El rigor de una fotografía seria
Diario de las Artes
FRAN NÚÑEZ
Sala Rufino Mendoza
VILLANUEVA DE LA SERENA
Siempre he tenido muy claro que Fran Núñez es de nuestros mejores fotógrafos. Artista total que hace fotografía fotografía, sin acudir a los excesos postulados que, hoy, formulan los recursos de las nuevas tecnologías. Es, por tanto, un artista de gran pureza compositiva y de lúcidas manifestaciones fotográficas. Además, va por libre, navegando a mar abierto, sin acomodarse a la hipotética seguridad que ofrecen los puertos comunales donde otros se refugian para hacer casi lo mismo. Fran Núñez abraza, todavía, la fe analógica, esa casi desfasada religión donde han quedado muy pocos feligreses, creadores natos y artistas dominadores de la técnica a la que rinden absoluta pleitesía.
En Villanueva de la Serena se lleva a cabo, cada año, el Festival de Fotografía Analógica “Ricardo Martín”. En la edición del presente año ha sido invitado a exponer el fotógrafo jerezano Fran Núñez, “Franagan” en el mundo de la fotografía. Lo ha hecho con una muestra que es producto de su último trabajo; un proyecto personal que tiene como protagonista a su propia hija y que lleva por título “Jayim”, Vida, en hebreo. Con él, la fotografía en Blanco y Negro asume su máxima potestad. El poder de la imagen, la técnica fotográfica, con sus fórmulas inequívocas de aprehender lo real y saberlo positivar con rigurosidad y precisión formal, nos vuelve a posicionar en ese segmento creativo que los fotógrafos con mayúscula desarrollan ajenos a esas simples actuaciones donde la máquina supera al verdadero artista.
En la fotografía de Fran Núñez la realidad se manifiesta con todo su poder actuante, sin ambages ni subterfugios, con toda claridad y con los presupuestos de una técnica poderosa donde no hay trampa ni cartón. En la colección que el artista jerezano ha llevado hasta ese gran Festival pacense, el espectador encuentra fotografía grande, sabia proyección de un asunto que, bien acondicionado en fondo y forma, trasciende para dejar constancia de la gran fotografía de siempre.
“Jayim” nos muestra, en una primera mirada rápida, una especie de entrañable álbum familiar, una colección de imágenes sobre la pequeña, hija del artista, pero que le sirve al fotógrafo como una situación reflexiva sobre la propia existencia. Las imágenes de la niña desencadenan un cúmulo de nuevas posiciones conceptuales. Es infinitamente más, la presentación de un proyecto de vida, de una realidad que está suscrita a los cambios profundos de una sociedad que va a ofrecer horizontes con muchas diferencias, condicionamientos y extrañas circunstancias. Además, Fran Núñez no sólo se queda en las argumentaciones externas – poderosas y contundentes de una fotografía de enjundia y solvencia creativa -, en las manifestaciones artísticas propias del que conoce, a la perfección, el medio y sabe sacarle sus máximos postulados estéticos; ha buceado, así mismo, en la historia y en los complejos recovecos de los pasajes bíblicos, para insistir en unas argumentaciones que transitan más allá de la puesta en escena fotográfica.
Como ha ocurrido con otros muchos artistas de la fotografía, Fran Núñez ha quedado inmerso en unos parámetros artísticos diluidos por la vasta eclosión acaecida por el mal uso que de los medios y de la tecnología han hecho aquellos que, de buenas a primeras, se creen sumos hacedores de una fotografía que les ha cogido con el pie cambiado. Argumento este que, lejos de detenerse para encontrar una necesaria sensatez, ha ido, por el contrario, creciendo y haciéndose incontrolable. Cada día hay más “artistas” que con un teléfono se creen Cartier Bresson. Lo malo de todo esto es que, los que debieran poner coto a tanto desmadre, potencian una sinrazón que no cesa. Menos mal que siempre existirán ínsulas ajenas a tanta descolocación. Fran Núñez, como algunos otros de su cuerda, evidencian que la gran fotografía circula por otros derroteros.
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