Por las piedras hirientes de la cultura

Jesús Rodríguez presenta en los Claustros su obra 'La viña, la bodega y el viento' (Renacimiento), una recopilación de artículos e historias que busca mantener vivas las costumbres del campo

A. Cala / Jerez

10 de noviembre 2012 - 05:00

Desde la corraliza (lugar cerrado donde se tienen animales domésticos) ve el costero (jornalero encargado de ir al pueblo para comprar aquello que le demandan los trabajadores del cortijo) el lubricán (momento del atardecer dotado de una luz que difumina los perfiles de las cosas). Amenaza lluvia. Cerca del camino de piedras hirientes (denominación que se da en Jerez a las piedras redondeadas que, unidas con cemento o tierra compactada, sirven de pavimento) está apostado el liño (hilera de cepas que forman calles en la viña). Cae la noche. El dulce paseo finalmente dura menos que 'la volá de un cuervo viejo'. Sólo unos minutos en la inmensidad del paisaje.

Y así surge un microrrelato, construido con palabras y frases que no se identifican en medio de un atasco en la ciudad, y que se manejan, sin embargo, con facilidad en la campiña. 'La viña, la bodega y el viento' (Renacimiento) es una recopilación de artículos del jerezano Jesús Rodríguez aparecidos en Diario de Jerez con esta temática análoga, la viña o la bodega. "Los hilos conductores de cada una de las historias -más que artículos porque siempre aparece algún personaje que utilizo con frecuencia- son el campo y el vino", cuenta el autor. Con un lenguaje tal cual pronuncian sus protagonistas, con h aspiradas y z bien remarcadas, "ya que el acento no se puede impostar, si queremos que el lector escuche al personaje".

El libro refleja la bodega y la viña que fue, y en otros casos la que ahora mismo es. "En todo, -comenta- hasta cuando se cuenta lo que es, tiene un punto de lo que fue. De oficios y palabras del campo que se han perdido y que se pueden identificar en el glosario que está al final de la obra". Términos y frases muy descriptivas, que dan en la diana de lo que se quiere decir. "El objetivo es que estos conceptos no se pierdan y se sigan utilizando. Y este libro, además de darle estética a lo que se escribe, creo que a ese respecto hace una buena labor. Es importante mantener viva la historia, cultura y costumbres de Jerez", subraya Rodríguez.

Al acto de presentación de la obra, introducido por el poeta José Mateos y celebrado ayer en los Claustros de Santo Domingo, acudió, además del autor, el obispo de Jerez, José Mazuelos Pérez. La recaudación del libro irá destinada en su totalidad a la Fundación Jaime González-Gordon.

Frasquito y Don Ginés de Almansa van retratando a lo largo de la obra el perfecto maridaje entre el vino y la viña, la bodega y el viento. "Pero cuando -añade Rodríguez- esta generación de gente de campo desaparezca, con ellos se irán estas palabras. Un conocimiento, una cultura, que me llegó -y aunque reconozco que hay algo de neurosis en esto-, por hablar con la gente del campo, a quien yo muchas veces busco. Y tomo nota de todo lo que me dicen. Un lenguaje riquísimo que me ha atraído desde siempre, porque también he vivido temporadas en el campo. Nuestro lenguaje andaluz, con estas palabras, se convierte en el más rico de España".

¿Y qué ocurre con la bodega? "De un recinto familiar -dice-, la prolongación de la casa, ha pasado a ser un recinto industrial. También cambia entonces la sensación del trabajador respecto a su empresa. De ahí las disputas antiguamente entre los trabajadores de las bodegas por ver quién hacía el mejor vino. Ya no es tu casa, tu familia, es quien te paga. Y en el campo, con las subvenciones, el sentido de unión a la tierra se ha perdido. Hay quien siembra ya pensando en no recoger".

"Escribidor de domingos por la mañana" y jurista, como a él le gusta definirse, Rodríguez recuerda que cultura y cultivo tienen una misma raíz y que los grandes descubrimientos "vienen casi siempre del mar, pero las grandes obras del pensamiento vienen de la gente del campo, Cicerón, Virgilio...".

Urbanitas que no quieren vivir en el campo, y amantes de la naturaleza que rechazan la ciudad. Ninguno gana, ninguno pierde. Los primeros son más cosmopolitas, pero los segundos serán siempre más sabios.

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