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La sutileza de una abstracción bella y edificante

Diario de las Artes

PEPE MÁRQUEZ. Sala ARTEADIARIO. JEREZ.

Una inmensa historia de amor en Jerez

Obras de Pepe Márquez, en la Sala ArteaDiario.
Bernardo Palomo

02 de junio 2024 - 03:03

HEMOS asistido con inusitado interés al transcurrir artístico de Pepe Márquez; un pintor que ha hecho muchas cosas dentro de los amplios estamentos del arte y todas las ha hecho muy bien y con fórmulas creativas acertadamente sustentadas conceptualmente y, todavía mejor, definidas artísticamente. Pepe Márquez es artista formado en la Facultad de bellas Artes de Sevilla, de donde salió para afrontar una carrera que empezó adentrándose por muchos de los derroteros que configuran los amplios esquemas del arte contemporáneo. Empezó -era lo que tocaba cuando se comenzaba- muy implicado en los asuntos de la cartelística; mucho antes de que éstos asumieran los postulados y desarrollos que, ahora, han conseguido por el abrumador momento que se le ha dado a la cultura semanasantera. Hay que recordar, en este sentido, que fue el autor del cartel anunciador de la Hermandad de los Estudiantes de Sevilla, cofradía señera a la que Pepe Márquez imprimió una dimensión llena de verdad y máxima entidad artística. Se introdujo en el mundo de la fotografía y supo generar sabios posicionamientos alejados de las tonterías y pobrezas que tuvo, por culpa de los intereses espurios de no pocos. También fue un diseñador gráfico de lucidez manifiesta que compuso realidades con muy sugestivos planteamientos. Es, asimismo, docente convencido, de los que llevan a cabo una diaria heroica labor, muy al margen de las idioteces reinantes que impone una sociedad más preocupada en circunstancias menos edificantes que las que interesan para una formación justa y acorde con una realidad existencial seria y rigurosa. Y es pintor pintor; artista sin mentira, con un bagaje técnico bien sustentado que lo capacita para afrontar cualquier situación. Es, por tanto, artista preparado, consciente, de los que no han llegado a esto por razones azarosas; pintor que sabe pintar – algo que no siempre ocurre – y que mantiene vivas las posiciones de una pintura clara, esa que no se ampara en complejidades ni en suposiciones conceptuales que no sirven nada más que para dar tontos brindis al sol sin argumentos plásticos ni proposiciones lógicas y consecuentes. Además, es artista de los que creen en el arte sensato y real, ese que cuenta historias, que narra relatos mediato e inmediatos, aquel que suscribe las formas inequívocas de una plástica sólida, veraz y actuante.

Pepe Márquez es artista consecuente; en la pintura actúa como en la vida, a lo Pepe Márquez, como es él. Sigue los postulados del gran Juan Belmonte cuando afirmaba que se torea como se es. Por eso su pintura es un verdadero trasunto de su forma de ser. Es sencilla pero con carácter; no responde a complejas fórmulas estructurales pero es rigurosa, sin reveses, firme y contundente. Sabe que, hoy, el universo artístico posee demasiados intereses esquivos y huye de ellos; está al margen de los burdos postulados de ese arte que le sobran falacias y le falta sustancia. No está adscrito a credos ni pertenece a las cofradías falsas de los que manejan los cotarros sin aportar absolutamente nada. Es consciente; no obstante, del peso que tiene las imposiciones de los manipuladores del arte; esos que dictan posiciones, plantean actuaciones y abren salas, galerías y buenos catálogos pero dejan a un lado a muchos ejecutores de la verdad artística cuando éstos no les tocan las falasas ni son afectos a sus creencias. Pepe Márquez, al igual que hace en su diario existir, permanece al margen de todas estas maledicentes circunstancias y nunca se ha dejado llevar por las arbitrariedades de los fantoches avispados que imponen modos y modas a seguir.

Pepe Márquez fue pintor que comenzó abrazando la religión figurativa para, poco después, ir desprendiéndose de concreciones y acercarse, sin prisa pero sin pausa, a los esquemas de una abstracción que fue ganando en pureza y esencialidad. Su pintura ha oscilado desde un sabio y consecuente expresionismo básico; todavía, con la realidad marcando rutas ilustrativas, la obra de Pepe Márquez ha ido ganando en solidez plástica. La forma se ha ido adueñando de la representación. Los ecos de lo real fueron sucumbiendo a la sordina inquietante de la materia. Ya con lo abstracto manifestando sus posiciones reduccionistas, su pintura entró en una parcela de suma potencialidad expresiva. La mancha argumentaba su máximo poder; formulaba absoluta contundencia formal pero dejaban mínimos resquicios para que por ellos entrasen sutiles efluvios evocadores; en unos recovecos de intimismo pictórico podía adivinarse una feliz referencia, todavía, con abocetados perfiles diferenciadores, a veces, ocultos en una maraña colorista. Pero la nueva pintura figurativa de Pepe Márquez estaba abocada a los postulados exclusivos de una abstracción definitiva. Y, así, lo ha hecho. El espacio cromático conquistaba el poder y la esencia toma forma absoluta. Todo está supeditado a una interacción colorista que juega con estructuras actuantes en un escenario de fortaleza plástica.

Esta exposición nos sitúa en los sabios registros de una pintura que ejerce su función diferenciadora en los amplios estamentos de una abstracción que suma y no resta, que desentraña el espíritu de la forma y que genera inquietud por esa plástica activa que potencia la pintura de acción y acentúa las marcas de un color que va interactuando hasta posicionar justos campos de absoluta expresividad pictórica.

Obras de Pepe Márquez, en la Sala ArteaDiario.

La pintura figurativa de Pepe Márquez se había quedado corta en su nuevo planteamiento artístico. Ahora, la emoción por el elemento formal ha conquistado un nuevo territorio de mayor sentido expresivo. La plástica pura y dura ha impuesto su máximo sentido y la materialidad actuante de lo abstracto se abre a una nueva disposición creativa. Su pintura ha logrado un gesto de mayor dimensión, de inquietante emotividad y de absoluta rigurosidad artística. En estos momentos, más que nunca, la pintura de Pepe Márquez ha alcanzado el más alto grado de espiritualidad y de suprema trascendencia.

Podemos decir que esta exposición nos ofrece al Pepe Márquez en un estado de pureza creativa. Era, por tanto, justa y necesaria. De la que nos sentimos orgullosos.

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