La pintura hecha más pintura
CUANDO María Luisa Rey expuso en la Sala ArteaDiario estábamos convencidos de lo que hacía. Su pintura se presentaba muy bien confeccionada, no se dejaba llevar por las ataduras de las concreciones y las imitaciones simples o igualatorias. Se observaba en su trabajo que tenía resolución en la ejecución, que no se retraía a la hora de disponer la pincelada, que era valiente y acertada en los tratamientos cromáticos y que, tampoco, la amilanaba plantear cualquier situación representativa. Estábamos, pues, ante muchas de las exigencias para que un pintor desarrollo su trabajo con rigor y seriedad. Por tanto, la pintora de Arcos constataba, sin fisuras, que ya estaba en la posesión de ese hipotético aval de buen hacer para afrontar, con solvencia, cualquier situación pictórica que se le plantee.
Desde aquellos días de su exposición jerezana, ya la hemos visto en varias ocasiones y en todas nos ha seguido convenciendo. Además la vemos segura y llena de ese espíritu apasionado de cuando la descubrimos. Ahora presenta la obra en la Sala Municipal de Conil, buen sitio para llenar de contenido cultural los veranos playeros - tan prosaicos y faltos de ese necesario acento que compagine el asueto corporal y el espiritual - y que, estamos seguros, nuestra zona es el lugar más apropiado.
La exposición nos transporta a esa pintura tan pasional que María Luisa rey plantea con tanto entusiasmo. Figurativismo valiente donde la expresión domina a la ilustración, donde la potencia transmisora está por encima de los estáticos postulados de lo meramente copiado, donde la pincelada se convierte en gesto poderoso para romper la mera transmisión representativa y donde lo formal acusa más determinación que la simple argumentación visual.
María Luisa Rey se siente muy cómoda en los trabajos de poder, saber muy bien pelearse con los soportes, con los modelos y con las formas. Ella es de toros duros y peleones y no de moruchos de carril. Se enfrenta a la realidad con poderío, no renuncia a las dificultades. Plantea el desarrollo plástico con fuerza, con contundencia; potencia el sistema representativo dentro de unos desenlaces materiales extremos, con gruesas pinceladas, mucha pintura y acertada conjunción de los elementos estructurales; así la vemos muy a gusto en los formatos grandes, en las resoluciones ilustrativas expresionistas. Su pintura convence por su impacto formal, por la fuerza visual del planteamiento matérico, por la dureza de la realidad representada.
Los modelos de la pintura de María Luisa Rey traspasan los límites de lo real, asumen un nuevo sentido figurativo, son plástica y visualmente más reales, más objetos; son más paisajes, más retratos; en definitiva, más pintura.
Buena oportunidad la que se nos presenta para contactar, una vez más, con la obra apasionante y apasionada de una pintora que nos transporta a los extremos de la realidad, que ofrece un guiño total a la expresión y que nos hace volver a sentir que la pintura figurativa tiene muchos más perfiles que los que la mirada desentraña.
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