Carmen Mola: “Hoy todo, incluso el ser humano, se puede convertir en mercancía”

Libros

El trío regresa con ‘El Clan’, la novela en la que se despiden de la inspectora Elena Blanco, una reflexión sobre la impunidad del sistema y el libro en el que han volcado “más dilemas morales” 

Sánchez-Garnica logra el Planeta

Agustín Martínez, Antonio Mercero y Jorge Díaz, los componentes de Carmen Mola, fotografiados hace unas semanas en Sevilla.
Agustín Martínez, Antonio Mercero y Jorge Díaz, los componentes de Carmen Mola, fotografiados hace unas semanas en Sevilla. / Juan Carlos Vázquez
Braulio Ortiz

23 de octubre 2024 - 06:30

Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero, el trío que se esconde bajo el seudónimo de Carmen Mola, regresa con El Clan (Planeta), la novela en la que se despiden de la inspectora Elena Blanco, que en su último caso se enfrenta a una inabarcable y opaca organización que se lucra con las guerras y la explotación de los desfavorecidos. 

Pregunta.–En algún momento se dice que El Clan, la organización, es como un cáncer, entra en ti y se propaga como una metástasis. Una amenaza muy inquietante porque ni tiene rostro ni parece tener límites.

Respuesta.–(Antonio Mercero) Sí, es el sistema. Es el mundo en el que vivimos, que se basa en la explotación económica de la desigualdad social. No se trata sólo de la indiferencia hacia los que menos tienen, sino de monetizarlo por medio de mafias que se dedican al tráfico de armas si hay una guerra, al tráfico de personas si hay un flujo migratorio o al tráfico de órganos, otro tema que ponemos sobre la mesa. Intentamos ponerle un rostro, pero es un villano sin cara, y el más aterrador que hemos descrito nunca, porque es el más real.  

P.–Cierran la serie de Elena Blanco. ¿Sentían que el personaje se ha agotado? 

R.–(Jorge Díaz) No es que el personaje se haya agotado, nosotros podíamos haber seguido escribiendo novelas y novelas de Elena Blanco, pero no queríamos que esta serie de libros terminara por el cansancio de los lectores ni por el cansancio nuestro. Queríamos dejarlo, despedir a Elena cuando la fiesta estaba por todo lo alto. Hemos hecho un Toni Kroos [jugador del Real Madrid y de la selección alemana que disputó su último partido el pasado julio] con Elena: cuando mejor jugaba, hemos dejado que se retirara. Ocurría una cosa: ella se enfrenta ahora al villano más grande que podía encontrarse, como hemos dicho. ¿Qué iba a ser lo siguiente, afrontar un caso más pequeñito, involucionar? Nos gustaría que los lectores dijeran, cuando acaben la novela: Ay, por favor, no, que escriban una más. La mala noticia es que no lo vamos a hacer.   

P.–Sus personajes viven para el trabajo, y esa entrega les acaba pesando. 

R.–(Agustín Martínez) Sí. Los integrantes de la BAC [la Brigada de Análisis de Casos] se convierten en workaholics, no tienen una vida más allá de las oficinas de la calle Barquillo. Ellos se enfrentan a casos tremendos de los que es imposible desconectar. No puedes estar investigando un caso como el de Las madres, la novela anterior de la serie, y llegar a casa y ponerte un partido del Betis. El trabajo ha ido devorando, efectivamente, sus vidas, y en el viaje que hace a lo largo de estas cinco novelas Elena descubre la necesidad del amor, la única protección que tiene frente a la oscuridad.

P.–La novela retrata un tiempo confuso en el que los hackers pueden acceder a los datos más recónditos y la IA puede inventar una realidad paralela. Estamos más inseguros con las nuevas tecnologías... 

R.–(A. Mercero) No estamos seguros, es verdad. La ciberseguridad es uno de los temas, la Inteligencia Artificial es otro. Estamos en un mundo en el que ha caducado ese dicho de si no lo veo, no lo creo, porque podemos ver una escena y que sea mentira. La IA ha puesto sobre el tablero normas nuevas que tendremos que ir aprendiendo. Hablamos además de un ámbito que cambia a una velocidad de vértigo. Hace un año que escribimos este libro, y hay cosas que contamos que se han quedado antiguas. Todo va demasiado deprisa, y tenemos que acostumbrarnos a eso porque es un signo de nuestro tiempo.

P.–Desde la primera imagen, en que unos niños llevan un collar de orejas cortadas, El Clan reflexiona sobre la violencia y sus consecuencias. En la novela alguien pregunta qué viene después de la guerra, y le responden: La revancha.  

R.–(J. Díaz) En Casablanca, la canción hablaba del amor o la gloria, pero pero nosotros hablamos del amor o la venganza. Ambos conceptos están presentes en la novela, que habla de la lucha entre el bien y el mal, entre la integridad y la corrupción, entre el darse a los demás y el tomar de los demás. Tal vez sea la novela en la que más conflictos morales hemos volcado, aunque en todas las novelas los hay. Nosotros usamos la guerra de Liberia, pero podríamos haber usado cualquiera otro conflicto. Las guerras se producen porque hay gente que está ganando dinero con ellas, ya sea con las armas o con otros beneficios. Y es que, desgraciadamente, las guerras son un buen negocio para algunos, por eso no se solucionan y se provocan otras nuevas. Hay que mantener el negocio en pie.

P.–Y una vez que quien se lucra con las armas no puede seguir, se pasa al tráfico de personas. A la red de inmigrantes que recoge la novela.

R.–(A. Martínez) Eso es lo más terrorífico, la certeza de que todo puede ser comercializado, todo se puede convertir en mercancía, incluso el ser humano. Y no sólo es que se comercie con los que quieren abandonar su país y llegar a Europa en busca de un futuro mejor, es que con el tráfico de órganos los hombres son utilizados como materia prima, para despiezarlos y venderlos por trozos. Es la gran perversión de este sistema, que nosotros gozamos de un estupendo nivel de vida a costa de convertir la desgracia ajena en riqueza. 

P.–Almería suele ser escenario de westerns, pero en El Clan es descrita en clave de thriller. 

R.–(J. Díaz) Es una ciudad a la que tenemos mucho cariño, presentamos allí cada novela, y nos venía bien como el lugar al que llegan las pateras. Creemos que al estar en una esquina del país está un poco olvidada, y a nosotros nos parece uno de los sitios más bellos de España, no sólo la provincia, también la ciudad, y dentro de nuestras posibilidades queríamos ponerla en el mapa.

R.–(A. Martínez) La ponemos en el mapa para hablar mal de ella [ríe].

R.–(J. Díaz) Pero porque es una novela negra...

P.– Empezaron a trabajar juntos en 2017. ¿Qué han aprendido de los otros?

R.–(J. Díaz) Los tres aprendemos mucho con los otros dos. Cada vez tenemos más habilidad al contar estas historias, aunque pienso que uno no aprende a escribir novelas: aprende a escribir la novela que está haciendo en ese momento. Las dudas siempre asoman cuando empiezas otro proyecto. 

R.–(A. Mercero) En estos años hemos puesto a los personajes ante dilemas morales importantes, los hemos colocado al borde del abismo, que es lo que tiene que hacer un escritor. A veces te falta un poco de arrojo, y con esta compañía te animas a ir un paso más allá. Somos mejores cuando nos juntamos.

R.–(A. Martínez) Aunque el año que viene nos separamos, y cada uno irá llegando a las librerías con un proyecto propio, pero después volveremos como Carmen Mola. Porque Elena Blanco ha dicho adiós, pero Carmen Mola continúa...

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