La sutileza de un paisaje que flota
Diario de las Artes
JUAN CARMONA VARGAS
Sala ArteaDiario
JEREZ
Cuando el arte occidental encontró nuevos caminos de expresión y se creyó que un horizonte distinto se abría a lo que se pensaba era una nueva realidad; lo que se hacía en Oriente llevaba siglos de existencia. Aquello que, decían, se hacía en tan remotos parajes eran acciones de unos curiosos ocurrentes y equivocados personajes. Cuánto desconocimiento existía. Se descubrió, no obstante, que había muchísimo más de lo que hasta aquí llegó. Se vio que era bueno, que tenía mucho sentido artístico, que eran modos diferentes que podían aportar aires frescos a la adormecida expresión de un Occidente rancio y repetido. Y aquello gustó. Se comenzó a mirar más, a buscar más y a ver con miradas abiertas y expectantes. Mucho de lo que otros llevaban tanto tiempo haciendo se consideró importante y beneficioso para lo que, aquí, llevaba haciéndose, siempre tan parecido e igual. Una nueva realidad artística entró en los segmentos de una plástica anquilosada y, quizás, demasiado aburrida. Lo oriental fue tomando razón de ser y dando vida a los esquemas rancios de nuestro sistema artístico.
Ukiyo-e era el nombre de unos grabados que los viejos japoneses llevaban realizando desde la antigüedad. Eran unas estampas que hacía alusión a un mundo ficticio; a una realidad paralela al normal discurrir de la existencia; era un estamento vital muchísimo mejor, más apasionante y que aportaba infinitamente más que lo que ofrecía la realidad circundante, que lo que planteaba el discurrir mundano; en definitiva, era una realidad paralela; una existencia que flotaba sobre el prosaísmo reinante; un universo de anhelos, deseado, ajeno; algo donde aparecía una existencia diferente.
Juan Carmona Vargas siempre ha sido un artista diferente. No es, ni nunca lo fue, un pintor de los habituales en los segmentos existentes en el arte, esos que abundan, que quieren ser protagonistas, que marcan posturas o definen asuntos por dilucidar – claro con el sello que ellos quieran imponer -. Todo lo contrario. No ha sido amigo de corrillos artísticos ni de colectivos actuantes. Es artista a contraestilo -como si ser artista respondiese a un estilo específico -; un pintor por convicción de actuaciones que deparan realidades convincentes. Lo hemos visto en muchas situaciones. La primera vez que contactamos con su obra fue en aquella, ya mítica, inauguración de la galería Carmen de la Calle en la calle Almenillas – puede, incluso, que los más jóvenes no sepan, siquiera, a lo que me refiero -, con un catálogo, quizás, ahora, difícil de conjuntar, con Magdalena Murciano, José María Báez, Cristián Domecq, Pepe Reguera, Jesús Benítez, Juan Ángel González de la Calle y Juan Carmona Vargas. Esto nos sirve para pensar que Juan Carmona Vargas no es nuevo en esta plaza, ni en la de muchos otros sitios; es artista veterano, con solvencia creativa; sabedor de lo que tiene entre manos y creador de una pintura de muy poderosa factura. En otras ocasiones, Juan Carmona ha ofrecido una pintura llena de registros expresionistas, con acertadas pinceladas vehementes que suscriben un patrimonio figurativo donde todo queda supeditado a la fuerza intrínseca de la materia plástica. En esas posiciones tan poderosas, su pintura materializa una realidad que queda magnificada por el poder absoluto de los gestos formales, por esa pincelada apasionada que abre las perspectivas de una representación llena de fuerza y rigor.
La exposición que se presenta en la sala de DIARIO DE JEREZ nos conduce por un Juan Carmona más poético, con una visión más íntima de la realidad, con una filosofía vital que va más allá del puro interés artístico. Se trata de una pintura más comprometida con la existencia, con un sentido de vida totalmente distinto, que anhela realidades apartadas de las alienantes posiciones tan habituales. Se trata de una pintura llena de entusiasmos por la filosofía oriental, por aquellos estamentos creativos que tanta fortuna experimentaron y que han llegado intactos hasta nuestros días abriendo los horizontes de una estética y de una conciencia que posibilitan realidades muy diferentes a lo que tenemos a nuestro alrededor. El artista jerezano realiza un canto a los grabadores japoneses, aquellos que realizaban paisajes donde se aludía a un mundo ilusorio, fuera del entorno, como si flotase por encima de los elementos actuantes.
Juan Carmona Vargas hace, ahora, una pintura esencial, de mínimos que llegan a máximos; una pintura de escasas posiciones materiales para crear, sin embargo, un universo artístico avanzado, sin cortapisas, como esa realidad que flota sobre un mundo lleno de prosaísmo e igualdades. Un paisaje sutil determinado por figuras esbozadas, con un dominio absoluto de la grafía, con los colores apastelados marcando situaciones hasta generar un paisaje lleno de esencialidad y belleza, pero, al mismo tiempo, de poder plástico aplastante desde un expresionismo básico y lleno de vida artística.
La pintura de Juan Carmona sigue descubriéndonos a un artista poderoso, que sabe lo que hace y que manifiesta la realidad del arte por el arte; es autor de una pintura que prevalece porque, como los grabados japoneses, no tienen tiempo ni edad.
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