Justa en cantidad y gigante en calidad
ESTA exposición que, ahora, nos ocupa, con parte de los fondos de la Colección José Guerrero que alberga el Centro de Arte que lleva el nombre del pintor granadino en esta época veraniega, entre temporadas, me parece todo un acierto por parte de los dirigentes - con Yolanda Romero al frente - de este importante espacio expositivo. Con obras bien seleccionadas del titular del Centro se ahorra el gran desembolso que supone la producción de una gran muestra, siempre costosa y difícil de afrontar y, además, se es consecuente con los tiempos que corren, inmersos en esa pertinaz sequía que nos invade y nos hace caminar muy despacio en el tránsito de las actividades culturales. Al mismo tiempo, creo que es acertada porque, siendo Granada ciudad de importantísimo destino turístico, no es nada descabellado - todo lo contrario - dar a conocer a los visitantes de todo el mundo, aparte de la obra de uno de los más grandes pintores españoles del siglo XX, el espléndido edificio que se presenta frente a la Capilla Real, ese que fue felizmente rehabilitado por el arquitecto Antonio Jiménez Torrecillas, bajo la supervisión museológica de Gustavo Torner, para convertirse en Centro de Arte José Guerrero desde aquel 13 de junio del año 2000, cuando Sus Majestades Los Reyes procedieron a su inauguración. Esta casona granadina diseñada, en 1892, por Modesto Cendoya, se levantó para albergar unos almacenes, siendo, desde 1939 hasta 1983, sede del diario Patria. Hoy es un magnífico espacio expositivo con las máximas posibilidades museísticas y estación de tránsito dentro de la REM (Red de Espacios Museísticos) por donde pasan muy significativas muestras de lo más trascendente del Arte Contemporáneo. Hay que decir, asimismo, que la obra de José Guerrero es tan amplia y ofrece tantos matices que, para los granadinos y para los visitantes, siempre, presentará infinito atractivo.
El espectador que se adentre en el Centro de Arte de la granadina calle Oficios, se encontrará con una cuidadísima muestra, justa en cantidad y gigante en calidad; una muestra que nos hace transitar por lo más sugestivo de la pintura del mejor José Guerrero, que es tanto como decir uno de los pintores abstractos más importantes y juiciosos de todo el siglo XX.
La exposición presenta una cuidadísima selección de obras, con un número exacto para conformar una muestra rigurosa y dispuesta con todos los mejores planteamientos museográficos, que nos conduce por la esencial abstracción de un artista que planteó los máximos registros de una pintura realizada únicamente desde la expectación por la forma plástica, aquella que deja en suspenso el hilo ilustrativo para situarnos únicamente por los estamentos de la emoción colorista, por un delicadísimo juego cromático que sustenta las bases de un apasionante desarrollo plástico en el que transcurre un contundente proceso matérico a fuerza de poderosos campos de color, a veces, rotos por gestuales pinceladas en negro, llenas de mágico y emotivo lirismo.
Estamos ante una pintura realizada para transmitir emoción, para trascender desde las fronteras de lo puramente plástico hasta las parcelas del espíritu. En estos amplios ejercicios coloristas se adivinan los misterios conformantes de la más pura esencia pictórica. Tras cada uno de sus lienzos se adivina un complejo mundo de sugerencias que transporta a estadios mediatos donde anida la más pura inquietud por la forma y donde la pintura expande su fórmula más pictórica y donde se dejan abiertas las compuertas de la emoción para que por ellas entren inquietantes aires de espiritualidad.
La pintura de José Guerrero va a provocar, otra vez, una llamarada de emotividad, de pasión plástica, un gesto hacia extremos imposibles, un anhelo de formas totales, pero, también, un acercamiento a un universo de espiritualidad, de emoción y de intensidad. Una exposición muy bien pensada para un verano donde, como ocurre siempre con Granada, todo lo bueno puede ser posible.
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