Gumersindo Ruiz

Adaptando nuestras ciudades al cambio climático

Tribuna Económica

05 de octubre 2021 - 01:40

Aunque el trabajo de McKinsey Sustainability, que lleva este título, es global, analizando 100 ciudades de todo el mundo, hay ideas que podemos aplicar a nuestro entorno. Trata cinco temas: el calor, las inundaciones, los fenómenos costeros, la sequía, y los incendios; y trabaja con cuatro principios básicos: incorporar cuantitativamente la valoración del riesgo a cualquier planteamiento que se haga sobre la ciudad; utilizar prioritariamente soluciones naturales; contar con sistemas y protocolos de alertas tempranas; y tener respuestas preparadas ante emergencias.

Sobre el calor, la revista Lancet calcula que se pierden anualmente 302 mil millones de horas de trabajo, y no hay que recordar los daños personales por calores extremos. Hay dos propuestas principales. Una es reducir el impacto en las calles mediante árboles, y más que zonas verdes aisladas crear circuitos por donde la gente pueda transitar a la sombra; si vale como ejemplo, en mi ciudad hay espacios como los puentes -abiertos a Este y Oeste-, por donde es un infierno pasar en verano, y nunca he visto sensibilidad pública al respecto. A la reducción del calor en el suelo y edificios por los árboles y podas inteligentes, se une el tratamiento de las calles para que no absorban el calor, pudiéndose conseguirse una reducción de hasta 8º, y los techos de los edificios ("techos fríos"), entre 10º menos fuera y 2º dentro. En cuanto a las inundaciones su prevención es casi imposible cuando se ha permitido construir en cauces naturales seculares, aunque no sean evidentes, pero es responsabilidad de la planificación urbana evitarlo a futuro, contando con que, junto a un sistema de canalización artificial, son imprescindibles cauces naturales. Las riberas de ríos y costas requieren protecciones y espigones, favoreciendo también las soluciones naturales, e impidiendo la proximidad de construcciones. La sequía exige influir permanentemente en la conservación responsable del agua, y acciones como un doble sistema de suministro de agua no potable para el riego en urbanizaciones con jardines. Y en cuanto a los incendios, los ayuntamientos obligan a las comunidades a tener protocolos para evitarlos, pero -de nuevo un ejemplo próximo- descuidan irresponsablemente la poda de árboles públicos en zonas urbanas de peligro, y la vigilancia en días de riesgo.

Una forma de comprometerse en estos temas por ayuntamientos, diputaciones y gobiernos autonómicos es tener mapas de riesgos definidos, valorar los riesgos, darles prioridad, relacionar acciones posibles, evaluar cada una de ellas, y un programa financiero, dentro de un plan urbano coherente. Sostenible y verde son dos palabras de las que más se abusa y hay tendencia al lavado de cara en temas medioambientales, con informes ambiguos, y datos deshilvanados; pero los problemas en las ciudades son muy serios para tratarlos de manera superficial y como un trámite, y hay que exigir que la participación e implicación de la ciudadanía sea permanente, con un seguimiento de la información. Cada uno de nosotros en su ciudad, grande o chica, puede identificar riesgos latentes, y cosas que habría que hacer para paliarlos, y con ello valorar también los programas políticos de gobierno.

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