Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
Pablo Juliá. Director del Centro Andaluz de Fotografía
Pablo Juliá, el hombre que dirige el Centro Andaluz de la Fotografía, y quien lo ha pilotado hasta llevarlo a lo que hoy es, nos muestra en esta entrevista sus puntos de vista sobre el momento que vive la fotografía. Se confiesa gaditano, lo que le ha permitido ser andaluz y universal. Su formación en Historia Moderna y Contemporánea y el paso posterior por la Sección gráfica de El País completan su ADN de fotógrafo y privilegiado observador de los acontecimientos vividos desde la España de la Transición. Toda esa experiencia desarrollada, unida a la dirección del Centro Andaluz de la Fotografía, le convierte, sin ningún lugar a dudas, en una de las voces más autorizadas para hablar de fotografía en nuestra Comunidad y fuera de ella.
— ¿Qué momento vive la fotografía?
— La fotografía vive un momento muy interesante, pero no es por contestarlo de manera tópica, sino que, realmente, hoy todo el mundo tiene una cámara de fotos. Es más, todo el mundo tiene el recuerdo de su álbum de fotos de cuando pequeño. Ya no existen los álbumes de fotos como antes, pero todavía no hemos pasado esa época en la que el retrato de cuando éramos niños nos sigue impresionando. Creo que la fotografía para todo el mundo es una búsqueda permanente, todo el mundo quiere buscar, todo el mundo te pregunta con qué cámara tiene que hacer las fotos. Todo el mundo hace fotos, en todos los sitios, en todos los lugares. Digamos que es una especie de lenguaje común para todos, que todas las personas lo entienden, que todas las personas se comunican a través de él. Que le puedes mandar a un hindú una foto tuya hecha en Jerez y la va a entender, o al menos la va a leer. ¿Qué lenguaje hay en el mundo que tenga esa capacidad de poder llegar a todos los sitios y de poderse interpretar en todos los lugares? Yo es que creo que no sabemos hasta qué punto la fotografía es un arma de lenguaje impresionante en la vida de los ciudadanos. Es por eso que está en un buen momento. Ya que cualquiera dispara con 12 megas, en cualquier sitio. Es un lenguaje universal, la fotografía sí lo es. Puedes escribir con ella, puedes escribir historias. De hecho, como nos hace vagos el estado en que estamos de permanente televisión y de permanente atontamiento ante las muchas imágenes que fluyen, la gente se está acomodando a una manera de escribir historias que nada tiene que ver con un lápiz o un papel, sino que tienen más que ver con las historias contadas a nivel de imágenes, a los niveles más simples y más sencillos del mundo.
— ¿Se podría hablar de una fotografía andaluza?
— Yo creo que no. Sinceramente creo que no. Se puede hablar de una fotografía andaluza en función de las localizaciones geográficas. Por ejemplo, en el siglo XIX hay una gran cantidad de fotos de la Alhambra, por poner un ejemplo. O en Cádiz, Raimundo hace una fotografía de la sociedad de armadores, de la burguesía que nace. En la historia si se puede hablar de una localización geográfica. Pero en la actualidad es que todos estamos en todos lados. Sí que ahora es más difícil hablar de fotografía andaluza, de fotografía española ¿Eso qué es? ¿Que tenemos fotógrafos españoles…? ¿Que tenemos fotógrafos andaluces muy buenos…? Sí, pero… ¿Localizar la fotografía? Yo creo que eso cada día es más difícil. Más difícil y menos coherente. Y además no es necesario. ¿Por qué le tenemos que mirar el carnet de identidad a nadie?
— En estos momentos económicamente complicados, ¿juega algún papel especial el arte y más en concreto la fotografía? ¿O piensa, como otros, que es una de las materias presupuestariamente prescindibles junto con todo lo que es cultura?
— Bueno… ya lo de materia prescindible en el tema de la cultura me parece grave, en el tema de la fotografía me parece de risa. Porque podemos tener todos un criterio de decir: vamos a aportar algo a esta crisis económica que hay, y vamos a bajar presupuesto. ¿Pero en fotografía? Precisamente creo que es uno de los vehículos que más visibilidad tiene, que menos coste real tiene, que más capacidad tiene de atraer. Hace poco estuve en la Tate y había una exposición mezclada de pintura y fotografía. Y me sorprendió que la gente miraba la pintura con cariño, pero pasaban inmediatamente a la fotografía, y ahí se paraban. Porque es un signo nuestro de identificación. En la fotografía tu ves algo reconocible, aunque sea tratado de manera conceptual, hay algo tuyo ahí. Hay algo que tiene mucho más que ver contigo, que lo otro que es más lejano a ti. ¿Qué la fotografía hoy tenga problema? Mire, si no lo tenía ni en la sociedad americana, en una economía tan privada que cuando llega la recesión económica, precisamente, apoya un programa público, que son las ‘Farm Security’, con gente como Walter Evans, Dorothea Lange, Paúl Strand. Que tenga que ser una economía privada la que apoye lo público, en un momento de recesión, y nosotros que somos, precisamente, una sociedad en donde se supone que estas cosas las debemos de considerar públicas, no apoyemos en un momento determinado ésto… sí me parece una barbaridad. Creo que en ese sentido se está haciendo una mala gestión de la crisis.
— Hablemos del Centro Andaluz de la Fotografía que usted dirige ¿Qué es y qué se propone?
— El CAF es un arma maravillosa con una cantidad de posibilidades increíbles. Y además se da la singularidad que somos el único que existe en España, el único centro público dedicado a la fotografía. Eso nos da una capacidad, un lugar de referencia, que nosotros hemos utilizado. Vamos a ver, yo soy una persona bastante humilde en el planteamiento de las cosas ¡En esto no! Creo que lo que estamos haciendo, lo que está haciendo el Centro, lo que está haciendo la Consejería de Cultura, es de un efecto realmente importante y serio. Yo en eso me siento muy contento pero a la vez muy frustrado porque necesitamos más, hay que hacer muchísimo más. No hemos hecho de la misa la mitad de lo que tendríamos que haber hecho. Pero lo que se ha hecho, se ha hecho, con muchas ganas y con mucha capacidad. Es verdad que no tenemos la capacidad que nos gustaría tener, pero la que tenemos la agotamos al máximo con tal de conseguir las cosas que queremos. Entonces es un arma maravillosa, con una capacidad de trabajo enorme, con equipo joven, bueno, que no tiene nada que ver con lo que se entiende por oficialismo. Al revés, estamos abiertos a todo, cada día estamos intentando inventarnos algo. Creo que realmente es un arma de ilusión para mucha gente y una referencia internacional y en España. Como nosotros creemos que nuestro lenguaje es universal, no somos el club de Mari Pepi, aunque tenemos fotógrafos andaluces como Emilio Morenatti, Carlos Pérez Siquier o Jorge Rueda, lo son porque son fotógrafos universales. Ahora tenemos un proyecto en la red, un proyecto de comunicación, una herramienta nueva que tenemos que utilizar ya que muchas salas en un futuro puede que tengan que cerrar y la red se tiene que convertir en el espacio virtual, tiene que ser la sala de exposición que desde tu casa puedas ver. Aunque no sea lo mismo, lo que no podemos es ser pijos en la cultura. Si con una imagen puedo llegar al fin del mundo, es más importante que admirar que el papel sea Hahnemühler. Hay que ser rigurosos cuando se hacen las cosas pero también hay que ser enormemente generoso para llevarlo a todos los lugares del mundo.
— ¿En qué cree, por tanto, que han beneficiado o perjudicado las nuevas tecnologías a la fotografía?
— Me gusta en esto… no sé cómo decirlo… ser enormemente claro.
Si y no, y también todo lo contrario. Vamos a ver, a mi me parece que las tecnología apoyan muchísimo a la fotografía. La popularización, el hecho de que todo el mundo tenga cámara, tal, tal, tal, tal…, ha democratizado la fotografía de una manera increíble. Y ha hecho que los profesionales se tengan que exigir mucho más, tengan que trabajar mucho más para tener un lugar al sol. Pero dicho esto, a mí también me interesa la fotografía analógica, la fotografía tradicional ¿Qué es lo que pasa? Que se ha destrozado la capacidad de poder mantener el hilo conductor de la fotografía analógica. Si por ejemplo tienes que hacer un libro, ya no es como antes, ahora tienes que digitalizar las fotografías. El proceso de mantener toda la cadena de producción que tenía la fotografía analógica se ha roto. La fotografía digital es la que se está trabajando ahora. Ahora es muy distinto. Pero… ¿Que tienen que ser compatible las dos cosas…? Evidentemente. Cuanto más compatible sean más capacidad vamos a tener de compaginar. Yo lo que sí creo es que la gente joven de hoy debe estudiar algo de lo que son los principios de la fotografía tradicional. ¿Por qué no saber del diafragma o la velocidad? ¿Por qué le salen las fotos verdes y no blancas? A lo mejor un día se les cae la cámara y le sale una foto maravillosa. Porque hoy las cámaras son buenísimas, todos tienen unas cámaras increíbles. Pero deberían estudiar algo de lo que son los tres parámetros básicos de la fotografía. Sin eso no entenderán nunca en profundidad lo que es la fotografía.
— Desde la visión privilegiada que posee de la fotografía ¿La considera un arma cargada de futuro? ¿Hacia dónde vamos?
— Me gusta mucho decir una expresión, que no es mía, no sé si es de Tomás Luz, que viene a decir que el analfabeto de este siglo ya no será el que no sepa leer, será el que no sepa interpretar la fotografía. Vamos a una marcha muy acelerada, tan acelerada que no es controlable. Entonces es un arma cargada de futuro, evidentemente, pero yo no me atrevo a asegurar cómo será el futuro. Supongo que estará muy bien, que será muy positivo. Todo el mundo sabrá manejar el lenguaje. Lo que sí es cierto que no sólo los medios de comunicación sino toda la sociedad mediática tienden a dar un poco de soba para todos. Se pretende que haya muchas imágenes para que no se piense en una en concreto. Entonces ese temor entre Parménides y Heráclito sigue estando en la concepción de la fotografía. Heráclito es lo que fluye, Parménides lo que permanece. Sí creo que hay un intento de que fluya todo con tal de que tú no te quedes con la esencia de las cosas. Y ese puede ser un problema con el que nos encontremos en la fotografía, al menos en la más mediática, en la que vemos todos los días al comprar los periódicos. Hay demasiado flujo de información, y ese flujo de información que, aparentemente lo que da es libertad, es verdad lo que hace es atar a un río, para que tú te deslices por el río, pero en realidad no controles por donde pasa ese río.
— Le he oído decir que siempre hacemos una misma foto, desde la primera que hicimos. ¿Puede explicarme eso un poco más y decirme cuál fue su primera foto?
— Sí, sí. A la gente le parece muy exagerada esa percepción que yo tengo. Evidentemente los motivos son siempre diferentes, pero en el fondo a la hora de componer, a la hora de mirar, uno está buscando siempre esa foto. Esa foto, y quizás lo interesante de la percepción es que uno nunca la llega a conseguir. Los fotógrafos en eso tenemos por un lado un estímulo y por otro una frustración, porque nunca conseguimos lo que queremos exactamente. Cuando uno consigue una buena imagen está contento dos días, al tercer día la odia, al cuarto día la mete en un desván y la recupera a los diez años. Y uno dice ¡Qué bien que yo hice esta foto! ¡Qué me interesa! Pero en realidad, en realidad si te pones a mirar las diez fotos de tu vida todas tienen un enorme hilo conductor, en la composición, en la manera de mirar, en el trasfondo de la temática. ¿Mi primera foto? Mi primera foto fue clave para mí. Tenía una Yashica Minister D, tenía 14 años y con un amigo mío pintor, Enrique Aguirre, en Cádiz, en la playa, un invierno. Y en invierno el mar devolvía a la tierra un montón de muñecas de esas de plástico, de esas desgreñadas, sin ojos, sin las cabezas. Aquello fue una imagen surrealista para mí. Entonces le pedí a mi amigo que besara la muñeca. Y quedó un plano surrealista que era muy de la época, de la influencia de Buñuel… de Ciudadano Kane. Esa imagen se me quedó en la cabeza, y de hecho creo que siempre la llevo en mi mente. Creo que fue la mejor foto que he hecho, haber si consigo otra… ja ja ja.
— ¿Qué le ha aportado y qué le ha quitado ser director del Centro Andaluz de la Fotografía?
— Yo creo que en realidad me ha aportado todo. Me ha quitado la visión directa de las cosas, como periodista que soy. Pero esa mirada no la pierdes, esa mirada la tienes. Otra cosa es que la ejecutes. Si yo he hecho en mi vida, por poner un ejemplo, dos millones de fotos, millón y medio las he hecho con la cabeza y no con la máquina. Sigo haciendo muchas fotografías con la cabeza, algunas con la máquina, pero esa manera de mirar que me aportó el periodismo, esa no la he perdido, esa la mantengo ahí. Lo que me ha aportado el CAF es una visión plural, mucho más generosa, mucho más amplia de la fotografía. Creo que estoy haciendo más ahora por la fotografía que en mis tiempos de periodista que era tremendamente individualista. Era, digamos, muy onanista. Esta es una etapa mucho más abierta.
— Para terminar, ¿qué consejo le daría a alguien que se ha comprado una cámara de fotos y siente el deseo de expresar algo a través de ella?
— Lo primero es que aprenda un poquito de técnica y que luego se olvide de ella. Y que sobre todo mire mucha fotografía. Y otra cosa muy importante es que esté permanentemente experimentando. No hace falta irse a la India o Pakistán para hacer la gran fotografía del mundo, no. En el cuarto de baño de tu casa hay un mundo universal, en donde tú puedes hacer increíbles cosas de fotografía. En tu casa, en cualquier esquina, en el adoquinado de tu calle. El mundo exterior es un mundo salvaje, un mundo salvaje no en el sentido malo, sino en el sentido de que te aporta muchísimo material, muchísima información. Yo creo que todo el mundo debe experimentar con la cámara, aprender con la técnica, que existe el diafragma, la temperatura de color. ¿Por qué sale verde cuando es blanco y blanco cuando es verde? Hay que aprender cosas pero no hace falta hacerse un experto. Lo que hace falta es aprender a mirar. Mirar mucho y aprender a mirar. Y quedarse con la concentración de la imagen. Yo creo que tenemos un mal vicio con la televisión. Somos muy pasivos en la construcción de las imágenes. Yo creo que la fotografía te ejercita la capacidad de congelar lo que se está moviendo a tu alrededor, para hacerlo tuyo. Esa creo que es la gran clave que debe tener un fotógrafo, saber congelar algo que está pasando a tu alrededor para que sea tuyo. Y ahí es donde yo creo que está la capacidad de un gran fotógrafo.
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