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Maestría y tradición

El versátil y cualificado Cuarteto Panocha ofrece un concierto con una maravillosa y dinámica lectura y un sonido rotundo y cálido de las obras interpretadas

Un momento del concierto por parte del 'Cuarteto Panocha'.
José Luis De La Rosa

18 de abril 2009 - 05:00

Siempre es un placer asistir al concierto de un conjunto de cámara tan versátil y cualificado como el Cuarteto Panocha, una formación cuya veteranía no sólo se cuenta por los años que lleva deleitando al público con interpretaciones memorables, sino por su capacidad para abordar lo más granado del repertorio cuartetístico, con especial maestría en programas que le son más afines, como las obras de Martinu, Janacek, Dvorak, Suk o Smetana.

Fundado en 1968 por Jiri Panocha (de donde toma el nombre), siendo sus componentes aún estudiantes del Conservatorio de Praga, el Cuarteto Panocha ha actuado en los escenarios más importantes del mundo donde siempre ha sido aclamado como emblema de la gran tradición musical checa.

El programa que ofreció el pasado jueves se inició con una refinada interpretación del Cuarteto en si bemol mayor op. 55 núm. 3 de Franz Joseph Haydn n(1732-1809). De todos es sabido la importancia que tiene el corpus camerístico del músico austriaco como elemento consolidador de esta forma. El Panocha dejó de manifiesto su impecable entonación y su fraseo preciso y elegante.

Del amplio catálogo del músico Bohuslav Martinú (1890-1959) escogieron su séptimo y último cuarteto, también conocido con el sobrenombre de Concerto da Camera, en el que no es difícil vislumbrar la sombra de los últimos cuartetos de Beethoven y del que ofrecieron una maravillosa y dinámica lectura, con un sonido rotundo y cálido.

La segunda parte del concierto del Cuarteto Panocha estuvo dedicada íntegramente al Cuarteto en mi bemol mayor op. 51 'Eslavo' de Antonin Dvorak (1841-1904), donde el ensemble checo siguió haciendo alarde de su flexible fraseo y delicados medios tonos, todo un portento de coherencia interpretativa.

La cita se cerró con dos propinas: la miniatura núm. 3 de Dvorak y un Minueto de Mozart.

Fue una lástima que la afluencia de público no fuera mayor pues se trató de un magnífico concierto.

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