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La historia del primer copista de la Virgen de Guadalupe

Juan Correa, mulato y nieto de una gaditana, se hizo con un nombre pese a su condición étnica

V. León / Cádiz

06 de diciembre 2010 - 05:00

El prestigioso pintor mexicano Juan Correa (1646-1716), a quien acaba de atribuírsele la autoría de los dos lienzos hallados en La Oliva, era nieto de una gaditana. No fue éste el cebo que atrajo su obra a la provincia, a Vejer, sino el enorme prestigio del que se hizo merecedor el cotizado artista y el empecinamiento de algún devoto que la importó para donarla a la Virgen.

Su historia no es sólo la de uno de los pintores que mejor representan el arte del pincel en el último cuarto del siglo XVII novohispano, sino la de un artista cuya condición étnica -era mulato- no le impidió en aquellos tiempos hacerse con un hueco de honor en el panorama artístico y cultural del momento.

Fue nieto de Juan Correa, de la Villa de Albacete y de Juana María, nacida en Cádiz, quienes emigraron a la Nueva España. Allí nació su padre, el conocido cirujano Juan Correa y su madre, Pascuala de Santoyo, una morena libre que, antes de casarse con el médico, tuvo cuatro hijos ilegítimos como esclava, de un caballero de Santiago llamado Alonso de Santoyo. Al morir éste le dejó una considerable fortuna que le sirvió para comprar la libertad de la familia.

Pero la etnia del pintor, que quedó registrada en varios documentos en que se le denomina "pardo", es decir, mulato, no le apartó de una brillante carrera. Fue discípulo de Antonio Rodríguez y funcionario de su gremio. Su obra rebosa de conocimientos humanistas propios de la alta cultura, argumentando desde sus creaciones el pleno manejo y conocimiento de las teorías eruditas del momento.

De ella dice la investigadora Elisa Vargas Lugo que rompió un esquema generalizado ante la imposibilidad de "alcanzar ciertos niveles dentro de la sociedad novohispana si no se era originario de España". A lo que añade que "fue nada menos que uno de los pintores que más lienzos realizaron para la Catedral Metropolitana", considerada la galería de arte más preciada y ambicionada por sus coetáneos.

Como gran devoto de la Virgen de Guadalupe, se convirtió además en todo un promotor de su culto, convirtiéndose en el pintor guadalupano por excelencia. De hecho, fue el primer artista novohispano al que se le permitió realizar un calco en papel aceitado de la auténtica imagen de la Guadalupana, exportando numerosos cuadros del tema por el mundo.

En México se le conoce una amplia producción, casi toda repartida por las iglesias y la Catedral. El resto se encuentra en importantes pinacotecas como el Museo Nacional del Virreinato, el Museo Franz Mayer, La Pinacoteca Virreinal de San Diego o el Museo de Santa Mónica, entre otras. También contamos en España con varias obras suyas, aparte de estas dos últimas incorporaciones a su amplio catálogo. Su firma aparece así en el Museo de Antequera, en la iglesia de San Nicolás de Bari en Sevilla, una en Navarra y en una colección privada en Cataluña.

Entre sus grandes aportaciones destaca la incorporación de angelitos novohispanos, es decir, morenos o "de color quebrado", como se decía, con lo que quiso manifestar plástica y públicamente la igualdad espiritual de la condición humana, erigiéndose como un sello característico de su obra.

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