La gran y sabia escultura
EN estos tiempos de pertinaz sequía expositiva producida por la contumaz crisis económica, esa a la que acuden los gestores para justificar la ausencia de actividades culturales, es absolutamente digno de destacar y muy edificante encontrarnos exposiciones de nuestros más significativos artistas. Y Sylvain Marc lo es. Lo lleva demostrando desde hace muchos años, consiguiendo dotar a la escultura de su más trascendente dimensión, de su sentido plástico más determinante y de su potencial estético más emocionante. Es, por tanto, esta muestra algecireña doblemente significativa. Por un lado, asistimos a un episodio artístico que justifica que, también, cuando no hay de dónde sacar, se pueden hacer cosas importantes y no reducir la cultura a la nada más desapasionada. Y, además, es el encuentro feliz con la obra de uno de los más acertados artistas, un escultor puro que hace grande a la escultura y que, como se dice ahora, pone en su justo valor la noble y difícil manifestación plástica de uno de los grandes estamentos artísticos, el escultórico.
La escultura de Sylvain Marc es un sabio ejercicio de pulcro dominio de la materia, la perfecta manipulación de los elementos matéricos al servicio de una idea artística, un compendio de situaciones definidas desde los amplios márgenes de la materia plástica y que abren todo tipo de perspectivas significantes cuya máxima particularidad es la esencia, la pureza expresiva, el concepto sabiamente positivado con el mínimo y justo gesto creativo.
Una muestra de Sylvain Marc es el encuentro total con el mayor sentido de la escultura. En su obra se plasman los postulados de un ejercicio plástico absoluto, un desarrollo artístico sin trampa ni cartón; su trabajo encierra los grandes planteamientos de la escultura tradicional, entendiendo esto como pulcra intervención de la materia, como realidad física sabiamente acondicionada en fondo y forma, como registro de una plástica a la que hay que dotar de sentido material para, desde ahí, conformar modos de expresión con mayor entidad artística. Por eso, la escultura del artista nacido en Francia y vecino desde hace años de La Línea no deja indiferente. El espectador se siente atraído por la calidad de la materia, se ve convencido por un trabajo exacto, determinante y lleno de limpieza formal. A partir de él, se adentra en una espiral de formas, de gestos expresivos, de emociones, de situaciones llenas de esencialidad, de mínimos registros que abren máximos horizontes.
La exposición mantiene vivas todas las expectativas que levanta siempre la obra de este artista total y nos conduce por obras conformadas desde la pureza de una plástica determinante, variada y llena de sentido. En sus esculturas, el elemento generador se impone inquietante, abriendo perspectivas para que la mirada conduzca hacia las más abiertas emociones que la escultura patrocina, hacia la expresión sugeridora del arte por el arte.
De nuevo nos encontramos a un Sylvain Marc dominador de las complejidades escultóricas, conocedor de los infinitos caminos que la materia proporciona para que por ellos se llegue a la esencia máxima de una emoción plástica que el artista propone acertadamente y desarrolla con seguridad y trascendencia.
Una vez más podemos decir que Sylvain Marc es uno de nuestros más sabios activos de la escultura, ese difícil juego de intenciones artísticas con el que tan pocos hoy se atreven.
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