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Un venezolano en Turquía

Almuzara recupera 'Cuatro años bajo la Media Luna', las memorias de Rafael de Nogales, militar venezolano que sirvió en el ejército turco en la Gran Guerra

Trágica imagen del éxodo armenio, cerca de Alepo, en Siria, en la segunda década del siglo XX.
Mercedes Mendoza Sevilla

09 de septiembre 2015 - 05:00

"Memoriabilia, libro de aventuras, literatura viajera, crónica bélica, tratado de arte y arqueología, lecciones de geografía historia...". Así describe Javier González-Cotta Cuatro años bajo la Media Luna, libro que recoge las memorias de Rafael de Nogales, un militar venezolano, de formación prusiana, que luchó al frente del ejército otomano durante la Primera Guerra Mundial. González-Cotta ha sido el encargado de escribir el prólogo de la nueva edición de estas memorias que publica el sello Almuzara, en conmemoración del centenario de la Gran Guerra.

La vida de Nogales estuvo llena de aventuras: participó en la guerra de Cuba, recorrió el Magreb, Afganistán, Indonesia, Angola, Argentina, Brasil... Se enroló en la guerra nipona, buscó oro en Nevada y California, e incluso estuvo un tiempo arponeando ballenas en Alaska. Sin embargo la historia apenas le recuerda. La figura de este Quijote andino, como alguna vez se le ha denominado, quedó desde el principio eclipsada por su homólogo inglés, Thomas E. Lawrence, conocido popularmente como Lawrence de Arabia, gracias a la película de David Lean. "Los ingleses han sido siempre más cuidadosos con sus figuras históricas. Saben hacer gala de sus personajes, transformarlos incluso en estrategias de marketing. Nogales tuvo mala suerte, nadie quiso reivindicarle. Como suele decirse, nadie es profeta en su tierra", lamenta Gonzalez-Cotta.

Quizás el problema de Nogales fue ese espíritu viajero, que le hizo recorrer tantos paisajes sin llegar a asentarse en ninguno. Con nueve años su familia se mudó desde Caracas a la Alemania del Káiser Guillermo, donde recibió una educación al estilo prusiano. Años más tarde, es Bélgica la que le da la oportunidad de comenzar la carrera militar y le hace entrega de su primer despacho oficial. A partir de ahí comienza su andadura por todo el globo. Y aunque de su Venezuela natal sólo recibió invitaciones al destierro, lo cierto es que su corazón permaneció siempre fiel a la patria latina, tal y como desvela la dedicatoria de sus memorias: "Esta modesta obra, escrita con la tosca pluma de un soldado, la dedico respetuosamente a la memoria de mis compatriotas latinoamericanos, desde Méjico hasta la Argentina, que durante la Guerra Magna supieron combatir y morir con gloria para mantener en alto la tradición guerrera de nuestra raza".

¿Pero cómo acaba un venezolano, de confesión cristiana, en el ejército otomano? Esta es la pregunta que le rondaba en la cabeza a González-Cotta y por la que decidió investigar sobre este personaje tan peculiar. "Probó suerte en otros lugares de Europa, pero ningún ejército se fiaba de él, les parecía que era un espía. Fue en Bulgaria donde finalmente contactó con la embajada turca. Siempre se mantuvo fiel a la bandera a la que servía, pero sin renunciar en ningún momento a su fe cristiana ni a su nacionalidad venezolana", explica el autor del prólogo.

Durante sus años bajo la Media Luna, Nogales fue testigo presencial de las masacres a los armenios que se condensaron fundamentalmente entre la primavera de 1915 y el largo invierno del 16, un lamentable acontecimiento histórico que, todavía hoy, sigue sin ser reconocido oficialmente por la República de Turquía. Las autoridades del país afirman que muchos armenios murieron durante esos años, pero no lo atribuyen a una estrategia de exterminio, sino a las consecuencias de la guerra. De estos hechos el venezolano escribía: "Yo maldecía la hora en que la mala suerte me había convertido en verdugo de mis correligionarios". Había jurado la bandera otomana y, por tanto, tenía que permanecer fiel a ella. Sin embargo no tuvo reparo en criticar aquellas decisiones del ejército turco con las que no estaba de acuerdo. Según apunta González-Cotta, Nogales intentó ser lo más objetivo posible, condenando tanto las acciones de un bando como del otro.

Tras finalizar su periplo por tierras musulmanas volvió a América Latina, donde en 1919 comenzó a escribir Cuatro años bajo la Media Luna, concretamente en Gramalote, un pequeño pueblo colombiano. En 1924 se publicó y pronto fue traducido a varios idiomas, entre ellos el alemán y el inglés. Aunque no tuvo toda la repercusión que debiera, sí hubo quien prestó atención a la publicación. De hecho, en el New York Tribune Herald Nogales fue descrito como "un don Quijote militar que no pierde su amor latino por la belleza". No son casuales esos apelativos. Lo de Quijote le venía por su gusto por recorrer los paisajes orientales a caballo, como antaño hiceran los hidalgos. Sólo se desplazó en tren cuando el terreno era verdaderamente intransitable. Lo del amor por la belleza tiene que ver con las descripciones que hace de sus viajes.

Porque, aun cuando es una obra escrita en un contexto bélico, lo cierto es que va más allá de las penurias de la guerra. Detalla con precisión la geografía turca, la península de Anatolia, Persia, el Cáucaso, Siria, "lugares que aparecen a diario en las noticias y que convierten la obra de este militar en un libro de actualidad, a pesar de tener ya un siglo", apunta González-Cotta. Además Nogales, hombre culto y curioso, aprovechó para visitar la riqueza de las ciudades a las que llegaba. Son estas experiencias las que hacen que el libro sea todo un relato de aventuras, una guía de viajes. Pero, sin duda, lo que más destaca González-Cotta es "el magnífico uso que hace del castellano", que hace de estas memorias "una obra maestra de nuestro idioma".

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