El retorno de la buena escultura
Diario de las Artes
GRUPO TEBRO
Sala Antiquarium
SEVILLA
La exposición que se presenta en la sala Antiquarium, en el centro neurálgico de las Setas, junto a los restos arqueológicos que tanto hicieron durar de las obras de la Plaza de la Encarnación, es tremendamente bien recibida porque no es habitual, hoy en día, una muestra de escultura. Hace algunos meses, en la misma, también pudimos encontrar una muy buena comparecencia de Enrique Ramos Guerra, el gran y veterano escultor que Sevilla tiene y al que nunca se le ha tratado con la consideración que su obra posee. Ahora llega una cuidada presentación del Grupo TEBRO; un grupo adscrito al Departamento de Escultura e Historia de las Artes Plásticas de la Facultad de Bellas Artes sevillana que se esfuerza, con decisión, porque la gran escultura siga manteniendo el estatus que siempre tuvo. Y es que, a pesar de que la escultura ha sido una de las tendencias artísticas de mayor nobleza de las Bellas Artes - la historia lo demuestra -, en el contexto general del Arte Contemporáneo, quizás por su escaso uso, podría considerarse, la hermana pobre de las expresiones artísticas. Si se deja a un lado las obras religiosas que encargan las múltiples asociaciones parroquiales, las hermandades y las cofradías, esas que, ahora, tanto proliferan, algunas no sabemos muy bien por qué y para qué - hoy existe un culto ficticio a los esplendores semanasanteros, que se traducen en muchos encargos de obras, con resultados, bastantes, de dudosa calidad -, la escultura es una rara experiencia que hace pensar en una, más que probable, especie en peligro de extinción.
Ya hemos comentado en numerosas ocasiones que las causas parecen bien claras: materiales muy caros, difíciles de manejar y almacenar, supremacía absoluta de las nuevas tecnologías, cambio en los intereses plásticos y estéticos, ejercicio material laborioso; también, si se me permite, poco interés por parte de los autores en entrar en la dinámica de tan dura y compleja materialidad y, por supuesto, no hay que olvidarse de ello, escaso mercado para una producción que ya no goza siquiera de aquellos presupuestos con que ayuntamientos, diputaciones y otras instituciones contaban para adquirir piezas, la mayoría de pésimo mal gusto, para llenar espacios públicos - especialmente rotondas - con los que los responsables políticos pretendían darse cierto tono cultural que mínimamente los ennoblecieran. Lo cierto es que, últimamente, la escultura, se encuentra muy de capa caída. Muy lejos quedaron ya los grandes momentos de la escultura; aquellos en los que se encontraba la antigua modalidad artística, la que tanta trascendencia tuvo y que tanto poder artístico concedió a la creación, distribuyendo muchos de los grandes registros que el arte siempre manifestó.
Por eso, es importante una labor en torno a la gran escultura como la que está haciendo el Grupo TEBRO, concediendo a la misma el verdadero sitio que nunca debió perder y, al mismo tiempo, potenciando y expandiendo la labor escultórica y sus infinitas manifestaciones; sobre todo, los medios materiales y técnicos que siempre poseyó y que, hoy, en el propio discurrir del arte, está, si no dejando a un lado, sí perdiendo parte de su trascendencia creativa. Con el grupo TEBRO, la escultura asume su verdadera realidad artística. El Arte Contemporáneo, con sus infinitas propuestas, admite, también, infinitos desarrollos y desenlaces. La escultura no puede ser menos y debe suscribir, como siempre hizo, la verdadera pasión por la forma plástica.
Quizá el gran problema de la creación actual es la excesiva intelectualización del proceso creativo y sus resultados. Hay demasiado elitismo conceptual. El arte, la escultura, en este caso, debe tener un sentido más material; tiene que manifestar la esencia del verdadero oficio artístico y, hoy, desgraciadamente, se está conceptualizando en exceso aquello que debería ofertar una mayor carga de ejecución artística, de labor formal, esa que pone de manifiesto el verdadero proceso de la suprema creación.
La exposición nos sitúa en los variados estamentos artísticos de la gran escultura. Planteamientos diferentes que abren las infinitas perspectivas de una escultura, que el grupo TEBRO, deja bien a las claras para hacer visible una realidad artística de máxima potestad. De esta manera, Begoña Ortiz realiza un canto a una naturaleza de posibles imposibles. Kiko Kawabe deja evocaciones llenas de presencias y ausencias. Alejandro Ginés acentúa la positivación de lo real. Manuel Casellas otorga luz al concepto. Manuel Moreno hace partícipe los parámetros eternos de la escultura. Olegario posiciona la potestad absoluta del tiempo escultórico. Constantino Gañan patrocina una animalia virtuante. Los Mp & Mp Rosado manifiestan los contornos objetuales de una lúcida idea. Constanza Gavira suscribe el retorno de una figuración bien construida. Veredas López hace asumir un festivo juego de felices evocaciones. Rodrigo Martín Freyre incide en el sujeto actuante de la materia. Rocío Reina hace visible la mística de lo eterno. Jesús Gavira deja actuar referencias inmediata. Belén León plantea lo mediato que inquieta. Bartolomé Palazón hace participar la esencia de lo más íntimo. Auxiliadora Osorno refiere la materialidad ejecutante. Aaron deja constancia de la sabia esencia escultórica.
Esta exposición nos puede servir, además de como supremo gozo artístico, para sentir el retorno de la gran escultura. Alegrémonos porque hace falta.
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