"Ni los hombres son un premio ni las mujeres no pueden ser amigas"
La autora isleña publica 'Laila Winter y los Señores de los Vientos' (Almuzara), la segunda parte de su saga juvenil. Una historia que, afirma, le ha ido saliendo "del tirón" y que dará para una tetralogía
Los Señores de los Vientos son piratas rebeldes en el reino de Aïrie. Los reinos de Laila Winter, los reinos sobre los que escribe Bárbara G. Rivero, son mundos de hadas alejados del azúcar. Cerca de la imagen común que tenemos de los seres clásicos de fantasía pero muy lejos de su arquetipo. O, al menos, de la concepción que ha terminado imponiéndose. La escritora isleña acaba de publicar el segundo volumen de las aventuras de la chica del pelo verde: una historia que ha conseguido hacerse un hueco gracias a esa irrealidad tan real que son los foros de Internet.
-Joulupukki, el jovial duendecillo antecesor de Papa Noel no era, en origen, jovial ni duendecillo. Era la cabra del solsticio: un ser horrible que no otorgaba regalos, sino que los exigía. Este proceso de dulcificación parecen haberlo vivido muchos seres del folklore. Es una pena, porque son criaturas mucho más interesantes sin adulterar.
-Lo cierto es que tampoco he querido que fuese mi mundo de hadas tan terrible, pero sí me parece que una sociedad condenada a ser inmortal tendería hacia lo malvado o, al menos, hacia la aventura. Uno no tendría nada de lo que preocuparse. Sería la actitud lógica, sobre todo, después de un tiempo repartiendo bondad y recibiendo más de un palo. Y no sería por tomar represalias sino por decir: me voy a dedicar a mí misma y hacer lo que me gusta. La tendencia natural sería hacia el mal. Y los reinos de hadas eternos e inmortales que presento también se ven sumergidos en esa decadencia: se pueden dedicar a sus intrigas de poder, robos a los humanos y travesuras. En leyendas de otros países, normalmente, las hadas son terriblemente crueles, no suelen ser bondadosas. Para colmo, las hadas que se portaban bien daba la casualidad de que cocinaban muy bien, hacían sus labores... las otras vivían en cuevas y hacían mil perrerías. Incluso en las leyendas oscuras irlandesas, el papel de la buena mujer es el de la sacrosanta esposa.
-Están las leyendas de estilo Melusina, con sirenas y mujeres focas casadas con humanos. Tienen un mensaje muy claro: la mujer ha de perder su esencia para transformarse en madre y esposa y, la única manera que tiene de volver a ser ella misma es dejando eso atrás.
-Continuamente se nos lanza el mensaje de que nosotras somos capaces de darlo todo por la recompensa que supone el varón. Los cuentos no cuentan que el príncipe lo mismo es una rana. A menudo me preguntan por qué en mis libros no hay hombres, pero sí que los hay: ocurre que no son protagonistas, y eso extraña. Para mis protagonistas, además, el amor no es el fin de sus vidas. Ellas tienen otros mundos que salvar y han de conocerse a sí mismas, porque es entonces cuando de verdad llega el amor real, cuando uno se conoce lo suficiente para saber qué necesita y separar la morralla de su vida. No te puedes imaginar hasta qué punto estamos las mujeres influidas por el comportamiento que se espera de nosotras, transmitido también a través de los mitos: son un montón de capas que hay que quitarse. Cuando uno se encuentra consigo mismo a gusto, no es tan bonito el mundo, pero sí muy cómodo. La gente no te sorprende tanto, no te hace daño.
-El mustang rosa de la historia es toda una declaración de intenciones...
-Sí, de independencia. El mustang me sirve para decir que ninguna de mis protagonistas necesita estar supeditada al hombre o deseosa de que le toque el premio gordo de un novio. El rosa lo escogí porque no quería que fuesen completamente lo contrario al arquetipo de hada al que estamos acostumbrados. Ellas hacen lo que les da la gana, tanto con el coche como con sus ropas. No les importa lo que puedan pensar los demás. Todo lo contrario de lo que le pasa a Laila en el colegio, pendiente siempre de ver si la quieren los demás, si la aceptan.
-¿Qué cualidades debería tener una heroína 'riveroniana'?
-Sobre todo, la amistad y la sinceridad. Con eso se llega a todas partes. Y yo creo que, en realidad, si las cosas en tu vida no las llevas con mala intención, la vida no suele portarse mal de todo, aunque haya sinsabores y decepciones, claro. Es más corriente que las cosas tiendan hacia el bien que hacia el mal.
-La amistad femenina es una rara avis de la narrativa.
-Todavía lo es. Da la sensación de que es algo que no puede existir, de que las mujeres están condenadas a ser rivales, y por un hombre. En este sentido, parece que nos hubieran hechizado. Desde pequeñas, nos han dicho que los hombres son la recompensa: "Ten cuidado, que si no, no te vas a casar","Como sigas así no te vas a echar novio"... Frases de ese estilo, tenebrosas. Es como te he dicho, como una especie de encantamiento. ¡Y nos lo han lanzado nuestras propias madres! Eso fomenta la competitividad por el premio, claro, y que parezca que nunca podamos ser amigas entre nosotras. Pero esos preceptos son falsos: ni los hombres son un premio ni nosotras no podemos ser amigas. Pero hay muchísimos condicionantes metidos, aún queda mucho para superar esto.
-Hay un tercer libro, más oscuro, entre bambalinas. Y parece que las aventuras de Laila Winter van a dar para una tetralogía. ¿Pensó en la historia como en una saga?
-Yo creí que no iba a ser capaz de escribir más de un libro, la verdad. Pero luego la mano iba sola: la historia iba surgiendo del tirón de mi cabeza. Al final ha salido una historia que, o se presentaba en trilogía con cuentos aparte, o se construía como una tetralogía. Pero, si las cosas van mal... ¡habrá que seguir!.
-Tengo que hacerle esta pregunta: ¿era la freakie del colegio?
-Por supuesto. Aún lo soy: la freakie del hospital.
También te puede interesar