Bernabé, el ciento y la magia

Trato y retrato

Rafael Benítez Toledano

02 de junio 2019 - 09:13

Bernabé
Bernabé

El día que el mago Bernabé, una vez que concluya –como si fuera un estudiante de COU de los antiguos- el Paso del Ecuador de su tercera o cuarta juventud, se haga mayor nos vamos a enterar. Porque, señores, este "chaval" -medroso para unas cosas y suicida para otras–de barbita incipiente y guadiana, tímido y osado a partes iguales, despreocupado y pluriocupado, algún día se despertará adulto y lo perderemos.

Si no tuviera un hijo, a José María le pones capucha y túnica larga –en lugar de esas chaquetas horribles de camarero de Vacaciones en el mar que usan los taumaturgos- y sería el perfecto monje travieso y soñador de Marcelino Pan y Vino o El Nombre de la Rosa.

En una sala de fiestas este tío lo mismo me adivina a mi lo que llevo en la cartera -nada- que el color del tanga de la señora de la mesa de al lado: ambas cosas sin mucho misterio, porque es posible que las dos las haya comprobado personalmente. Lo mismo retrata con picardía y maestría a nuestros entrañables personajes en el Diario, que se calza ocho horas diarias en el trullo, entre yonquis, navajeros, camellos y cacos de guante blanco, impartiendo previo pago sus conocimientos de pincel y caballete.

Cualquier día de estos, ya digo, se centrará, abandonará la dispersión, se hará monógamo, pillará un “turrón” con horario fijo de los que le gustaban a Valera, y se hará funcionario del arte, o nos abandonará por una señora con cortijo. O las dos cosas, Dios no lo quiera. R.B.T.

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