La esencia de la forma plástica

Diario de las Artes

EDUARDO ALVARADO

Sala Pescadería

JEREZ

Obra de Eduardo Alvarado

Que la osadía en lo artístico es tremendamente grande no es algo que me esté inventado o que sea argumento inicial para una de estas críticas que ustedes amablemente me aguantan desde hace casi cuarenta años. Les aseguro que es así y que los más osados son aquellos que menos tienen que decir o que se autoproclaman artistas o conocedores de algo que, por lo menos, les coge con el pie cambiado. La creación plástica tiene unas fórmulas y unas bases sustentantes que nadie las puede sustituir aunque muchos iluminados piensen otra cosa y crean que con el concepto y unos teatrales argumentos sea suficiente para elevar a lo máximo algo que, ni siquiera, goza de mínimos. En el arte la sustancia, el sentido generador, está por encima de cualquier situación y ésta no es más que la esencia que posiciona el hecho artístico; una esencia que se basa en el conocimiento, en la práctica, en el desarrollo teórico que eclosiona en una técnica poderosa a la que siempre se llega con las alforjas bien provistas si se quiere ser algo en esto. 

Obra de Eduardo Alvarado.

Lo demás son teorías de diletantes desinformados, estetas de lo absurdo o pobres bocazas de la nada. Y por culpa de todo esto y de todos estos surge la osadía de los opinadores creídos e ignorantes, los maledicentes lenguaraces o los que navegan en barquillas de maderas podridas que sólo ven lo que sus miopes miradas esclerotizadas les permite vislumbrar. Viene esta entrada a este artículo, porque siempre los que menos deben hablar son los más osados y más deberían hacer por lo suyo; mucho más que patrocinar argumentarios sobre asuntos a los que ellos, ni de lejos, han llegado ni, por mucho, se van a acercar. A lo artístico, los corrillos de voces despenadas y las portavocías interesadas de escasas luces y acendrados prejuicios, no conviene; bastante tiene, ya, con lo que la propia realidad artística le genera. Seamos más humildes y considerémonos afortunados por tener lo que tenemos y por gozar de lo que gozamos. Y, sobre todo, no queramos abanderar asuntos ni opiniones faltas de sustancia y credibilidad. El arte debe ser emoción, si alguien no la consigue será porque la obra no la provoque o porque el observador no la encuentre. Pera nada más, plantear episodios espurios en contra de lo que hay, la mayoría de la veces llevado por esquivos asunto ajenos a lo artístico, flaco favor hace al arte y descubre a los que organizan diatribas interesadas. Pero alla cada uno.

Eduardo Alvarado es pintor nacido en Miranda de Ebro y formado en Madrid, donde estudia Bellas Artes con profesores de verdadera consideración artística. Esto le sirve, sin duda, para conformar una técnica absolutamente bien sustentada. Aunque hoy, haya quien no lo considere oportuno, el artista tiene que estar avalado por una preparación bien organizada y con los esquemas adecuados. Pero, el pintor, ahora, establecido en la Isla de León, alcanza un portentoso bagaje con el estudio sistemático de los más grandes y la mejor referencia histórica de todos los tiempos. Algo de lo que el arte adolece en demasía. Es artista, por tanto, formado, preparado, conocedor, sabio y predispuesto para todo. Y eso – si se quiere – se observa en su pintura, planteada desde ese espíritu conformador basado en una técnica sustentante poderosa que es la esencia suprema para, más tarde, llegar a todo lo que el artista quiere.

Obra de Eduardo Alvarado.

Eduardo Alvarado es pintor con una poderosísima conciencia artística. Conoce el arte, sabe de sus ilimitadas circunstancias, está al cabo de la calle de lo que ha acontecido en la historia y la realidad de los que algo han tenido que decir en este tan complejo y apasionante panorama. Y eso se observa en su trabajo, en su clarividencia creativa donde se aprecia un sustrato bien constituido y mejor asimilado para, desde él, formular su propia identidad artística. Su obra, de amplísima estructura formal, encierra la esencia de la gran pintura de siempre, esa que no tiene tiempo ni edad, que es portadora del germen puro de lo artístico, que parte del conocimiento y del rigor del que sabe lo que hace porque posee una vasta información que le dicta la realidad suprema del arte para que, después, él interponga sus personales presupuestos plásticos y estéticos.

Por las obras del artista de Miranda Ebro no pasa un simple juego de intentos, de esbozos para, desde ellos, poder caminar; no son ni siguiera mínimos encuadres de gestos grandes. Son obras totales y absolutas realizadas de principio a fin y con todo el argumentario de una plástica en absoluto ejercicio y determinación y valía. La obra de Eduardo Alvarado se sustenta en el conocimiento, en una práctica bien realizada, mejor concebida y trasladada a los soportes con la suficiencia del artista total. Es un reduccionismo de la realidad, la voz sincopada que rechaza extravíos y marca una realidad de poderosas consecuencias plásticas, formales y artísticas.

Obras de Eduardo Alvarado.

En su pintura encontramos estratos de momentos de mucha intensidad. Vemos serenas posiciones argumentadas con mínimas registros compositivos; paisajes sutilmente planteados que abren infinitamente sus perspectivas y dejan la contundencia del momento representado; episodios extraídos de un pasado artístico que, ahora, se condiciona con la potestad absoluta de una modernidad sin resquicios para la duda; estudios de cielos cambiantes que transportan a lúcidos horizontes que dejan lo real para adentrarse en esquemas de reflexivos argumentos abstractos; retratos que dimensionan la representación del modelo con gestos de posiciones expresionistas; vanitas que son metáforas de la existencia y de la fugacidad de la vida, un espacio temporal que deja abierto un camino de reflexión sobre lo inexorable de la existencia. Todo, en definitiva, producto de una realidad artística que entronca con la verdad total del arte, que asume una historia que él transforma para que siga mostrando lo trascendente , aquello que lleva a los esquemas de un arte que es clásico por justo, necesario y absolutamente determinante.

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