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The Italian job

Mortero Bastardo

04 de junio 2014 - 09:05

‘Un trabajo en Italia’ es el nombre de una película de los años 70 que ha sido recientemente versionada con mucho peor resultado que la primera, en la que una banda de ladrones realizaba el atraco de un camión cargado de oro por las calles de Turín… Recuerdo que para desaparecer rápidamente utilizaban tres coches mini cooper que se escondían en el interior de un camión tráiler. Como la primera versión de la película era inglesa no utilizaron coches italianos, los cuales se hubieran desdibujado mejor en el tráfico del norte italiano.

Viajar es diferente de hacer turismo. Es distinto porque nuestros sentidos se predisponen de diferente manera. Aún así, en ambos casos parece como que se agudiza la capacidad de sentir (que es la naturaleza de los sentidos, ponernos en contacto con lo que nos rodea). La rutina diaria los adormece. Viajando crece nuestra sensibilidad y se predispone a recibir información, placer, belleza, etc., a través de cualquiera de nuestros órganos sensoriales. Conduciendo un delicioso Fiat 500 por las carreteras italianas es fácil acordarse de aquella película.

Verdaderamente Italia es un país hermoso y complejo, como el nuestro, y además conserva ciertos valores que tienen que ver con la calidad de vida de los ciudadanos. Se le otorga gran valor al hecho urbano, a los valores cívicos, a los placeres elementales. Los arquitectos son todavía considerados como piezas importantes en los procesos de conservación y mejora de las ciudades, cosa que en nuestro país parece haberse perdido con el estallido de la famosa burbuja (tanto lo uno como lo otro).

La ciudad de Florencia, cuyo alcalde ha sido designado por el presidente de la república para formar el gobierno de la nación, tiene un maravilloso centro histórico monumental, de gran extensión y de un atractivo para el turismo que no es comparable al de nuestra ciudad. Aún así adolece de algunos problemas que son comunes con la nuestra, tráfico mal gestionado, ruidos, abandono de palacios… Pero también goza de una permanente inversión en la recuperación de los elementos sustanciales del patrimonio. Gracias a iniciativas tanto públicas como privadas (¿Para cuándo una ley de mecenazgo cultural en nuestro país?) permanentemente se ponen en uso espacios culturales restaurados. Y las asociaciones de vecinos del centro histórico no dejan de presionar para la mejora de la vida, tanto de los edificios como de los ciudadanos que los usan, a veces utilizando medios imaginativos gracias a la colaboración de artistas y profesionales, como en el antiguo convento de Sant’Órsola, en el que una vistosa instalación con fotocopias de billetes de 1 dólar, reivindica la necesaria puesta en uso del valioso edificio abandonad

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