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La 'otra' Residencia

La Residencia de Señoritas favoreció de 1915 a 1936 el acceso de la mujer a la educación

Una exposición repasa ahora en el Museo de la Autonomía el poder transformador de este centro

Alumnas de la Residencia de Señoritas, en uno de los pabellones de la Residencia masculina, durante el curso 1930-1931. / Archivo Familiar Bonet Rosado
José María Rondón

07 de noviembre 2017 - 07:31

Sevilla/Aquella pedrada de María de Maeztu (Vitoria, 1882 - Buenos Aires, 1948) pudo cambiar la Historia de España. Pero, lamentablemente, no le dio tiempo: la Guerra Civil estalló antes. Eso sí, transformó, a través de la educación, la vida de miles de mujeres, muchas de ellas andaluzas. Nos referimos, claro, a la Residencia de Señoritas, la menos conocida de las dos instituciones -junto a la de Estudiantes, que acogía sólo a chicos- que emanaban cultura y libertad desde Madrid en las primeras décadas del siglo XX.

En aquellos años, estas mujeres se cortaron el pelo, se subieron las faldas y pusieron un pie en las aulas. Exhibieron piernas y neuronas. Se apuntaron a la Universidad y a los paseos en bicicleta. Cultivaron el ensayo y los tubos de ensayo. La literatura. La poesía. Se metieron en política. Se hicieron sufragistas, surrealistas y lo que les dio realmente la gana. Se colaron en los laboratorios, en las bibliotecas, en los despachos oficiales… Algunas, incluso, se subieron a barcos trasatlánticos para estudiar en Estados Unidos.

Maruja Mallo, María Zambrano, Victoria Kent o Josefina Carabias pasaron por sus aulas

Ése es el relato de la exposición Mujeres en vanguardia, que acoge el Museo de la Autonomía de Andalucía hasta el próximo 18 de noviembre. Se trata de la versión itinerante de la gran muestra organizada tiempo atrás por la Residencia de Estudiantes y Acción Cultural Española para evocar a través de la reproducción de fotografías, documentos y testimonios personales los logros, los personajes y las atmósferas de la Residencia de Señoritas, fundada en 1915 bajo la inspiración de la Institución Libre de Enseñanza.

Para fijar bien el alcance de este organismo destinado a las jóvenes que querían cursar estudios superiores, cabe recordar que, en la fecha de su creación, sólo habían pasado cinco años desde la legalización en España de la presencia de las mujeres en la Universidad. Las pocas que asistían -había 21 universitarias en el curso 1909/1910-, lo hacían rodeadas de bedeles, tutores y asombros. Nada incoherente, por cierto, en un país donde el siglo XX irrumpió con un analfabetismo femenino del 71%, dieciséis puntos más que el masculino.

De ahí que la apertura de este pequeño centro llevara décadas de conversaciones y esperanzas en una sociedad más madura. Fernando de Castro y su Asociación de Educación para la Mujer creada en 1870 incitó a Francisco Giner de los Ríos y su Institución Libre de Enseñanza a luchar con más fuerza por este derecho. Aunque Alberto Jiménez Fraud creó la primera Residencia en 1910 (la de Lorca, Dalí, Buñuel...), no sería hasta cinco años más tarde cuando las mujeres pudieron entrar en la suya.

"No era del todo fácil. Seguía siendo una sociedad cerrada. Las chicas necesitaban el consentimiento paterno para poder acceder y María de Maeztu, pese a la libertad abrumadora del lugar para la época, tenía que imponer horarios y demostrar que no era un lugar de libertinaje", aseguran las comisarias Almudena de la Cueva, coordinadora de Investigación y Estudios en la Residencia de Estudiantes, y la profesora de la Universidad Complutense Margarita Márquez Padorno.

Por eso, la directora de la Residencia de Señoritas, María de Maeztu, planteó así la institución en sus inicios: "No quiero ni un casino de intelectuales ni un plantel de sufragistas. Deseo una casa de muchachas aplicadas al estudio. Es compatible la elevación intelectual con el mantenimiento de las virtudes morales de la mujer española; su aumento de cultura racial y hondo sentimiento del honor y la dignidad". Esta aspiración de dignidad se convirtió al poco en una conquista.

En este sentido, es posible descubrir ciertas particularidades del centro. Así, muchas chicas no tenían permiso para dormir en la Residencia. "Lo que hizo Maeztu fue no hacer obligatorio el internado. Muchas iban a clases preparatorias y volvían a sus casas. Además, como los padres eran reacios a su asistencia a las aulas universitarias, crearon un método para impartir clases en la Residencia y que sólo tuvieran que ir a examinarse", comentan las comisarias de Mujeres en vanguardia.

De una forma u otra, el deseo de saber es un virus contagioso. Y, durante dos décadas, la Residencia de Señoritas fue una factoría de creatividad. Por allí pasaron, como residentes, profesoras o alumnas, mujeres que romperían tabúes en múltiples campos, como las pintoras Maruja Mallo, Menchu Gal y Delhy Tejero, la filósofa María Zambrano, la diputada Victoria Kent, la jurista Matilde Huici, la periodista Josefina Carabias, la escultora Helena Sorolla y la primera embajadora, Isabel Oyarzábal.

Con motivo de esta exposición, el Centro de Estudios Andaluces ha editado un estudio de la catedrática de la Universidad de Huelva Encarnación Lemus que pone la lupa en las 114 andaluzas -un 10% del total de las alumnas- que pasaron por la Residencia de Señoritas. "Son chicas de provincias, con buenas disposiciones intelectuales dispuestas a trabajar en cosas prácticas; hijas de pequeños empresarios, o del médico, o del maestro del pueblo", sostiene la investigación.

De la lectura de las cartas de las residentes se sabe que muchas alumnas andaluzas pedían realizar trabajos en el centro a cambio de reducir el coste de la estancia o que pidieron becas a la Junta de Ampliación de Estudios, en manos de Zenobia Camprubí. La malagueña Victoria Kent se ocupó de la biblioteca de la Residencia y la también malagueña María Díez de Oñate llegó a dirigir uno de los cuatro grupos en los que estaba organizada la institución en la etapa de la República, con casi 300 estudiantes.

Otras andaluzas que pasaron por el centro fueron la farmacéutica jerezana Rosa Herrera Montenegro, que llegó a dirigir el prestigio laboratorio de la Residencia -el Laboratorio Foster-; la sevillana Cecilia García de la Cosa, la primera mujer que ingresó en la Marina Mercante, la oceanógrafa almeriense Jimena Quirós Fernández de Tello y la onubense María García Escalera, ginecóloga que llegó a ser inspectora de sanidad y que fue una de las primeras mujeres que abrieron consulta propia.

No había apenas alumnas -por vacaciones- en la Residencia de Señoritas al comenzar en el verano de 1936 la Guerra Civil. Durante la contienda, sus instalaciones sirvieron de hospital y orfanato. María de Maeztu partió hacia el exilio tras el asesinato de su hermano Ramiro. Tras la depuración de los docentes, aquel espacio abrió el 15 de febrero de 1940 como Colegio Mayor Santa Teresa de Jesús. Matilde Marquina García, de la Sección Femenina de Falange Española de las JONS, sería su nueva directora.

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