"Tener mentalidad de aprendiz me ha salvado de muchas tonterías"
El intérprete llega esta noche al Teatro Falla en una gira "cargada de emotividad", en la que recuerda temas de su carrera y presenta su nuevo trabajo junto a Manuel Alejandro, 'El reencuentro'
Es afable y resulta difícil no creerle cuando habla. Icono y referente para tantos, para todos, Raphael llega esta noche al Teatro Falla de Cádiz con su gira Lo mejor de mi vida: un proyecto en el que repasa algunos de los temas más significativos de su más de medio siglo de carrera y en el que presenta El reencuentro, su nueva colaboración con el compositor Manuel Alejandro. El próximo domingo el espectáculo de Raphael recala en el Palacio de Congresos de La Línea.
-Entre otras cosas, Lo mejor de mi vida celebra 52 años de profesión. ¿Se ha preguntado qué es lo que puede ofrecer después de todo este tiempo?
-Pues después de tanto tiempo aún sigo siendo un artista con una ilusión tremenda por las cosas; ofrezco mi agradecimiento infinito al público, el poder disfrutar en plena vigencia de fuerzas y facultades con unas ganas tremendas.
-¿Cómo ha hecho para conservar la capacidad de ilusión todo este tiempo?
-Bueno, es que tengo la gran suerte de trabajar en aquello que me enloquece; y no es que la ilusión sea la misma que el primer día: es que va in crescendo, es cada vez más y más fuerte.
-Imagino que un proyecto como este, que es mitad efemérides, mitad reencuentro, tiene una carga emotiva importante.
-Exactamente. De hecho, mi salida al escenario va acompañada de un carga muy grande de emotividad, tanto para el público como para mí... Esos segundos en los que avanzo de las bambalinas al escenario... Es un paseo maravilloso, del infinito a la gloria. Es una emoción indescriptible, y yo tengo la inmensa suerte de poder vivirlo casi a diario. Actúo una media de cuatro o cinco veces a la semana en muchas partes diferentes del mundo y de todas saco un cúmulo de experiencias que es maravilloso... Y el público percibe esto, claro.
-Si hubiera que definir a Raphael como artista, yo diría que es ante todo un gran transmisor...
-Sí, esa sería una buena definición...
-¿Dónde diría que está la clave, qué cree que hace esto posible?
-Eso sí que no lo sé. Yo veo lo que se produce, pero no sé cómo se ha producido. Si lo supiera sería fatal: a veces lo usaría, otras veces no... No sé, lo patentaría, haría algo, ¡iba a tener colas! (risas). La verdad es que no tengo idea, pero ese mismo misterio es bonito. Es bueno mantener cierta sorpresa ante las cosas. No sabré nunca cómo y por qué consigo conectar, transmitir a quien me escucha... pero tampoco quiero saberlo.
-¿Esperaba seguir enganchando a la gente joven?
-Con ellos tengo una conexión fantástica. No sé si es por referencias previas, o por las redes sociales, Internet, televisión... que a través de todo ello me hayan descubierto. A veces lo he comentado, a gente joven que me sigue en la cuenta de Twitter y demás, y les digo que yo creo que les gusta lo que hago por herencia, por influencia de sus padres... Pero ellos me dicen: "No, no, que lo he hecho yo solo", así que no sé qué pensar... Lo cierto es que mi estilo encaja muy bien en muchas épocas diferentes... y poder decir eso a lo largo de cinco décadas no es poco. Y el milagro se sigue produciendo día a día en la ciudad que sea.
-¿Mira con extrañeza o con ternura programas como La Voz o, anteriormente,Operación Triunfo?
-Con extrañeza no, porque yo empecé en un programa de radio... Yo pienso que siempre tienen que existir este tipo de concursos, solo que veo que los que están saliendo son ya profesionales, que también es una ventaja para los intérpretes que no tienen acceso a los grandes medios... Lo que no está bien es que se explote la vida de los participantes aparte de lo meramente artístico, porque la gente se fija más en el cotilleo que en poner en valor a los artistas que están dando la cara. Pero insisto en que estos concursos deben existir porque así la gente tiene la oportunidad de demostrar lo que vale y darse a conocer.
-Otra de las características que podría formar parte de su sello es la constancia: se nota que es un artista que está pendiente, que trabaja todos los días, que nunca ha dado nada por hecho...
-Siempre considero que estoy empezando, como se dice: aprendiz de mucho y maestro de nada. Y tener esa mentalidad es una suerte, porque empiezas de nuevo realmente casi cada día.
-¿Cree que es cierto que se ha perdido la cultura del esfuerzo?
-Yo creo que siempre ha habido gente más capaz de echarse a la calle y solucionar su vida, y gente más apática a la que no le apetece moverse. Pero creo que eso ha sido y es algo común, constante... Hay gente que, simplemente, ambiciona menos; gente que tiene suficiente con sentarse a ver el mar y ya está. Y está bien: lo que tenemos que hacer todos es procurar ser feliz y trabajar en aquello que nos gusta y apasiona.
-Imagino le preguntan continuamente pero, ¿cómo ha sido el reencuentro con Manuel Alejandro tras 28 años sin trabajar juntos?
-Bueno, realmente es que nunca hemos desconectado. Yo creo que lo que nos pasó -y esto también lo he hablado con él en alguna ocasión- es que estábamos cansados de cierta dinámica, de repetir éxito tras éxito... Uno se aburre de todo y, simplemente, nos dedicamos a probar cosas nuevas: yo encontré compositores maravillosos que me han hecho canciones impresionantes y él, intérpretes estupendos. Pero el año pasado nos reunimos a comer, como solemos hacer, y de pronto dijimos: "¿Por qué no volvemos a hacer algo juntos?". Y aquí estamos otra vez, en el segundo tiempo.
-¿Se considera presumido, Raphael?
-No, no. Tener esa mentalidad de aprendiz que te he dicho me salva de muchas tonterías...
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