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O, ni siquiera lo contrario

diario de las artes

O, ni siquiera lo contrario
Bernardo Palomo

03 de febrero 2018 - 02:01

Comparecencia sevillana de Juan Ángel González de la Calle en una de las tres galerías importantes - aunque existan más - de la capital hispalense. No era nuevo el pintor jerezano en esa plaza de la calle Alcázares. Lo hemos visto en colectivas y, hace pocos años, en una importante individual. Precisamente la galería Birimbao es una sala muy proclive a la buena pintura y su catálogo, amplísimo, cuenta con primeros espadas de este modo de expresión. Pintores de amplio espectro y que abarcan extensa parcela cronológica, desde Miguel Pérez Aguilera, Juan Romero o Paco Peinado hasta José Carlos Naranjo, Ana Barriga y Gloria Martín, pasando por Cristóbal Quintero, Daniel Bilbao o Norberto Gil, entre otros, así como un González de la Calle que forma parte, con manifiesta entidad, de ese buen estamento en el que se asientan muy buenos pintores españoles, hacedores de un trabajo solvente, riguroso y lleno de un sentido donde la pintura moderna desarrolla infinitos argumentos representativos.

Hemos comentado, a lo largo de los años, que este artista es un pintor capaz de afrontar cualquier situación. No es necesario insistir en ello. Los que lo conocen saben de su trascendencia pictórica, de su compacta técnica, de su dibujo poderoso, de su figuración sin resquicios. Por todo ello, su pintura ha ido cubriendo horizontes donde la realidad marcaba toda su dimensión ilustrativa. Pero, ya, eso, por conocido, no nos ofrece argumentos para seguir insistiendo. Además, su pintura ha evolucionado conscientemente y adoptando unos modos que, junto a los bellos efluvios de lo concreto, subsisten muchísimo más planteamientos.

JUAN ÁNGEL GONZÁLEZ DE LA CALLEGalería BirimbaoSEVILLA

Juan Ángel González de la Calle nos ofrece una pintura que va perdiendo intensidad representativa; al artista le interesa más otros aspectos; abandona los efectismos que proporciona la realidad fotográficamente interpretada. Ahora, su obra es infinitamente más conceptual; se adentra en aspectos que relatan circunstancias no inmediatas; incluso, él titula la muestra con una expresión que deja abiertas todo tipo de situaciones - "Ni todo lo contrario" -. En su pintura, lo cercano pierde sentido; lo surreal domina la escena. Hay guiños a lo imposible o, quizás, a posiciones con rasgos que no concuerdan con lo que presentimos como habitual. El artista coloca en una misma dimensión lo negativo y lo positivo, generando una interacción de registros plásticos que inciden en el desenlace final de las piezas. El contexto pierde su argumentación . La visión lineal de los acontecimientos, del paisaje, de lo urbano, de lo concreto, de los objetos, incluso, de las imágenes captadas o posicionadas en el normal imaginario, pierden su normal identidad concedida por el uso , adoptando un nuevo desarrollo que llega a su final interpretativo cuando la mirada del espectador le impone su postrer desenlace.

La estatua de Lenin navega en un solitario bloque de hielo mientras ofrece un diálogo silente con un pingüino; un espejo ha perdido su azogue en un inquietante pizzelado; dos escenas en parecido modo cenital permiten todo tipo de suposiciones que provocan unos pies cercanos al abismo; una sutilísima geisha deambula en un paisaje solitario; los típicos bellos pájaros, tan característicos en muchas de sus obras, planean sobre la nada en un vuelo de suprema elegancia; un cowboy ofrece su pictoricista imagen; una estancia sagrada al que el artista, harto de tanta belleza como ofrece su realismo expectante, ha abocetado para acoger la determinante presencia de un imponente baobab; un espectacular árbol se nos presenta en forma de políptico de ocho cuerpos donde se funden lo positivo y lo negativo; dos paisajes urbanos nos dan idea de la fortaleza plástica del artista con el espacio compartimentado por el dibujo y la pintura ofreciendo planteamientos formales sabiamente yuxtapuestos. Todo ello nos hace transitar por una realidad que deja sus concreciones más exactas para adoptar situaciones que mediatizan lo inmediato, poniendo el contexto habitual muy en entredicho y abriendo las perspectivas significativas para que formalicen una nueva identidad, tanto visual como significativa.

Estamos ante la importante obra de un importante artista. Su pintura ha diluid lo concreto en formas más pictóricas, infinitamente más plásticas y abriendo horizontes a una realidad cuestionada por la propia fuerza de su determinante representación. La obra de Juan Ángel González de la Calle posee una identidad que no es nada más que un mero argumento visual o, ni siquiera, todo lo contrario.

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