Belén Gopegui: “La idea de que no se puede hacer nada es una imposición”

Entrevista

La autora de ‘La conquista del aire’ y ‘Existiríamos el mar’ publica ‘Te siguen’ (Random House), una novela sobre la intromisión tecnológica en la privacidad y la posibilidad de la resistencia

La conspiración del entusiasmo

Belén Gopegui (Madrid, 1963).
Belén Gopegui (Madrid, 1963). / Marta Calvo / EP

A través de novelas como La escala de los mapas (1993), La conquista del aire (1998), Deseo de ser punk (2009) y Existiríamos el mar (2021), pero también de ensayos como el reciente El murmullo (publicado en 2023 y en el que indagaba en el éxito de los libros de autoayuda), Belén Gopegui (Madrid, 1963) ha cultivado un revelador y riguroso análisis del mundo contemporáneo, sus servidumbres y también sus esperanzas, con miradas incómodas pero necesarias. Ahora, la exploración continúa con Te siguen (Random House), una novela que aborda la injerencia tecnológica en la privacidad y que aventura una posibilidad para la resistencia ante un envite del poder económico en apariencia invulnerable. La autora presentó su obra hace unos días en el Centro Andaluz de las Letras.

Pregunta.¿Cuándo tuvo por primera vez la idea que desarrolló para Te siguen?

Respuesta.No tengo buena memoria para estas cosas, pero supongo que debió ser cuando terminé la anterior novela, Existiríamos el mar. Lo curioso es que después escribí y publiqué dos ensayos, digamos, analógicos, no atravesados por cuestiones tecnológicas: El murmullo y Pequeñas heridas mortales. Pero la idea sobre la intromisión de la tecnología en la privacidad siguió fraguándose hasta que pude escribir Te siguen.

P.¿Le gusta pensar en esta novela como una distopía?

R.No, para nada. Primero, porque no me gusta la distopía, como no me gusta ningún corsé en particular. Y después, porque Te siguen trata sobre el presente. No hay ningún ejercicio de distanciamiento, el mundo en el que se desarrollan los acontecimientos es muy reconocible. Yo quería hacer una novela de personajes, con sus conflictos, con su contexto, sus relaciones, sin concesiones a ninguna etiqueta. Y eso es justo lo que he escrito.

P.En su novela, unos personajes espían a otros con este pretexto: “Siempre hay díscolos. Gente que se harta o que intenta innovar retrocediendo (…) Se niegan a formar parte de la red de millones de procesadores individuales trabajando para nosotros”. ¿Ser consciente de la pieza que se es en el engranaje ya entraña un cierto poder?

R.Mientras escribía la novela le daba vueltas continuamente a una idea que formuló el filósofo Günther Anders: “Las emociones dependen, principalmente, de los elementos técnicos”. Cuesta mucho no darle la razón: hemos dejado que los dispositivos tecnológicos, y los poderes financieros que los hacen imprescindibles, determinen nuestras emociones. Entonces, a partir de aquí establecí dos parámetros que tengo siempre en cuenta para ir a la médula de las cosas: pensamiento y acción. Mis personajes toman decisiones a partir de lo que piensan. Y esas decisiones se traducen en acciones concretas.

P.Pero en Te siguen la distinción entre espías y espiados no siempre está clara. ¿Le ha resultado más difícil construir los personajes dada esta complejidad?

R.La creación de los personajes es lo que más me gusta de escribir novelas. Al construirlos, ya sea a partir de las personas a las que conocemos, de otros personajes o de uno mismo, concitas distintas visiones del mundo y, lo más importante, aprendes a mirar el mundo a través de alguien que no eres tú. Y eso tiene que ver con lo relevante y con lo no relevante, aunque no sea necesario contarlo todo sobre los personajes. Ahora bien, siempre hay que tener en cuenta que los rasgos de los personajes, incluidos algunos aparentemente poco relevantes, pueden influir en lo que va a suceder en la novela. Hay que tenerlo previsto. Es un ajuste difícil, pero es que en eso consiste el oficio de escribir.

"Al crear tus personajes, aprendes a mirar el mundo a través de alguien que no eres tú"

P.¿Y ha cambiado mucho su manera de enfrentarse al oficio en estos treinta años de trayectoria?

R.Supongo que sí. Pero, como te decía, no tengo buena memoria para estas cosas. Supongo que el tiempo te va haciendo más libre. Al principio era tal vez más rigurosa, quería tenerlo todo bajo control. Después, bueno, caes en la cuenta de que en realidad ninguno de nosotros sabe a ciencia cierta lo que piensa el otro, la idea que tiene sobre, por ejemplo, la privacidad. Del mismo modo, no sabemos lo que los otros piensan de nosotros. Así que intentar mantener todo eso bajo control es un esfuerzo inútil. Creo que fue a partir de La conquista del aire cuando empecé a escribir de manera más libre, más centrada en la narración y menos en la percepción de lo que escribo.

P.¿No tiene entonces en cuenta al lector mientras escribe?

R.Cuando escribes, haces una propuesta. Pero al hacerlo empleas el lenguaje, y el lenguaje siempre es flexible. Una determinada palabra puede tener para ti unas connotaciones, pero el lector podrá advertir otras en la que tú ni siquiera repares. Y, al mismo tiempo, puede ser que el lector no advierta el sentido último con el que has escrito una palabra. Escribir también consiste en modular estas carencias, jugando, por ejemplo, con las reacciones de los personajes. Pero, por mucho que lo tengas en cuenta, no puedes prever cómo el lector va a interpretar lo que escribes.

P.De vuelta a su novela: ¿es posible una resistencia frente a la invasión tecnológica de la privacidad?

R.Yo diría que hay dos cuestiones. Por una parte, la tecnología ha suplantado ya a prácticamente todas las parcelas de realidad con las que te tenías que relacionar antes. Ya no necesitas salir a la calle para prácticamente nada, todo está en internet. Por otra, los modos de vida son cada vez más agónicos, de manera que no disponemos de tiempo suficiente para organizarnos de otra manera, para pensar en alternativas y activarlas. Todo esto es cierto. Ahora bien, la idea de que no se puede hacer nada contra esto también es una imposición. No es una cuestión de militancia, sino de ser conscientes de que tenemos que ser responsables de lo que hacemos y de las consecuencias, siempre. Y creo que esta responsabilidad sí puede articularse en una cierta resistencia.

P.¿Quizá mediante una reestructuración social en comunidades pequeñas que hagan frente a la globalización?

R.Es importante tener los pies en la tierra. Los clásicos decían que una ciudad debe llegar hasta donde alcance el eco de tu voz: más allá, no tiene sentido seguir creciendo. Creo que en las redes distribuidas de internet puede haber un principio interesante de acción en relación con tu pregunta. El internacionalismo es bueno, pero la globalización es preocupante en la medida en que se sostiene en modelos verticales. Que, por otra parte, son los más débiles.

P.¿Hay un principio revolucionario en llamar a las cosas por su nombre?

R.Sí, pero siempre y cuando no se quede ahí y pase a la acción. Las grandes corporaciones cambian el lenguaje continuamente, pero revertirlo no es suficiente.

P.¿Confía en la perdurabilidad de la novela como medio para contar historias?

R.Sí, aunque el disfrute de la novela reclama unos tiempos que ya muy difícilmente podemos darle. Pero la novela, como el sacacorchos, es una herramienta asociada a una funcionalidad, que no es la de entender, sino la de imaginar para entender. Y eso sí que es revolucionario.

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