Memoria de los árboles

Arboreto salvático | Crítica

Tratado botánico y ‘arboretum’ para la vida, el escritor y militar Mario Rigoni Stern nos revela el acervo cultural de veinte árboles  

Con Eñe de España

El escritor Mario Rigoni Stern (1921-2008).
El escritor Mario Rigoni Stern (1921-2008). / D. S.
Javier González-Cotta

13 de octubre 2024 - 21:10

La ficha

'Arboreto salvático'. Mario Rigoni Stern. Gallo Nero. Traducción de Blanca Gago. Prólogo de Paolo Cognetti. 152 páginas. 18,50 euros 

Decía Lope que “por doquiera que el hombre va lleva consigo su novela”. El italiano Mario Rigoni Stern (1921-2008), natural de Astiago (altiplano del Véneto), llevó consigo su novela y también su árbol. Militar y escritor, en El sargento en la niebla trazó su particular expurgo en estas memorias de guerra. No vivió la Gran Guerra, aunque su infancia sí asistió a la devastación del paisaje natal, secuela de las sangrientas batallas del Isonzo y alrededores entre italianos y austrohúngaros. En la Segunda Guerra Mundial combatió en Francia, Grecia y Rusia. Fue confinado en un campo de prisioneros y al año y medio regresó a pie a su pueblo natal.

El vínculo vital y personal con los árboles se forjaría ya en la niñez, con la citada devastación del entorno en el que el autor creció, lo que llevó a sus paisanos a repoblar con abetos lo que el martirio había asolado en las montañas. Arboreto salvático lo escribió Rigoni Stern a una edad ya ebria, con setenta años. El título alude a lo que de salvífico tuvo para él su particular denuedo por plantar árboles. La cura de la tierra le confería a su vez otra cura interior. El paisaje, cuando su halo nos alcanza, es también la forma en que nos humanizamos de fuera a dentro

Arboreto salvático es, pues, un tratado botánico particular. El autor muestra su comunión con los árboles. Recuerda Paolo Cognetti en el prólogo que el alerce y el abedul fueron los ejemplares predilectos del autor. El alerce, tan pródigo al sur de los Alpes, es el árbol del aire, la luz y el cielo y alcanza su belleza más en solitario que en conjunto. El abedul, su otro árbol favorito, le recordaba a Rusia, en cuyos predios había combatido con un sufrimiento que el tiempo absolverá como redención. Para los rusos el abedul es el símbolo de la Virgen y de la esposa (fecundidad, nacimiento). Rigoni Stern halló en la cultura rusa su propia literatura de adopción (los campos de Tolstói, las batidas de caza de Turguénev, los jardines de Chéjov). 

Si el haya construye y conserva el bosque, el serbal aleja los malos espíritus y las brujas, mientras que el tilo es el árbol de la justicia a cuyo alrededor se reunían los sabios. En su arboretum, memoria de la vida y la naturaleza, también conoceremos las enseñanzas que abrigan los chopos, los olivos, los manzanos, las moreras, los tejos, los robles, las secuoyas o los tilos. 

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