Sabio hacedor de bellas realidades
Diario de las Artes
PEPE MOLINA
Sala Pescadería
JEREZ
El nombre de Pepe Molina viene siendo un activo importante de la historia de la pintura de Jerez desde los años setenta. Formado bajo los buenos planteamientos técnicos de Manuel Muñoz Cebrián, muy pronto abrazó la profesión artística y muy joven era pintor conocido en una ciudad donde, todavía, los intereses artísticos pasaban por los rigores de un realismo de corto alcance y por las pocas exigencias ciudadanas hacia unas posturas más avanzadas. Pepe Molina demostró, desde niño, que la pintura no tenía secretos para él y su disposición estaría abierta a cualquier situación por difícil que esta fuere. Es, por tanto, un pintor que está ligado estrechamente a la gran pintura figurativa de esta ciudad. Es artista con un potencial técnico poderosísimo, que todos conocen y nadie pone en duda; con un oficio sin resquicios y un conocimiento de los entresijos complejos de la pintura que lo capacitan para afrontar cualquier situación pictórica y, hacerla posible con los más espectaculares desarrollos y desenlaces.
Con un trabajo basado en las formulaciones de una técnica determinante, con un conocimiento de los materiales producto de sus muchos trabajos en torno a la restauración y a la pelea sistemática con la pintura, con una elegante línea dibujística y unos desenlaces amplios en cuanto a yuxtaposiciones formales, Pepe Molina es un pintor imprescindible en un panorama artístico cada vez con más abierto desarrollo pictórico. Su ilimitada conciencia artística, su poderoso planteamiento en torno a una figuración que conoce por dentro y por fuera, que sabe dotarla de suprema entidad material y de sabia estructura conceptual, le hacen un artista grande, un pintor total que magnifica la representación desde el difícil estamento de una verdad sin reveses.
Pero Pepe Molina que es, sin duda, un muy buen pintor y con maneras para estar en lo más dinámico de la pintura, en los estamentos más determinantes, no es pintor de multitudes ni de participaciones extrañas en foros donde se alza la voz pero se dice muy poco. Pepe es pintor de soledades, de íntimas actuaciones en solitario donde es feliz dando forma a una pintura llena de entusiasmos y habitando con las bellas realidades que conforman la historia del arte, esa que Pepe tanto ama y por la que se desvive constantemente y en todas sus manifestaciones. Además, el pintor jerezano es poco amigo de comparecencias. Sus exposiciones son pocas pero llenas de contundencia, de trascendente manifestación pictórica y esperadas con entusiasmo por un público que lo conoce y ansía su esclarecedora pintura.
En la ciudad, se le debía una exposición importante. Llega ahora, con el artista todavía en plena joven madurez creativa y existencial. La que es la sala emblemática de la ciudad – que debe seguir siendo la estación término hasta donde lleguen sólo los mejores – acoge una amplia exposición del trabajo de Pepe Molina desarrollado en los últimos años. Es, por tanto, lo que hoy se conoce como antológica de media carrera; una exposición que perfila lo mejor de su última actuación. Por eso, nos encontramos una feliz pintura de paisaje, realizada con una exquisitez suprema y unos gestos particulares muy bien definidos desde una técnica imponente. También se presentan una serie de actuaciones pulcras, bellas de principio a fin, donde la elegancia asume toda su esplendorosa realidad. Son pulcros floreros con especiales contenidos que manifiestan la bella realidad de la pintura de siempre, esa que fue, es y será eterna. Junto a estas soberbias actuaciones, en Pescadería el espectador se va a encontrar con experiencias pictóricas muy bien desarrolladas en torno a la figura inquietante de la gente cotidiana. En estas obras, el artista recrea las actitudes de una sociedad desinhibida, que actúa sin cortapisas y que desentraña los esquemas de una sociedad cercana, con sus muchas claves existenciales.
Pepe Molina es un pintor de siempre; un artista del que se está seguro; el autor de una obra sabia, lúcida, consciente y con infinitos registros. Y, quizás, puede que sea esto último aquello que mejor defina su trabajo: pintor capaz de todo; con una seguridad tremenda, aprendida en las muchas horas pintando de todo. Desde el primer momento se destacó como un pintor con mayúsculas, convencido y convincente; con una escuela aprendida delante del caballete; por eso su pintura nunca se ha detenido en un único argumento, sino que se ha adentrado por difíciles derroteros donde la figuración desentrañaba sus más amplias y complejas posiciones.
En este sabio estamento se encuentra Pepe Molina actualmente; haciendo una pintura de máxima lucidez, de aciertos compositivos, de suma inteligencia. Una pintura que está fuera de toda duda; que no sabe de modas ni de modos interesados; que sólo admite los rigurosos esquemas de la creación, de ese proceso creativo del que él es un sabio hacedor y del que está en permanente estado de excelencia artística porque, en definitiva, es un artista que sólo busca el placer del arte por el arte.
Pepe Molina es, por tanto, un artista en quien confiar; al que hay que tener siempre en cuenta. Su seriedad; su manejo de la figuración, exacto, claro y sin imposturas, nos predispone a un encuentro feliz con una pintura a la que él concede absoluta potestad y de la que el espectador va a encontrar sus perfiles más atractivos.
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