Sevilla en los labios

Flamenco

El periodista Antonio Ortega publica con la editorial gaditana Absalón una documentada biografía del cantaor de sevillanas Francisco Palacios 'El Pali'

Juan Vergillos

14 de junio 2010 - 05:00

Antonio Ortega. Cádiz, Absalón Ediciones, 634 pp.

El libro El último trovador es un recorrido biográfico, y también estético, pero sobre todo vital, por la figura de Francisco Palacios Ortega El Pali. Cantaor y compositor de sevillanas (y fandangos), El Pali fue, sobre todo, un personaje irrepetible, como cumplidamente nos muestra esta obra. El Pali, como un Balzac o un Galdós de la seguidilla de Sevilla, era todo un cosmos: Vicente el del Canasto, el Bizco Amate, el campanero de la Giralda "el hijo del vecino, el vendedor de almendras, el arropía vocifero, el vagabundo" ... un cosmos real, la Sevilla de a pie de los 30 a 50, e imaginario, la ficción ensoñadora de las coplas que El Pali le componía a esta Sevilla que se fue. En las coplas de El Pali los personajes y los paisajes de Sevilla eran distintos y mejores, estilizados por el heptasílabo y el pentasílabo. Un cantaor que emociona a todos, a los amantes de las sevillanas y a esos que sólo escuchan sus sevillanas. Ingenioso y corrosivo en sus coplas, en su vida personal, en donde el artista y el individuo de a pie eran la misma cosa, en El Pali no existía esa escisión de la personalidad de la "cultura de la imagen" que hoy devora cualquier rastro de vida. El Pali fue un ser humano, y como tal lo retrata Antonio Ortega (con el visto bueno, por otra parte, de los herederos del artista): un ser contradictorio. Como todos lo somos. Sólo que El Pali tuvo la valentía, la honestidad, de no ocultar sus contradicciones, ni en público ni en privado, ya que esta distinción, clave para los artistas de hoy, no entraba en su universo personal.

El Pali fue el primer gran solista de las sevillanas, un ámbito protagonizado hasta ese momento por grupos como Los Toronjo, Los Hermanos Reyes o Los Marismeños. Contribuyó, con su voz y sus composiciones a la enorme popularidad de que goza el estilo en la actualidad. Aunque él, como afirma en una entrevista reproducida en este libro, conocía todos los estilos del flamenco.

Vida y obra del Pali: me quedo sobre todo con la viñeta que abre el libro (pues el libro está escrito como una sucesión de viñetas), el recuerdo del Pali en la memoria emocionada de un adolescente del Polígono Sur llamado Antonio Ortega.

El Pali era, es, sigue siendo en sus discos, en los 194 cantes que compuso e impresionó, un cantaor superdotado, no sólo por condiciones técnicas: sobre todo por la personalidad enorme que imprimía a sus cantes. En este obra se reproducen algunas afirmaciones suyas en las que dice que, conociendo toda la baraja estilística, se especializó en las sevillanas por la demanda del público. Es cierto en parte. Pero también lo es que El Pali alimentó esta demanda por la calidad musical y literaria que dio a un género tenido hasta entonces por menor. El Pali hace cante grande por sevillanas, sevillanas flamencas, iniciando una tendencia que tuvo su culmen en Camarón en 1992.

Añoranzas sevillanas (1974) fue el primer aldabonazo de su carrera, su primer disco en solitario, de éxito inmediato, con el sólo acompañamiento de la guitarra de Félix de Utrera, formato clásico que El Pali mantuvo en toda su carrera.

El poeta Pali es un costumbrista nostálgico, del tipo Mesonero o Estévanez Calderón, tan retrógrado como ellos y con bastante más retranca. Su mirada incisiva hacia el presente evoca la Sevilla de su infancia y adolescencia como edad de oro de la humanidad. Baste citar, además del mencionado, los títulos de sus discos: Nostalgia de mi Sevilla, Recuerdos de la Alameda, etcétera.

Una voz algo nasal pero muy flamenca, un estilo directo en lo melódico, seguro en el ritmo y con la emoción a flor de piel. Y, por supuesto, Sevilla en los labios. Esos son los poderes musicales de el Pali. Además de cantaor y compositor de sevillanas, era también un notable fandanguero. Dedicó un álbum monográfico a los estilos de Huelva, moda frecuente en la época. El Pali resulta igualmente efectivo, modélico, en los estilos más populares-tradicionales que en los personales del Alosno. Su arte para la salida valiente, el ligado de los tercios, el fraseo directo, para sentir la profundidad de una melodía sencilla, es sublime.

El libro se completa con una reseña exhaustiva de los 18 discos grabados por El Pali, y la trascripción de las letras completas de sus más de 200 títulos.

Antonio Ortega sigue la línea iniciada con la biografía del Bizco Amate, es decir, el aglutinar sin solución de continuidad el bosquejo psicológico, cívico y biográfico, con la viñeta como recurso literario básico.

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