"La Memoria Histórica debe encontrar un justo equilibrio"
Carla Montero. Escritora
'El invierno en tu rostro' cuenta una historia de amor entre hermanos que lucharon enfrentados en la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial
En sus anteriores novelas, Carla Montero ya había hecho uso de la mezcla entre realidad y ficción, pero nunca antes había necesitado contar qué parte pertenecía a cada categoría, hasta que llegó El invierno en tu rostro (Plaza y Janés), en la que vio que no le quedaba más remedio que apuntar en un anexo cuáles de las experiencias allí contadas bebían directamente de la realidad. Y no sólo porque Montero temiese que el lector no se creyese momentos tan "increíbles pero verdaderos" como cuando un preso logra escapar de uno de los vagones con destino a Auschwitz haciendo sólo uso de un serrucho y unas ropas mojadas en orín, sino también porque toda esta novela en la que revive la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial es un homenaje a su propia familia, a su abuelo y su tio-abuelo, quienes, a pesar de luchar en diferentes bandos en ambas contiendas, nunca olvidaron los lazos de sangre que les unían.
-El resultado de El invierno en tu rostro son casi 800 páginas. ¿Desde el primer momento tuvo claro que quería explorar ambas guerras o fue algo que surgió durante el desarrollo?
-No decido la extensión de mis libros, es la historia la que me lo va marcando y en esta ocasión me pedía mucho. Sí, era un proyecto inicial porque partía de una historia familiar, de mi abuelo Pepe que luchó en el bando franquista y luego fue como voluntario al frente ruso con la División Azul, y de su hermano Luis, quien se afilió al partido comunista y luchó contra los sublevados en España y contra la ocupación nazi en Francia. Para la novela he utilizado sus experiencias, aunque los he reconvertido en Lena y Guillén, dos hermanastros.
-Quizás ese fue uno de los aspectos más duros de la Guerra Civil, la división, no sólo de un país, sino también de familias enteras, algo que usted representa al intentar establecer un diálogo entre ambos frentes en Oviedo.
-Recreé lo que debió ser una conversación entre mi abuelo y su hermano. Al meterte en su piel, lo que ves es la intensidad del momento, la tensión de una situación bélica, de primera línea del frente, en el que, de repente, las armas se silencian para propiciar ese encuentro en el que uno y otro se respetan a la vez que intentan convencer al otro de que su bando es el correcto, pero sin perder el cariño y respeto que se tienen como hermanos.
-Además de hacer uso de la bibliografía oficial, para la documentación de este libro ha tenido acceso a los testimonios de muchos testigos directos de los acontecimientos bélicos.
-El testimonio oral es valioso, pero hay que tomarlo con cierta cautela porque puede estar contaminado, tanto por el paso del tiempo como por el deseo de creer que las cosas ocurrieron de una determinada manera. He escuchado infinitas versiones de la historia del accidente de los aviadores franceses con la que comienza la novela. Es un privilegio tener acceso a estas fuentes, pero también hay que saber contrastarlas y enmarcarlas en un contexto real.
-El hilo conductor podría haber sido principalmente político o bélico, pero decidió que fuese el amor.
-He querido hacer un retrato de personas y ver cómo la guerra influye en sus vidas. Estamos hablando de gente muy cercana, nuestros abuelos, y quería ver cómo esos acontecimientos tan graves y dramáticos impactaron en su día a día. La mejor forma de transmitirle eso al lector es a través de una historia de amor, un sentimiento universal que todos hemos experimentado en cualquiera de sus variantes.
-Después de haber tenido que explorar a fondo este episodio de nuestra historia, ¿qué opinión tiene sobre cómo se han tratado tanto los crímenes de guerra como de la posterior dictadura?
-La situación actual era inevitable desde el momento en el que hubo unos vencedores y unos vencidos. Hay que entender que quien ha ganado la guerra no le va a tender la mano a su enemigo. Todo eso es producto de una situación histórica y es el tiempo el que está ahí para darle voz a los vencidos. La Ley de Memoria Histórica es la que ha de servir de portavoz de los vencidos y hacer que las cosas se equilibren. Eso sí, con un justo equilibrio. Hay que tener cuidado de no caer en los mismos vicios.
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