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La sal de la tierra

Mortero bastardo

Ramón González De La Peña

10 de diciembre 2014 - 08:40

Jerez/SEBASTIAO Salgado es un fotógrafo brasileño conocido por haber recorrido durante cuarenta años los cinco continentes en busca de reportajes que pusieran al descubierto las situaciones en las que los más débiles de la tierra eran explotados o masacrados o atormentados por los que, de una u otra manera, ostentan el poder en cada lugar. El hecho de convertir en belleza el sufrimiento de seres humanos sólo se puede entender escuchando las explicaciones que el propio Salgado relata en este documental estrenado recientemente en los cines comerciales.

Dirigido por el alemán Win Wenders junto a Juliano Salgado Silbeiro, hijo del fotógrafo, la estructura de la película se organiza en torno a un ciclo de vida, el del fotógrafo, pero también relata el ciclo de la vida del lugar donde Salgado nació. A lo largo de la vida del fotógrafo la finca familiar, que fuera despojada de la vegetación natural para convertirla en finca de labor, se convirtió en un erial tras una década de sequía. Desde hace unos años el fotógrafo ha puesto el objetivo de su cámara, y el de su vida, en recuperar el lugar, en devolverle su estado anterior, el de bosque selvático que tuvo en su niñez, cosa que está consiguiendo, plantando millares de árboles cada año y devolviendo el lugar a sus condiciones anteriores al devastamiento.

Sebastiao Salgado es un maravilloso fotógrafo reconocido por todos pero lo que la mayoría de nosotros no conocíamos antes de ver la película es la sensibilidad hacia la tierra y hacia los hombres que a lo largo de su vida ha ido atesorando. Tampoco sabíamos nada acerca de su vida familiar, y de cómo el permanente apoyo de su esposa ocupándose de la familia durante las largas temporadas de ausencia del fotógrafo, encargándose también de la gestión del estudio, de las relaciones con los medios de comunicación, de la clasificación de los trabajos, de las exposiciones, las publicaciones, los libros...

La película es también un tributo a la belleza de nuestro planeta y una llamada de atención sobre la fragilidad de nuestro ecosistema. Las hermosísimas imágenes captadas por Salgado que Wenders deja que fluyan a lo largo del film nos introducen en un sentimiento de gratitud hacia el mundo que habitamos y al mismo tiempo nos animan a la defensa sistemática e intransigente del paisaje natural que nos acoge.

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