Wicked | Crítica
Antes de que Dorothy llegara a Oz: la historia de Bruja Mala
José Manuel Poga. Actor
Llega a la alameda del Banco tras dormir muy pocas horas. El día antes se estrenó Miel de Naranjas en el Villamarta, la nueva película de Imanol Uribe en la que interpreta a Leopoldo. José Manuel Poga es uno de esos jerezanos que nació con estrella, con la mirada inquieta de querer hacer cosas importantes, emocionar a la gente. Ahora comienza a recoger los primeros frutos de su aún corta -pero prometedora- carrera en el cine, y eso que su padre le avisó hace unos años de que se tendría que quedar al mando del bar familiar, el 'Yellow bar'. "Eso no era para mí y para darle un poquito de coba, le dije que como lo llevaban él y mi madre era imposible hacerlo, que ellos eran los mejores", recuerda entre risas. Su nombre no sólo llega a la cartelera con Uribe, sino que también con Grupo 7, película de Alberto Rodríguez, en la que comparte cartel con Antonio de la Torre, Mario Casas, Inmaculada Cuesta y Joaquín Núñez.
-¿Es uno de esos niños que dijo muy pronto: 'mamá quiero ser artista'?
-La verdad es que no lo tenía muy claro (risas). No he tenido una vocación definida, de hecho, al principio quería ser dibujante de cómic. Mi primer impulso era matricularme en Bellas Artes, pero cuando acabé el instituto estaba un poco perdido, no sabía qué quería hacer. Estuve dos años estudiando Gestión y Administración Pública, pero no daba ni una (risas) y empecé a hacer teatro en el Taller de Teatro Dionisio. Aquí fue cuando me piqué y con mi amigo Ismael Montoro empezamos a hacer cortos, primeras peliculitas con la cámara de vídeo casera, vamos, de su padre. Allí vi que me empezaba a 'molar' y tiré para Sevilla.
-Se fue a la capital andaluza con sólo una maleta...
-Y con mucha incertidumbre. Iba a apuntarme a la Escuela de Arte Dramático, pero llegué tarde a las pruebas de acceso y me dediqué a hacer cursos.
-Y llegó el teatro, su primera 'casa'.
-Fueron unos inicios en los que viví el subidón de la profesión. Monté mi compañía de teatro, El Calvo Invita, con mi amigo Juande y con Falín y comenzamos a actuar en La Fundición, El Imperdible... a pisar tablas pasando por los locales, ferias y por supuesto verbenas (risas). Cuando pisé el teatro y había un público que pagó por vernos me di cuenta de que debía seguir adelante con esto.
-Dicen que es más difícil hacer reír que llorar. ¿Cuál es su sensación?
-He hecho llorar muy poquitas veces, pero a mí me resulta más fácil hacer reír. Lo disfruto mucho porque me considero un payaso, un cómico.
-De Sevilla volvió a Jerez para rodar Miel de Naranjas. Me imagino que más de un conocido se acercó al rodaje.
- La verdad es que fue una gozada ver a tu gente, a la familia, amigos del colegio, del instituto... daba un poco de respeto que estuvieran ahí, pero me encantó.
-Lleva unos días muy intensos de promoción, estrenos, el Festival de Málaga... ¿qué le ha sorprendido más?
-Me sorprende todo. Es muy fuerte llegar al Festival de Málaga y que haya una alfombra roja, llena de fotógrafos, de público que apoya tu trabajo, de televisión, prensa... y además ¡tú estás ahí! Y lo que más me gusta es que la gente flipe con tu trabajo, que le guste tu personaje, la historia que cuentas a través de la película. El hecho de que alguien te pare, te dé la mano, te felicite por el trabajo y que además se haga una foto contigo es muy fuerte. Experimentas la satisfacción del trabajo bien hecho, y eso a mí me completa.
-¿Y qué es lo más duro del mundo del cine?
-Para mí, la incertidumbre. Te sale una peli, pasas tres meses de rodaje y después te quedas esperando a ver tu trabajo para comprobar si lo has hecho bien, ver si el personaje brilla y así optar a más oportunidades. Esa incertidumbre es lo peor.
-Y esa primera vez que se vio en una pantalla, ¿qué sintió?
-(Suspira). Pues sí te soy sincero creo que en ese momento te quedas aliviado y lo asimilas bien. Lo verdaderamente impactante es cuando en el casting te dicen 'que sí Poga, que es tuyo el personaje'. Ahí sí que no lo crees y necesitas asimilarlo. Te vas a la calle, le das vueltas a la manzana y te repites una y otra vez: que me han cogido, que me han cogido, que voy a hacer una peli. Que de todos los actores que han pasado por el casting te han escogido a ti. Eso es lo que tiene el cine, mucha responsabilidad porque aquí no te puedes permitir un día malo, aquí grabas y queda para la posteridad. Si el director dice 'buena', te quedas pensando que a lo mejor lo podías haber hecho mejor, hacer una pausa aquí, allí, la intención...
-Veo que se emociona cuando habla de cine, ¿el gusanillo en el estómago sigue ahí?
- Siempre está ahí. Creo que en esta profesión no terminas de desconectar. Si no es esperando una peli, es reinventándote. Siempre estás maquinando algo, una nueva historia con la que disfrute el público.
-¿Cómo presentaría a Leopoldo, su personaje en Miel de Naranjas?
-El personaje de Leopoldo es un caramelo, da mucha luz. Es muy bonito, un niño que tiene una historia muy dulce con la taquillera del cine, con una subtrama muy bonita.
-También interpreta a Miguel, un policía sevillano en Grupo 7.
-Ese rodaje fue más duro por el calor (risas). Estábamos en Sevilla en verano con la chaqueta, dentro de los coches, pasando una calor de la muerte. Pero también muy bien, porque he tenido la suerte de toparme con dos equipos fantásticos, todos tienen un cariño y un amor por la profesión brutal. Estoy súper contento.
-No le tuvo que resultar muy difícil interpretarlo, al menos el deje...
-Sí, sí. Se me pegó fácil el acento y el miarma se me cuela por ahí. Lo cierto es que una de las mejores decisiones que he tomado fue marcharme a Sevilla. Aparte de desarrollarme profesionalmente, también he tenido la oportunidad de conocer a compañeros de trabajo que viven mi misma situación, mi otra familia.
-¿Alguna vez imaginó que iba a participar en dos estrenos tan importantes?
-Ni de broma. El día después del final del rodaje de Grupo 7 me llamó Eva Leira -que junto a Yolanda Serrano son directoras de casting- y le dije que echaba de menos a los compis. No terminé la frase cuando me dijo que me tenía que poner las pilas porque me mandaba la separata para presentarme a la nueva película de Imanol Uribe. No me lo creí.
-Aconseja entonces salir a ver mundo...
-Claro y sobre todo en teatro. Sí, que salgan, que conozcan. Yo no he tenido que irme a Madrid o a Barcelona, en Sevilla hay escuelas de teatro y profesionales muy buenos que enseñan muchísimo.
-¿Bajo qué dirección le gustaría rodar algún día?
-Tengo muchísimos directores que me gustan, pero voy a tirar alto y digo que me molaría rodar con Tarantino. Por soñar...
-¿Cuál es su próximo proyecto?
- Pues tengo con mis compañeros de teatro un espectáculo de improvisación. También sigo haciendo animaciones con Elías Pelayo, un pedazo de actor, tengo entre manos algunas cosillas, porque como he dicho antes, hay que buscar siempre cosas para emocionar.
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