Alma de poeta, corazón jerezano
Adiós a Manuel Ríos Ruiz
El escritor y flamencólogo Manuel Ríos Ruiz fallece en Madrid a los 84 años. Entre sus grandes logros está el Premio Nacional de Poesía logrado en 1972 con 'El oboe'
A las tres de la madrugada de ayer miércoles, Manuel Ríos Ruiz (Jerez, 1934) fallecía en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid donde permanecía ingresado desde hace unos días. Sus restos fueron trasladados durante la jornada de ayer al Tanatorio de la M30 de la capital de España y hoy llegarán a Jerez, donde por petición expresa, será enterrado en el Cementerio Nuestra Señora de La Merced. Antes, a las cinco de la tarde, tendrá lugar su funeral en la Iglesia de Santa Ana.
Criado en el barrio de Santiago, Ríos Ruiz no escondió nunca su amor y orgullo por haber nacido en Jerez, una condición que siempre llevó a gala. Desde muy joven se instaló en Madrid, pero nunca perdió el contacto con su tierra natal. Es más, en alguna ocasión, manifestó que “tengo no sé si la facultad onírica y a la vez proverbial de vivir en Madrid sin dejar de estar en Jerez. Es un sentido, más que un sentimiento, que no he perdido nunca, ni siquiera estando en Nueva York o Bruselas”, decía.
Nacido en 1934, se confesaba, como otros poetas de su época, “un niño de la guerra”, por lo que le tocó vivir una niñez “difícil, pero todos salíamos adelante con ganas de vivir y cantando”, relataba.
Al crecer en el entorno del Barrio de Santiago, al que consideraba “clave en la configuración del flamenco en la Baja Andalucía”, Ríos Ruiz había conocido de primera mano vivencias (que luego plasmaba en sus poemas) en aquellos patios de vecinos de las calles Cantarería, Nueva o Merced, lugares en el que los bautizos, las bodas y las fiestas se prolongaban durante días.
Le tocó crecer en un momento económico complicado, de ahí que en su adolescencia trajinó muchos oficios, desde el campo al pastoreo pasando por ferrallista y hasta dibujante publicitario, algo que compaginó con sus estudios elementales de Comercio. Pero había algo superior a él, algo que le gustaba más que nada, escribir.
Esta afición la compartía con otros adolescentes de la época, un grupo de jóvenes que entre los años 47 y 53 fundaron la Peña Artística y de Folcklore, semilla de lo que posteriormente sería el Grupo Atalaya de Poesía, que dirigió e impulsó Manolo Ríos a finales de los años cincuenta y a la que pertenecían Juan de la Plata, Ángel García, José María Velázquez-Gaztelu, Gutiérrez Montiel y Carlos Murciano, entre otros.
En una etapa en la que la censura jugaba un papel importante, el Grupo Atalaya consiguió editar la revista ‘La Venencia’, que lograría publicar cinco números en su etapa en Jerez, y otros ocho en Madrid, ciudad a la que se trasladaron muchos de sus integrantes en la década de los sesenta.
Al mismo tiempo, Ríos Ruiz daba sus primeros pasos en los medios de comunicación, ya que el grupo ponía semanalmente en las antenas de Radio Jerez su programa poético ‘La bodega de la Luna’, dedicado a la divulgación y comentario de libros y revistas.
Antes de editar su primera publicación, que llegaría en 1963, ‘La Búsqueda’, editó diversos trabajos, ‘Tiempo Niño’ (1955); ‘Espigas de sol’ (1956); ‘Tiempo íntimo’ (1961) y la antología ‘El laurel y los días’ (1971), esta última ya viviendo en Madrid, ciudad a la que se trasladó en 1966. En la capital de España se convierte en secretario de redacción de la revista ‘La Estafeta literaria’, una de las más famosas de la época junto Índice, Ínsula, Poesía Española, Punta Europa, Caracola, Ágora, Caleta y Platero, por citar algunas.
En 1967 logra el Premio Internacional Promoción, fallado en Nueva York, en 1968 publica ‘Dolor del Sur’, por el que se le concede el Premio Becquer, y un año más tarde, ‘Amores con la tierra’, con el que lograría el Accésit del Premio Adonais. En 1972 edita ‘El Oboe’, Premio Boscan de Barcelona de poesía y Premio Nacional de Poesía, sin duda uno de sus mayores logros literarios. Hoy día, 46 años después, sigue siendo el único jerezano en posesión de este galardón.
En 1973 publica ‘Los Arriates’, con el que obtiene el Premio Ciudad de Irún, y dos años después salen a la luz ‘Tiempo íntimo’ (1975), su segunda antología, y ‘La paz de los escándalos’, accésit del premio Álamo.
Su proyección nacional se agranda en 1977 cuando escribe ‘Razón, vigilia y elegía de Manuel Torre’, una publicación que le sirve para conseguir el Premio Nacional de Poesía Flamenca. Un año más tarde edita ‘Los predios del jaramago’, con el que logra el Premio José María Lacalle, y en 1979, ‘Vasijas y deidades’, premio Rafael Morales. Ese mismo año estrena ‘Cartas a una madrina de guerra’, Premio Ejército.
En 1980 es elegido para dar el Pregón de la Feria, que edita a modo de romancero, y en 1981 lanza ‘Una inefable presencia’ (1981), con el que logra Premio Ciudad de Martorell.
Tres publicaciones más llegarían en el año 1982, con especial protagonismo para una de ellas, ‘Piedra de amolar’, con la que consigue el Premio Juan Ramón Jiménez. ‘La plazoleta de tus ojos’, premiada en Rota, y ‘Callejero lírico Jerezano’, con el que exalta los rincones más singulares de su ciudad natal, son sus siguientes creaciones.
Su tercera antología aparece con motivo del 20 aniversario de su primer libro, ‘Antología poética (1963-1983)’. No volverá a editar nada más hasta tres años después, en 1986, cuando lanza ‘Figuraciones’, Premio Juan Alcaide. En 1987 publica su cuarta antología ‘Poemas mayores’; y a partir de ahí, ‘Juratorio’ (1991), al que galardonan con el Premio José Hierro en Madrid.
El reconocimiento internacional llega en 1992 con el Premio Hispania de las Letras. Este galardón honorífico, entregado por el Centro de Cultura Hispania, adscrito a la Universidad de Nueva York, se concede al jerezano por el conjunto de su obra, que según el jurado, “ofrece una visión penetrante y una versión dialectal de la tierra andaluza”.
Posteriormente edita tres nuevas antologías, ‘Poemas’ (1993), ‘La memoria alucinada’ (1999) y ‘Libros de poemas’ (2011), su última publicación, al margen de ‘Coplas y sonetos’ (2001). En ese periodo aparece también el libro ‘La poesía andaluza de Manuel Ríos Ruiz’ (1995), donde se incluye, además de un completo análisis de su obra por parte de compañeros, una selección de poemas.
Pero su aportación literaria no se ciñe exclusivamente al ámbito poético. Manuel Ríos Ruiz también perfiló su faceta narrativa, con ‘Los desamparos’ (1975) y ‘Mis crímenes y suicidios predilectos y otros quebrantos’ (2002); y el teatro, con la obra ‘La alameda de Pipiritaña’ (1982).
Como ensayista cultivó diferentes temáticas, siendo la más habitual la del flamenco, que analizaremos en otro apartado. En este aspecto destacan el ‘Diccionario de escritores gaditanos’ (1973) y las monografías de los pintores Francisco Hernández (1976) y Gutiérrez Montiel (1979).
Dentro de sus trabajos encontramos también una publicación encargada por la Caja de Ahorros de Jerez sobre la Semana Santa de Jerez (1982), su pregón de la Semana Santa en Jerez, editado en 1985 bajo el título de ‘Presagio y gloria del aire’ y un encargo del Ayuntamiento, ‘Jerez del ayer al futuro’ (1985). En 1990 escribirá también de otra de sus pasiones, el mundo del toro, con ‘Aproximación a la tauromaquia’.
En 1973 fue nombrado miembro de la Academia de San Dionisio de Jerez tras pronunciar su discurso ante José María Pemán.
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