Más alegrías que decepciones

Juan Garrido

11 de marzo 2013 - 08:05

Jerez/Dos largas semanas ha durado el Festival de Jerez. Dos semanas en las que hemos disfrutado, sobre todo extranjeros, del flamenco en todas sus vertientes y estados. Jerez se ha convertido durante este tiempo en el centro de las miradas del mundo flamenco a nivel internacional y ha acogido a centenares de cursillistas y espectáculos.

Como siempre, los ciclos paralelos, es decir, con sede en Villavicencio, Sala Compañía y la Sala Paúl, han albergado a propuestas de artistas en efervescencia, si bien es verdad que este año y debido a la crisis han sido muchos los artistas ya consagrados que optaron por un espectáculo de menor formato, pero con la misma calidad que cualquiera de los que hemos visto en Villamarta.

El Palacio de Villavicencio, destinado más al cante, acogió a un genial David Carpio o un asombroso Ricardo Fernández que cantaba al mismo tiempo que tocaba la guitarra. En esa misma línea estuvo Melchora Ortega, que volvía a cantar en la muestra después de varios años y cumplió con creces en un recital completo y variado.

En Sala Compañía ha faltado nivel, sobre todo de esos jóvenes que acompañaron a los maestros en el ciclo 'Maestros & Jóvenes. Paso a Dos'. Sólo el Choro apuntó detalles, como también lo hicieron los veteranos Juan Parra y José Galván, una gozada verlos bailar. En cambio, en este mismo escenario hemos visto la consagración definitiva de la bailaora María José Franco, con un espectáculo bien trabajado y muy puro, y la del bailaor Jesús Carmona, cuyos reconocimientos en la Bienal y en el Festival de La Unión confirmaron que no estamos hablando de un bailaor cualquiera, sino de uno con un futuro prometedor.

Por ese camino de evolución pasa también Macarena Ramírez. La joven bailaora chiclanera dejó detalles grandiosos en su puesta de largo en la Compañía. Este enclave fue escenario de uno de los espectáculos más llamativos y alegres de todo el Festival. De la mano de los bailaores Mami y Hiro y su compañía flamenca, el espectáculo ¡Amor, amor, amor! no sólo demostró una vez más que el flamenco no tiene fronteras, sino que reafirmó que la gracia de Jerez se pega a todo aquel que se presta. La copla flamenca de los artistas japoneses hicieron sonreír a toda la sala haciendo olvidar esos momentos de tristeza o angustia que por desgracia parecen inherentes a la sociedad.

El teatro, las fusiones, y la guitarra han aparecido en Sala Paúl. Hay que premiar la actuación de José Galán, con esa reflexión sobre la incapacidad física en el flamenco, y a la obra 'Aleluya erótica' de Rosario Toledo y José Valencia, una tragicomedia de grandes éxitos, que se reivindicó por sí sola dejando claro que podría haber sido representada en un escenario como Villamarta.

En resumidas cuentas, ha habido calidad en muchos escenarios, se ha fomentado la danza y pero ha faltado flamenco, en el más estricto de los términos. Sólo en el tramo final con artistas como José Valencia y Grilo recuperaron el cante y el baile más jondo.

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