Esa verdad de lo absolutamente sencillo
Diario de las Artes
PEPE BAENA
Galería M. Manolo Alés
LA LÍNEA
Sevilla. Menos de lo que debería ser
José Hinojo, único, personal e intransferible
Si en los últimos años, un pintor de la provincia ha evolucionado de manera espectacular ese ha sido Pepe Baena. Surge en el ambiente artístico de golpe, sin casi saber nadie de su existencia. Con nula presencia en los circuitos expositivos, absolutamente fuera de los mentideros donde se dilucidan los asuntos del arte más doméstico -casi siempre de manera arbitraria por los que menos tienen que decir en el ejercicio creativo y menos deberían pontificar por sus aplastantes carencias- y sólo con los ecos de su actividad como técnico audiovisual, Pepe Baena aparece en la escena artística gaditana con su cartel del Día de la Pepa del año 2016.
Desde ahí todo ha sido una carrera fulgurante que no cesa. Aquella iniciática obra convenció a casi todos - vuelvo a insistir en el casi por aquello de las infinitas envidias existentes en el universo artístico y donde siempre hay un cenizo malencarado que todo lo pone en entredicho y al que todo le resulta malo, menos lo suyo -.
Era una obra que para nada parecía salida de alguien nuevo. Todo lo contrario, se trataba de una pintura fresca, llena de energía y con muchos valores distintivos de una figuración abierta, sin restricciones y realizada con descaro y valentía. Además, dejaba entrever ciertos encuadres diferentes, algunas posiciones representativas muy particulares y, sobre todo, hacía vislumbrar escenarios inmediatos, de una aplastante intimidad y con infinitos gestos de que se trataba de una figuración bien posicionada técnicamente pero ilustradora de una realidad poco habitual donde lo más sencillo y modesto era elevado al máximo protagonismo. Todos estos, asuntos que, a la postre, serían los argumentos principales de la estética de Pepe Baena.
Desde aquella muy buena propuesta para el cartel de la Diputación Provincial, el discurrir de Pepe ha sido meteórico. Se ha preparado con quienes mejor le convenía, que no eran otros que aquellos que hacían una pintura solvente y sin mentiras. Ha visto todo lo que había que ver y, sobre todo, no ha parado de pintar.
Por eso no nos extraña para nada la buena posición artística alcanzada por el pintor gaditano. Pepe es un trabajador nato; un pintor entusiasta que pinta rápido, que pinta mucho y que pinta bien. En cuanto a su manera pictórica, mucho se tiene que decir de ella. Es un pintor figurativo. Está claro. Pero no un pintor figurativo que plasma esa realidad manida que muchos ofrecen para intentar epatar y disimular carencias.
La pintura realista de moldes igualatorios pasa de largo en el estudio de Pepe Baena. Él, acostumbrado a aprehender lo que la realidad muestra, se aleja de las posiciones al uso, para fijarse más en un estamento entrañable de su existencia cotidiana. Su pintura es un canto a lo sencillo, al círculo más cercano que le rodea, a ese escenario cotidiano donde transcurre una vida normal, donde se cuece la belleza de lo íntimo, donde tienen lugar episodios humanos llenos de sentido familiar, cercanos y cotidianos.
Porque, además, Pepe es pintor de miradas mediatas; es decir, no pinta lo más evidente, lo que los demás plantearían sin reservas; le interesa sobre todo aquello que permanece en un segundo plano; es maestro en captar los detalles, los más mínimos y entrañables detalles, el vaso chorreao de colacao, el dragón dibujado en la galleta, la textura del viejo sofá estampado, la niña embelesada en el móvil, el juego al Pollito inglés de los niños en la cocina, las magníficas representaciones de las mujeres de la casa en el salón o en la cocina. Todo un tratado de filosofía cotidiana donde lo entrañable llega a convertirse en motivo trascedente de una realidad pictórica con mayúsculas.
La exposición de Pepe Baena en la Galería Municipal Manolo Alés nos sitúa en ese universo de entrañables circunstancias. Su familia vuelve a ser la protagonista. La existencia íntima del hogar, Mateo comiendo mandarinas, Pepito en la bañera, Sara jugando o cogiendo caquis, los juegos de los niños, el ambiente cálido de lo sencillo, el normal desarrollo de la existencia que vuelve a conducirnos por una vida sin trampa, de lúcidos planteamientos figurativos, con correctas posiciones técnicas que valen para transmitir la pureza y la verdad de los gestos representativos pero sin sujeciones a un excesivo patrimonio de rigurosidades compositivas que resten viveza y frescura.
En la pintura de Baena no existen rasgos de exuberancias compositivas; pinta lo que no se pinta en la pintura de los demás. Por eso Pepe Baena es un pintor tan a contra corriente, tan suyo, tan indiscutible, tan personal... tan Pepe Baena. Y por eso, la pintura de Pepe gusta a ‘casi’ todos. Y por eso, pese a quien le pese, la pintura de Pepe está llegando a muy buenas posiciones; tiene los máximos reconocimientos; muchos de los premios imprescindibles en el panorama artístico español, llegan, sin solución de continuidad, a su estudio gaditano.
Y es que la pintura de Pepe Baena clama por sí sola. Convence porque es verdadera, no tiene resquicios para la duda; mantiene los encuadres de una cercanía que él maneja a su antojo y sabe plantear de manera personal lo que la inmensa mayoría hace de otra forma.
La galería que lleva el nombre del gran Manolo Alés, allí donde han estado muchos de los mejores, tenía que contar con una exposición de un artista sabio, lúcido, diferente y único. Muy bien por Macarena Alés. La muestra nos sitúa en los medios de un Pepe Baena que nos vuelve a conducir por esos espacios entrañables donde habita la verdad de lo sencillo.
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