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Diario de las Artes
En el universo artístico de la provincia de Cádiz existen algunos artistas que son indiscutiblemente artistas de aquí, autores que todos tienen en su ideario, que sus actuaciones y comparecencias no pasan desapercibidas y que llevan formando parte, desde hace muchos años, del entramado artístico de la provincia. Son artistas necesarios, que argumentan la realidad artística de la zona y dan máximo grado de particularidad a una creación a la que ellos magnifican, otorgando absoluta potencialidad y rigurosidad a un arte con muchos enteros; un arte, el gaditano, al que estos artistas conceden dinamismo, plantean esquemas que activan y engrandecen su realidad artística.
Muchos nombres podríamos dar en este sentido; valga una escueta relación de entre los más significativos: Eduardo Millán, Javier Palacios, Antonio Lara, Juan Ángel González de la Calle, Malali Bachiller, Cristina Mejías y Rocío Cano, en Jerez; Carmen Bustamente, Lita Mora , Pablo Fernández-Pujol, Alejandro Botubol, Cecilio Chavez y Pepe Baena, en Cádiz; Manolo Cano, Antonio Vela y Carlos Laínez, en Chiclana; Guillermo Pérez Villalta, Chema Cobo y Antonio Rojas, en Tarifa; Paco Pérez Valencia y Garikoitz Cuevas, en Sanlúcar; Antonio Mota, Manolo Caballero y Ricardo G, Urréjola, en San Fernando; José Carlos Naranjo, en Villamartín; Ramón Muñoz, en El Puerto; Augusto Arana, en Trebejuna; José Hinojo, en Prado del Rey; así como los muchísimos que llenan el Campo de Gibraltar: Fátima Conesa, Yeyo Argüez, Sylvain Marc, Ismael Pinteño, Fran Ramírez, Alberto Ceballos, Javier Velasco, Pepe Barroso… y Pepe Cano.
Me he dejado atrás a muchos; soy consciente de ello; algunos muy señalados artistas, de mucho fuste por su gran hacer. Los buenos aficionados podrían hacer muchas y buenas relaciones; tanto mejor que la que, anteriormente, he citado y que no es más que una visión particular de lo que este humilde crítico que les escribe considera artistas muy relacionados con el sentido de la provincia de Cádiz.
Sirva esta introducción para centrarnos en la obra de Pepe Cano por su comparecencia en una nueva galería en esta provincia que, pese a su gran dinamismo, está muy falta de galerías privadas. Se trata de la Vera Cruz, un espacio bien montado en una antigua e histórica capilla del siglo XVI, dentro del bello dédalo callejero de la espléndida Vejer. Iniciativa afortunada que viene a paliar un poco esa escasez de espacios expositivos privados que existen. Tras la exposición inaugural, “A Capella”, una colectiva bien conformada con artistas de sobrada trascendencia, Irene Cuadrado, Pepe Cano, Sylvain Marc, Inés Gontad, Yeyo Argüez, Paco Mármol y Pablo Fernández-Puyol, se presenta, ahora, la muestra de Pepe Cano que es ese pintor de La Línea que salió, como otros tantos, de la Factoría Manolo Alés y que, desde entonces, está en primerísima línea de actuación, ofertando una pintura personal e intransferible, de unas características únicas que definen la realidad poderosa de un concepto plástico totalmente diferente. Porque Pepe Cano realiza una pintura narrativa, que cuenta historias de gente cercanas, de personas cotidianas que actúan abiertamente, sin imposturas, sólo haciéndonos partícipes de sus emociones, de sus inquietudes, de sus dudas, de sus anhelos y de sus pequeñas cosas.
Pepe Cano posee un lenguaje de características únicas, absolutamente personal e indiscutible; es un pintor que de vez en cuando nos ofrece ese formulario particular donde se encuentra el concepto intransferible de una pintura que no deja indiferente por muchas razones. La primera por su potencial creativo, por su contundente forma de expresión, por su universo humano salido de las más entrañables visiones de un entorno al que él extrae sus posiciones más festivas, algunas surreales. Pero, además, la pintura de Pepe Cano no se detiene en la mera traslación de visiones realistas. Es mucho más; a Pepe Cano le interesa los detalles mínimos, las experiencias que diferencian, los registros jocosos de una existencia cercana que, a fuerza de ser cercana, pasa desapercibida para la inmensa mayoría. En sus cuadros todo es sencillo, no hay efectismos ni imposturas; su pintura es de andar por casa, con personas de andar por casa; con sus cosas, sus actitudes, sus pequeñas posiciones de una existencia tal como la vemos, la conocemos y hasta la queremos. También, en la obra de Pepe Cano se observa su independencia creativa. Él se encuentra alejado de modas y de formas igualatorias, esas maneras que son casi norma habitual en la pintura narrativa de hoy. Sus personajes son tremendamente cercanos en esa aparente lejanía formal que caracteriza su particular iconografía.
De nuevo nos encontramos una feliz comparecencia de Pepe Cano; un artista al que se le espera porque siempre nos relata, de forma clara y concisa, una historia veraz que argumenta lo más sencillo de esta sociedad que es más decadente cuando más sofisticada se quiere aparentar.
Nos alegramos de la exposición de ese artista, uno de esos que definen al arte de la provincia de Cádiz, y que, además, lo hace en una galería nueva que es necesaria y que debe ser efectiva, sin alharacas ni las extravagancias que tanto acontecen en este tipo de negocios cuando sus dirigentes, rápidamente, entran en un absurdo juego de divismos y tonterías. Le deseamos lo mejor para bien de lo mucho que existe en la provincia de Cádiz.
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