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Las estaciones

Desenfocado por Pedro Ingelmo

08 de diciembre 2007 - 02:53

EL aburrimiento es una inclasificable categoría del estado de ánimo humano. Si hubiera que resumirlo con una imagen, me quedaría con la mirada de Bill Murray absorta en la televisión en la lírica pieza de Jim Jarmusch Flores rotas. No es extraño, ya que la cámara de Jarmusch siempre ha tenido una rara habilidad para captar el detalle. Se concentró en ello, por ejemplo, en un juego consistente en sacar personajes tomando café y fumando cigarrillos. Naturalmente llamada Coffee and cigarrettes, esa película de personajes desangelados y ociosos era un tratado sobre el paso del tiempo que enganchaba con un cortometraje realizado por Jarmusch en su juventud. Ya maduro, el espigado cineasta que dio carta de naturaleza al manoseado término de 'cine independiente', regresó a las cafeterías con nuevos rostros para pintar el hastío con un discurso preñado de humor. Jarmusch se ríe de sí mismo desde la tragedia de lo cotidiano. A Bill Murray, un mustio donjuán en chándal, ya no le puede pasar nada. Su última conquista le ha abandonado, como no podía ser de otra manera, y él ya no tiene fuerzas para nuevas aventuras. Su imperio se desmorona en la gran pantalla de televisión. Pero tiene un legado. Una carta le informa de que tiene un hijo en alguna parte. Es el único dato. Desconoce dónde está y hasta la mujer con la que lo ha tenido. Es el arranque con el que Jarmusch va a construir su historia, la historia de una búsqueda. La existencia de un hijo, aunque sea un hijo fantasma, sacude el letargo, lo único por lo que merece viajar por el pasado. Lo que plantea Jarmusch no deja de ser el sueño de cualquier hombre. Volver atrás para reencontrarse con cada una de las mujeres que han pasado por tu vida. ¿Quién no ha pensado en ellas? ¿Quién no ha querido saber qué será de ellas, si son felices, si han envejecido con dignidad y belleza, si han encontrado al hombre de su vida, que, por supuesto, no fuiste tú? En Flores rotas nuestro héroe, nuestro caballero andante, busca su herencia y el ser humano que nunca verá crecer se convierte en una obsesión. La paternidad, como la llamada de la selva, es sólo una excusa para volver al lugar del crimen, para desandar lo andado. Jarmusch sabe reírse de sí mismo y sabe contar en qué consiste el aburrimiento otoñal. Suena una canción de los Greenhornes. Dice: "La primavera trae la lluvia, con el invierno viene el dolor. Cada estación tiene un final..."

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