Del peine rosa a las mil reapariciones

El Torta, durante un instante de la presentación del disco 'Momentos' que tuvo lugar en Villamarta.
El Torta, durante un instante de la presentación del disco 'Momentos' que tuvo lugar en Villamarta.
Fran Pereira Jerez

02 de enero 2014 - 01:00

Rebelde, osado, frágil, tímido, imprevisible...Juan Moneo Lara no era un tipo cualquiera, era una persona de extraordinaria naturaleza física y con un corazón grande. "Si grande era como artista más lo era como persona", reiteraban ayer una y otra vez los que le conocieron. Su vida desordenada, en cambio, le privó de alcanzar cotas mayores y por ende, le permitió protagonizar situaciones históricas que hoy día aún se conservan en la memoria de muchos aficionados.

La más recordada llegó a principios de la década de los noventa cuando en plena Fiesta de la Bulería sacó un peine rosa del bolsillo para acicalar su entonces poblada cabellera. Aquel inolvidable discurso de 'Jerez tiene que escuchar el cante bueno. Porque no quiero hablar... Aquí falta La Paquera, y Manuel Moneo, y Luis de la Pica, y el Capullo", relataba ante una plaza de toros a rebosar y vibrando con cada cante y discurso. "Así soy feliz", decía entre el jolgorio de un público entregado.

"A El Torta sólo lo supera El Torta", decía una de las innumerables crónicas que durante su dilatada trayectoria cargó a sus espaldas. Sin embargo, sus seguidores nunca dudaron de él, conscientes de que "puede cantar mejor o peor, pero en cualquier momento salta la chispa".

De pequeño quiso ser torero, confesó en alguna que otra entrevista, como también reivindicó en más de una vez su desencanto por no haber podido ser "carrerista de motos".

Juan hablaba siempre con orgullo de su amistad con Camarón, y presumía de que "el monstruo", como le calificaba, "no quería cantar conmigo, me respetaba". Cuenta en otra aparición que "me llevó al Rocío y allí se partió la camisa. Está escrito en un libro. Me dijo sí, tú puedes cantar mejor que yo en un cuarto, pero tú eres El Torta y yo soy Camarón".

Ese ratito lo aludía constantemente, "cualquiera en mi lugar se moriría feliz", al tiempo que contaba con la misma satisfacción que Lola Flores en El Rocío "esperó a que yo le cantara para bailar".

Pero si algo marcó la vida de Juan fueron sus reapariciones. Sus continuas recaídas y filtreos con el mundo de la droga le llevaron "a dormir en las calles, sobre cartones, en los matorrales, junto a los mendigos que se ponen en El Mamelón. Salía igual en pijama que en calzones blancos, lo que quería era eso. Estaba tirado".

Quizás por todo ello sus letras alusivas al tema calaron hondo entre sus seguidores, convirtiéndose en unas de las más populares. Juan reapareció en 2002 tras pasar un año ingresado en un centro de rehabilitación por las drogas y volvió a hacerlo años más tarde, en 2007, con motivo de la grabación de su último disco en solitario.

Dentro de sus múltiples frases El Torta se marchó con algunas lapidarias como "si no hay locura no hay arte", o una algo más clásica como "si no sufres no cantas bien" y de su última etapa destacaron sus duelos históricos con Capullo, dos nombres propios de la última época del cante jerezano.

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