El arte en su doble concepto

53 Fiesta de la Bulería

Mateo Soleá, Juana la del Pipa y Mercedes Ruíz en el segundo día de La Bulería
Juana la del Pipa y Manuel Valencia, durante su actuación. / Foto © Miguel Ángel González
Fran Pereira

23 de agosto 2020 - 01:00

La 53 edición de la Fiesta de la Bulería celebró en la jornada del pasado viernes su segundo día de programación con una pincelada del montaje dedicado a la ciudad de París y que cuenta con la dirección de Paco de la Rosa.

Para esta puesta en escena hubo dos partes, una dedicada exclusivamente al cante y la guitarra, y otra en la que además del cante y el toque emergió el baile. En ambas el arte asomó la cabeza haciéndolo en sus dos vertientes, una de la forma más identitaria, forjada desde la tradición oral, y una mucho más actual donde distintos conceptos se reúnen sobre el escenario.

Fue Mateo Jiménez Soto ‘Mateo Soleá’ el encargado de levantar el telón. Manteniendo siempre los cánones de cómo se debe subir un artista a un escenario, es decir, con un vestuario impecable, el jerezano destaca siempre por esa clara intención de explicar todo lo que hace encima de las tablas, como así fue. Comenzó por soleá apolá, esas que Mairena atribuía a Charamusco, pero que otros no lo comparten. Antes, hubo dedicatoria “a mi hermano Paco de la Rosa”.

Guiado a la perfección por la guitarra de Manuel Valencia, un privilegio contar con él, y las palmas de Ali de la Tota, Manuel Cantarote y Javier Peña, Mateo templó el cante dejando siempre entre ver su claro apego al estilo mairenero y sobre todo su gitanería.

Mateo Soleá y Manuel Valencia, en un momento de su actuación.
Mateo Soleá y Manuel Valencia, en un momento de su actuación. / foto © Miguel Ángel González

Continuó por seguiriyas, dedicadas esta vez al “Gómez de Jerez, un cantaor que ha recorrido el mundo entero”. Aquí dejó patente su gran conocimiento de los grandes seguiriyeros de su tierra, acordándose de Manuel Torre y Paco la Luz y rematando con un macho “que hacía Juan El Lebrijano hace cuarenta años”, dijo, antes de rematarlo con solvencia.

La rúbrica fue por bulerías, aportando un largo repertorio de letras y estilos aunque prevaleciendo de alguna manera el núcleo de la fiesta, la bulería corta de Jerez.

De morao y verde apareció instantes después Juana de la del Pipa. “Espero que esto pase, que este virus se vaya y volvamos a la normalidad”, confesó antes de empezar a cantar por tientos-tangos.

Cuarenta años después de su debut en la Fiesta de la Bulería, cifrado en la edición de 1980 que se celebró en el Patio de Armas del Alcázar, Juana Fernández mantiene ese aplomo cantaor que ha sabido mantener durante todo este tiempo. Es verdad que a veces le faltan fuerzas, pero eso no quita que su presencia sobre el escenario y sobre todo su manera de ejecutar los cantes, la conviertan en una pieza imprescindible en el flamenco de Jerez hoy en día.

Fiel a su habitual repertorio, arrancó por tientos-tangos. Tres letras por tientos para calentar la voz y en seguida se vino arriba para entrar por aires más festeros. De pie y desplazándose por el escenario como una diva, Juana del Pipa se ganó pronto al público, cantándose y bailándose con arte.

Una vez expulsados los nervios, acudió a la soleá por bulería, esa que conoce y maneja como nadie. Fue una pelea constante con el cante, conmoviendo en cada estrofa y exprimiéndose al máximo. “Olé las que cantan gitano”, se oyó desde el rincón de los palmeros. Llegó al final exhausta, y sufriendo para acometer uno de los estilos más difícil, el de La Serneta. Aún así, bravo tía Juana.

Pero la jerezana no se arruga, y en la adversidad se crece. Acudió entonces a la seguiriya. Sin salirse nunca de los estilos jerezanos, Juana Fernández volvió a batirse a pecho descubierto con el cante, de nuevo arropada por la excepcional guitarra de Manuel Valencia, que llegó a levantar los aplausos con sus falsetas.

El último arreón fue por bulerías, otra carta que la cantaora domina como nadie. Los Claustros la despidieron en pie.

Una introducción de guitarra de Santiago Lara dio paso entonces a un concepto diferente, una vertiente más actual pero que ni mucho menos pierde la esencia. Su música, capaz de transportarte sin darte cuenta, sirvió para establecer un diálogo con las castañuelas de Mercedes Ruiz, que de negro y con mantón floreado, irrumpió con la vitalidad que le caracteriza en escena.

Mercedes Ruiz, acompañada por David Lagos y Santiago Lara.
Mercedes Ruiz, acompañada por David Lagos y Santiago Lara. / foto © Miguel Ángel González

Su poderío bailaor se frenó para escuchar el cante por peteneras de David Lagos, todo un lujo, que acompañado por la guitarra de Santiago Lara, sonó de maravilla. A lo largo de la historia no ha sido muy usual este cante en la Fiesta de la Bulería, como tampoco lo es en Jerez fuera del festival, de ahí que el público lo acogiera con expectación, pues se quiera o no en estas lides el jerezano es todo un maestro.

Lagos sorprendió más tarde con el pregón del uvero, que efectuó paseando entre el público, dando así otro toque diferenciador. Sus versos se enlazaron con sutileza (ayudado por la siempre atractiva guitarra de Santi Lara) con los caracoles, que Mercedes, esta vez con pantalón blanco y chaquetilla, llevó a su terreno dando una muestra más de sus dotes. Fuerza, ímpetu, raza condimentados con feminidad y donosura.

Fue entonces cuando se desató la tormenta, una tormenta en la que cante, guitarra y baile encandilaron al público como si fuera esa sensación que da el beber un vaso de agua fresca en tiempos de calor. Sin darnos cuenta, habían cambiado el ritmo de la actuación, demostrando que estos tres artistas jerezanos son una garantía de triunfo. Hasta la forma de decir adiós, usando el recurso de las grandes compañías (con posados a modo de fotografías), resultó elegante, consiguiendo así el aplauso generalizado.

La noche culminó como mandan los cánones en Jerez y esta cita, es decir, con un fin de fiesta por bulerías en el que participaron todos los artistas.

La producción del espectáculo corrió a cargo de Jerez Flamenco Internacional.

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