Encuentro de la Fundación Cajasol
Las Jornadas Cervantinas acercan el lado más desconocido de Cervantes en Castro del Río (Córdoba)
Premio de ensayo Caballero Bonald
Jerez/En el museo del Holocausto de Jerusalén hay una sala con unas luces cenitales. En ella se escuchan nombres en un susurro. Los nombres de más de un millón de niños muertos durante la solución final nazi, un programa de exterminio como nunca se había conocido. Los niños judíos, muchos niños, escribían diarios. Existen. Hay miles de cuartillas. El miedo atroz de quienes habían llegado a la vida hacía tan poco tiempo, no entendían nada y sólo querían vivir. Eso es lo que escribían.
Irène Némirovsky, escritora francesa de enorme éxito en su época, es un ejemplo de lo que fue el arranque del siglo XX europeo. Huyó de lo pogromos de Ucrania, se refugió en Islandia donde estalló una guerra civil, de allí llegó a Francia y le cogió una guerra mundial. Acabó en un tren con destino a Auschwitz. Escribió hasta sus últimos días. Desde el tren que la llevaba a la muerte lanzó un mensaje en un papel que recogió un granjero holandés. Decía: “Me esperaréis, ¿verdad?”
Nemirovsky era muy conocida. Es como si hoy metieran en un tren a la muerte a Doris Lessing o a Margaret Atwood. Pero en el plan exterminador no había eximentes. “Se creó un diferente, se hizo del diferente al enemigo. Y se le exterminó”, explicó ayer Fernando Rodríguez Lafuente en la presentación del premio internacional de ensayo de la Fundación Caballero Bonald, que patrocina el Banco de Santander. La galardonada ha sido Mercedes Monmany, crítica literaria en la actualidad de ABC cultural, por su trabajo Ya sabes que volveré, publicado por Galaxia Gutenberg. En él repasa la biografía de tres escritoras europeas, Irène Némirovsky, Gertrud Kolmar y Etty Hillesum, que acabaron en los campos de concentración.
La tesis de Monmany, que se crió en un ambiente literario y que tenía familiares en el exilio en Francia, es que “Auschwitz no es un asunto privado de los judíos, es un asunto de Europa”. Muy pronto leyó a Primo Levi y su experiencia en el campo de exterminio. Muy pronto leyó a supervivientes diciendo “nadie quiere escuchar nuestra historia, es incómoda.Les aburrimos”.
El jurado de este importante galardón, que tuvo que seleccionar entre más de doscientas obras publicadas en España e Hispanoamérica, ha valorado “el compromiso ético e histórico” de esta obra que aborda “la semblanza de tres escritoras judías, que representan, ante la barbarie del Holocausto, la voluntad de vivir, preservando así un legado cultural en la tradición de la gran literatura europea”.
La dramática historia de estas vidas “salvajemente interrumpidas”, como tantas otras, tiene un submensaje . Lo destacó el presentador Rodríguez Lafuente: es una obra profundamente europeísta. Basta conocer algunos de los gustos de la autora desvelados en la entrega del premio, con la presencia del consejero de Cultura, Miguel Ángel Vázquez, y la alcaldesa de Jerez, Mamen Sánchez. Su película favorita es Ninotchka, de Lubitsch, lloró por última vez viendo Johnny Guitar, no pasa mucho tiempo sin ir a la Toscana y le gusta el vermú de grifo. Pueden parecer tonterías y pueden ser intercambiables con otros gustos. Pero son pequeñas pinceladas de un sentimiento hedonista occidental, liberal y de respeto al semejante partiendo del sentido del humor. Todo lo que no ocurrió en aquellos años asesinos en los que se ejecutaban órdenes por hombres que escuchaban a Beethoven y leían a Schiller, artistas que no tenían culpa de nada, naturalmente. Porque el ensayo de Monmany, en los días que corren, dan para una reflexión actual sobre una Europa que amenaza con no ser.
También te puede interesar
Encuentro de la Fundación Cajasol
Las Jornadas Cervantinas acercan el lado más desconocido de Cervantes en Castro del Río (Córdoba)
Lo último