La fuerza cromática de lo cotidiano

Diario de las Artes

El autor Sean Scully.
El autor Sean Scully.
Bernardo Palomo

18 de enero 2020 - 04:00

Jerez/SEAN SCULLY CAC MÁLAGA

Tras el impasse producido por la marcha de Fernando Francés del CACMálaga, el centro que dirigía desde su inauguración y que tanta trascendencia aportó al Arte de la ciudad como punto de partida para el esplendor artístico que, ahora, posee, después del proceloso tiempo vivido con el gestor cántabro como segundo en la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía y el Centro inmerso a la búsqueda de un equipo adecuado y una dirección experta, esta exposición es la primera de la nueva época, ya, sin Fernando Francés, al frente. Hay que decir que la misma tiene el magnífico aspecto de las grandísimas muestras que, a lo largo de los años, han recalado en el antiguo Mercado de Mayoristas de Málaga. Se trata de una exposición amplia, esclarecedora, espectacular, de esas que te convencen de principio a fin y que te sirven para un feliz reencuentro con la gran fiesta de la pintura. Una exposición en la línea de tantas como han ocupado una institución que ha conseguido que la capital de la Costa del Sol se convierta en un auténtico referente para el conocimiento del arte internacional.

Aunque Sean Scully (Dublín, 1945) iniciara su carrera pictórica como pintor figurativo muy pronto se iba a convertir en uno de los pintores abstractos más importantes del siglo XX; realizando una abstracción apasionante en la que el geometrismo jugaba, muchas veces, con un expresionismo de conceptos minimalistas. Pero los grandes artistas evolucionan hacia escenarios inesperados y este gran creador irlandés, últimamente, se ha decantado por una exuberante figuración esencial donde la fuerza absoluta del color y la contundencia formal de la pincelada conduce por unos escenarios de aplastante fuerza plástica y supremo apasionamiento colorista.

La exposición cuenta con un doble comisariado, el de Elisabeth Dutz y el de Helena Juncosa, la actual directora del Centro de Arte Contemporáneo malagueño. Esta feliz historia pictórica nos sitúa ante un numeroso conjunto de grandes obras que tienen una base común, la imagen del hijo del artista jugando en una playa. Este simple episodio cotidiano es utilizado redundantemente por el artista para plasmar un desarrollo pictórico lleno de energía y fuerza cromática. La figura del niño, sutilmente esbozada, arrodillado en la arena, haciendo círculos, contrasta con el ritmo y la vibración de unos colores cálidos y limpios, que nos conducen, todavía, a sus obras sacadas de un poderoso expresionismo abstracto. Abstracción y figuración que, lejos de formar fronteras estancas, yuxtaponen sus entidades expresivas para formular una realidad artística superior.

La importante muestra, de más de cuarenta obras, parte de las fotografías que Sean Scully realiza a su mujer y a su hijo jugando en las playas de la Isla de Eleuther, en las Bahamas. Junto a ellas se nos ofrecen unos simples bocetos pintados a rotulador que el artista llenaba de color con poderosas pinceladas expresionistas. A partir de estos bocetos se nos presenta la gran serie de enormes formatos donde la magnitud cromática, el esquematismo representativo del niño en la arena, en ocasiones, la figura de la madre, la artista Liliane Tomasko, esposa de Scully, que observa, en un segundo plano, la escena, nos patrocina una pintura poderosísima que no deja indiferente y en la que la fuerza impactante de la materia plástica y la sutiliza de la mínima representación desencadena una pintura de absoluta potencia visual.

De nuevo, el CACMálaga nos sitúa en las rutas de las grandes exposiciones, esas que desde su inauguración, en el año 2003, nos ha situado en la estela de los artistas más importantes del panorama internacional - Ai Weiwei, Thomas Ruff, Damian Hirst, Thoimas Hirschhorn, Julian Opie, Louise Bourgeois, Olafur Eliasson, Anish Kapoor, Alex Katz, entre otros muchos -, así como los más significativos de la plástica española y aquellos otros andaluces que más expectación levantan actualmente. La obra de Sean Scully nos vuelve a reencontrar con esa felicísima programación de un Centro de Arte que nos ha llevado a lo más selecto de la creación contemporánea.

Imagen de la exposición de Julia Santa-Olalla.
Imagen de la exposición de Julia Santa-Olalla.

Allí donde lo real exige una nueva mirada

JULIA SANTA-OLALLA

Palacio de los Condes de Gabi

GRANADA

De nuevo la Sala Ático del Palacio de los Condes de Gabia asume la función que, desde los años ochenta, ha tenido para que el Arte que se hacía en Granada emergiese con fuerza y ocupara el lugar privilegiado en el contexto general del Arte español que ahora tiene. Con esta exposición de la joven Julia Santa-Olalla se repite esa feliz historia por la que a un artista de los que empiezan, de esos que demuestran propuestas expectantes y que tantas veces han aparecido en Granada, se le patrocina una exposición que le sirva para respaldar su obra, para darla a conocer, para motivar, para abrir caminos y ofertar el testimonio de un trabajo que, como es el caso que nos ocupa, desencadena claras proposiciones de un futuro muy, muy esperanzador. En esto, la Diputación granadina, a lo largo de los años y sin solución de continuidad, ha mantenido un rumbo seguro y una confianza en lo artístico digno de admiración. Por tanto, acierto de nuevo, en la labor que se lleva a cabo en la institución provincial en torno a una plástica necesitada de buenos argumentos y ayudas.

En este sentido hay, asimismo, que insistir en lo que se realiza en la Facultad de Bellas Artes, convertida desde hace tiempo en una verdadera "factoría" desde donde salen artistas con vocación de futuro, como ocurre con Julia Santa-Olalla, formada en la Facultad que, ahora, de nuevo dirige Francisco S. Montalbán y que predispone los argumentos necesarios para que los jóvenes artistas consigan los estamentos para una futura profesión segura y en abierta expansión.

La exposición nos sitúa en los medios de una plástica ecléctica, allí donde la figuración comienza a perder muchas de sus concreciones y lo abstracto abre sus horizontes para marcar posibles evocaciones o disponer nuevos sentidos. En la obra de Julia Santa-Olalla lo mínimo envuelve de misterio la realidad; la no presencia nos hace discurrir por horizontes que suscitan mensajes velados, sin palabras ni gestos perfilados. La artista granadina potencia los criterios de la duda, suspende lo real inmediato para administrar nuevas sensaciones a lo que se presupone como realidad mediata. En ese ramillete de obras, acertadamente dispuestas en la sala alta del palacio de la Plaza de los Girones, los paisajes distópicos acentúan sus perfiles; en ellos los objetos no ocupan sus lugares habituales y los personajes aparecen entre nebulosas que distorsionan sus típicos registros al uso.

En la pintura de Julia Santa-Olalla se concede una nueva dimensión a lo real; en ella todo queda difuminado por nuevas exigencias donde la mirada adocenada de la normalidad poco tiene que decir ni asimilar. Sus obras requieren puntos de vista claros, no contaminados porque la neblina de una duda, muy bien posicionada, crea una nueva inquietud para que todo ocupe un lugar diferente.

Además, a diferencia de lo que suele ocurrir con los jóvenes artistas que buscan horizontes personales y lenguajes únicos aunque escasamente planteados, Julia Santa-Olalla domina la forma plástica, concede importancia al elemento compositivo y a la estructura artística. Sabe argumentar con intención pictórica un concepto perfectamente concebido. Es, por eso, una artista con mucho poder convincente gracias a un trabajo que no resulta de esas vacías experiencias con poca enjundia artística.

De nuevo, el Palacio de los Condes de Gabia patrocina un buen proyecto artístico de una autora con infinita proyección.

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