La Yunko: "Me identifico con la escuela sevillana del baile"

La bailaora japonesa hace balance de su carrera tras convertirse en la primera extranjera en ganar el prestigioso premio Desplante en el Festival de las Minas de la Unión 

Desmiente el cliché de la fiebre nipona por el flamenco

Las nuevas voces que debutan esta Bienal

Junko Hagiwara, conocida artísticamente como La Yunko, posa en el Barrio de Santa Cruz de Sevilla. / Julio Muñoz/EFE
Ale Medina

30 de agosto 2024 - 06:00

La historia comienza por sevillanas en Kawasaki. La protagoniza una niña a la que siempre le gustó bailar y que se arrancó primero por gimnasia rítmica. “Estaba viendo un campeonato por la tele y la gimnasta española Ana Bautista usó guitarras flamencas en su actuación, y ese sonido me enamoró”. Al principio Junko Hagiwara (1976), quien años más tarde se convertirá en La Yunko, no sabía que además de la sonanta, existía el cante. “Es que entonces no había internet”, recalca, casi disculpándose. En los siguientes treinta años iba a aprender eso y mucho más, hasta hacerse con el último Premio Desplante en el Festival de las Minas de la Unión, el más prestigioso de los concursos flamencos.  

Un destino que parecía escrito. A los dieciocho años se topó con que en su facultad ofrecían clases de baile por sevillanas y rumbas, “pese a que en aquella época muy poca gente conocía el flamenco allí”. Ese curso avivó sus ganas de visitar España, ya que “empezaba a aprender la técnica y los ritmos; sin embargo, sentía que estaba lejos del flamenco, de su raíz. Quería venir aquí para entender cómo vivía la gente”. Su primer viaje corresponde a una imagen tópica: “fue una tournée con esos grupos de japoneses siguiendo al guía durante diez días por Madrid, Barcelona, Córdoba…”, recuerda divertida.  

De personalidad metódica y decidida, tras aquella primera visita pasó los siguientes tres años ahorrando para trasladarse a Sevilla, la ciudad a la que continuamente se referían sus maestras japonesas, quienes habían estudiado con Milagros Mengíbar, de quien La Yunko acabará siendo también discípula. “Yo me identifico con la escuela sevillana del baile”. Eso implica delicadeza, compostura, sensualidad y un artificioso uso de la bata de cola y el mantón. La Yunko se enorgullece sobre todo de sus tutores: “Aunque he tenido muchísimos maestros, destaco a José Galván, Torombo, Carmen Ledesma, Concha Vargas, Ana María López y Milagros”. Unos estudios que amplió en la Fundación Cristina Heeren gracias a una beca del gobierno de Japón, una experiencia que le aportó amistades y profundizó en su afición, hasta sentir que debía quedarse: “en esos años había muchas españolas jóvenes en clase, y ese contacto me enriqueció mucho, me abrió las puertas a la cultura”.  

Prueba entonces el veneno del escenario en una serie de actuaciones puntuales, con las que, siempre motivada por el aprendizaje y a menudo guiada por la casualidad, comienza su etapa profesional. Desde 2002 vive en la ciudad hispalense, donde considera “que entiendo cómo sienten los sevillanos y los andaluces, pero yo lo miro un poquito desde fuera, porque sigo siendo japonesa, no voy a cambiar mi raíz”. Actúa en tablaos, peñas y festivales de toda índole, abriéndose paso por los a menudo tortuosos caminos del flamenco profesional “cuando aquí no había tantos orientales y se producían algunos momentos desagradables, quizás por malentendidos debidos al idioma y la cultura, pero eso ha cambiado mucho afortunadamente”.  

Así hasta, ya convertida en una veterana, presentarse en el concurso de la Unión, donde “no se podía imaginar ganar”. Otras compatriotas ya lo habían intentado, con lo que asegura, llegar a la semifinal hubiese sido todo un éxito. Aquella noche se enfrentó a la onubense María Canea y la francesa Laura Santamaría, también afincada en Sevilla. De nuevo el azar guio sus pasos: su plan inicial era bailar por tarantos, pero por cuestiones de reglamento tuvo que improvisar unas cantiñas con las que acabaría triunfando. No obstante, al preguntarle por el palo que siente más adentro responde categórica. “la soleá”. Lograba así el espaldarazo definitivo a su carrera cuando ronda los cincuenta: “ahora ya todo el mundo conoce mi edad”, se resigna coqueta.   

Algo abrumada, La Yunko agradece la repercusión de su paso por la Unión, a la par que reduce jocosa el eco mediático que su victoria ha producido en Japón: “amigos, familia y poco más” bromea, “pero a la embajada sí se lo dije”. En ese sentido desmiente el cliché de la fiebre nipona por el flamenco: “los aficionados allí somos minoría, pero admiramos mucho la raíz y respetamos mucho, y creo que eso lo captan los españoles”. Asimismo rehúye del papel de abanderada de los extranjeros en lo jondo: “Yo no sé si a partir de mi caso los extranjeros se van a animar a concursar más, sí sé que me escribe gente de todo el mundo felicitándome, no me da tiempo a contestar a todos”.  

En cambio, encara esta nueva etapa con un hondo sentido de la responsabilidad: “Cuando me dieron el trofeo noté que pesaba muchísimo, no puedes cogerlo con una sola mano. Además del peso del trofeo sentí el peso de la responsabilidad. Ese momento me marcó”. Un sentimiento que no excluye la seguridad en sí misma: “Ahora tengo más herramientas para expresarme y entender esta cultura. Ya he cerrado varias actuaciones en las que quiero desarrollar con contundencia mis ideas. Tengo un espectáculo montado en el que combino flamenco y teatro que estrené en el festival Guirijondo de Palomares, y me encantaría mostrarlo en gran formato”.  

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Diario de las artes

Suprema evocación gaditana

Lo último