"Mi primer libro llegó a ser un best seller en la cárcel de Alhaurín"
El autor, que estuvo afincado en Jerez durante años, publica 'Traficantes', continuación del exitoso 'Los contrabandistas del Estrecho', fruto de nuevas 'infiltraciones' en grupos de contrabandistas y narcotraficantes
Rafael Rosselló Cuervas-Mons nace en 1956 en Avilés (Asturias) aunque a muy corta edad se traslada a vivir a El Puerto y a Jerez. Como capitán de la Marina Mercante ejerció su profesión al mando de diferentes buques y, posteriormente, en la inspección marítima y la dirección de empresas navieras, hasta que dejó su profesión para escribir y dedicarse a la Editorial Zeppelin. Ha vivido en diferentes países, entre ellos Marruecos, donde estuvo casi cuatro años, y ha colaborado esporádicamente en diversos periódicos y publicaciones. Su primer libro vio la luz en 2002, 'Cartas y crónicas de un loco', una serie de narraciones cortas que se edita bajo el título de 'Historias de pluma y tintero' en el que participan otros escritores consagrados en el mundo de las letras como Laura Esquivel, Carmen Posadas, Mario Benedetti o Bosco Ussía. En 2003 sale al mercado su primera novela, 'Los contrabandistas del Estrecho. La ruta del hachís', que fue un éxito editorial en España y en otros países. Ahora llega con 'Narcotraficantes', con el objetivo de contar "sólo la verdad". En estos momentos, su vida transcurre entre Marbella y Rabat, pero siempre busca alguna excusa para visitar la provincia de Cádiz.
-¿Por qué tanto empeño en el mundo que rodea al hachís?
-Porque me fui a vivir a la Costa del Sol y conocí a un argelino que se dedicaba al tráfico de hachís. Me interesó el tema y estuve tres años introducido en estas organizaciones que trafican de Marruecos a España, por eso las cosas que cuento en 'Los contrabandistas...' son tan reales, aunque luego escribí una novela que no tenía nada que ver, 'Las sendas del papel'. Y 'Traficantes' es la segunda entrega de 'Los contrabandistas...', aunque son independientes. Continúa un poco la historia de mi personaje, Juan, aunque en un mundo más siniestro de los traficantes de drogas. De hecho, aquel argelino murió de un balazo en la cabeza.
-¿Qué diferencia a esta novela de su primera parte?
-Tienen en común la veracidad, están basadas en hechos reales. En la primera me centro más en el contrabandista de hachís y ahora, en los narcotraficantes. Hay que saber diferenciar una cosa de otra: los contrabandistas antes hacían tabaco y no consideran al hachís más malo que el alcohol. Pero al ser considerado una droga sube de precio y eso hizo que los narcotraficantes cogieran ese hachís y lo intercambiaran en el norte de Europa por drogas de diseño. En esta segunda parte el hampa es más organizada, más siniestra, hay asesinatos, ajustes de cuenta... Todo esto lo ha generado la prohibición del hachís, que hace 20 años no valía nada y ahora es un negocio. Es absurdo, por ejemplo, emborracharse de manera legal. Es una metedura de pata, hay que buscar la solución menos mala. Un ejemplo: por supuesto que los piratas que han secuestrado el 'Alakrana' deben estar en la cárcel, pero no es el momento de traerlos a España, deben servir de moneda de cambio para salvar a esos marineros. El juez Garzón, por una cuestión de estatus y salir en el papel cuché, se ha convertido en el Paquirrín de los jueces, está fastidiando un problema de Estado. Creo que puede haber negociación. Y como esta metedura de pata, el problema del narcotráfico es mayor del que había por meter en un mismo saco a personas y sustancias diferentes a otras.
-¿También se introdujo aquí en las bandas de narcotraficantes?
-Sí. Hablo francés, entiendo el árabe, soy marino y para mí era fácil. Siempre les hacía falta para algo. Cuando cogen confianza ya te empiezan a contar la verdad.
-¿Pero les extrañaría que usted estuviera ahí de observador?
-No, entré más por amistad de aquel argelino al que mataron. Luego caí bien a toda esta gente. Lógicamente, luego sabían que todo esto desembocaría en unas novelas pero siempre con el trato de que no iban a ser biografías de nadie. Sólo se da a conocer ese mundo y a las personas que están dentro, que no todos son tan malísimos como se cree.
-Hombre, ¿pero no es muy legal lo que hacen?
-Algunas son personas muy normales. En este país, en España, ha habido contrabandismo toda la vida y hay familias de mucho prestigio de esta zona que se hicieron ricas con el estraperlo, sin nombrar a nadie. Lo que pretendo es mostrar que no todos están en la misma escala. Dentro de este mundo hay otros paralelos que no son los que nos cuentan el fiscal o la policía. Por regla general no tiene nada que ver con la realidad. Lo estamos viendo en estos casos como el Malaya, en los que se filtra a la prensa lo que interesa, pero no cosas como que en este último caso había 20 secretarias que no tenían culpa de nada que estuvieron cuatro días encerradas en un calabozo inmundo, y que tenían que hacerse las necesidades prácticamente encima, que tienen secuelas irreparables, y nadie se ha preocupado por esas barbaridades que hizo el juez Torres y el fiscal anticorrupción, Juan Carlos López Caballero. Pero claro, éste es un país de charanga y pandereta y de poner etiquetas. Aquí lo que hago es contar la verdad, tanto de los que son contrabandistas y lo que hacen es ganar un dinero ilegal como se ha hecho toda la vida, como de los que son unos asesinos. Hay que juzgar a las personas según su infierno.
-Imagino que serán lectores suyos.
-Sí (risas), mi primer libro fue best seller en la cárcel de Alhaurín. Se lo pasaban de galería en galería. De hecho, se ha traducido al italiano a través de un preso. Y ésta última novela también anda por la cárcel.
-¿Ha corrido peligro en estas aventuras?
-No, todo eso es mentira. Los que dicen que están amenazados por escribir un libro de la mafia, es mentira. Si se los quieren cargar se los cargan, y sin amenazas previas.
-¿Qué tiene Marruecos?
-Engancha, aunque no es para vivir todo el año, pero todas formas es que me gusta compaginarlo con otros lugares, otros países. Soy un culo de mal asiento, me horrorizaría tener una casa durante 20 años.
-¿Y el mar?
-También engancha, aunque la vida en un barco es muy dura. Es una profesión que tiene una edad para ejercerla y otra para dejarla. No se puede tener una vida familiar normal. Lo mejor es que se viaja mucho y se conoce a muchas personas. Estudié marino porque era la carrera más aventurera que había.
- Y si no hubiera sido marino...
-Hubiera sido pianista.
-¿Y un pirata del siglo XVII?
-Ya lo he sido (risas), más o menos, por eso de estar en la mar y de salir y entrar en puertos complicados.
-Y ya que estamos, ¿contrabandista?
-No. Lo hubiera hecho bien, pero mi misión es escribir.
-¿Qué quiere ser ahora?
-No me considero un Premio Nobel, ni un escritor, sólo quiero ser un narrador de historias.
-¿En qué se va a 'infiltrar' ahora?
-Hay una tercera entrega para el próximo año y tengo un proyecto muy bonito en torno a la vida de los gitanos. Pero bueno, sí es cierto, estoy infiltrado en algo, pero no se lo voy a contar.
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