulo diferente de su extenso trabajo. La exposición nos introduce en esa transversatilidad que posibilita todo lo que ocurre alrededor de la Semana Santa. Como hace ver el propio título de la muestra, ‘Diagonales’, son circunstancias que acontecen en el discurrir de una existencia que coinciden, en diagonal pero muy inmediata, a lo que se desarrolla. Las imágenes de Miguel Ángel Castaño manifiestan lo real de un hecho; la actividad circundante; lo tangente al espíritu estricto de lo que se ofrece. Algo que no es más que la realidad que encierra esa circunstancia diferente; en definitiva, lo que los turiferarios de la Semana Santa no quieren ver, obnubilados por un exceso de incienso.

Importante y necesaria una exposición sobre Semana Santa. La obra de Miguel Ángel Castaño responde a la verdad de la fotografía. Lo ha demostrado siempre. Ahora en una realidad con muchas cosas que decir y descubrir, aparte de lo manido, tantas veces repetido.

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