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José Ignacio Castillo Manzano
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Nunca estaremos seguros de las personas que nos rodean o merecen. Jamás desentrañaremos la verdadera faz o doble cara de los que transitan a nuestro lado. Descubrir la amistad es un proceso evolutivo que, de una fase a otra, nos irá dejando atónitos y, a la par, cerrando filas o sumiéndonos en la más estricta soledad, deseada o forzada. En la infancia, no hay medias tintas, o amigos, o enemigos. En la juventud, la ingenuidad y el corazón nos traicionan en forma de desengaños afectivos, pero nunca se aprende de veras, más bien se dan bandazos y ofrecemos altibajos con todo lo relativo al aprecio. Debido a la revolución química que sufre el organismo, en la pubertad se tiende a idealizar a alguien que acabamos de conocer, o dar de lado sin previo aviso al que siempre tuvimos como amigo. Algunos descifran esa etapa de una forma sentimental y poética que provoca la destrucción sistemática de pétalos de margaritas: “Me quiere, no me quiere. Me quiere, no me quiere”… Y así, hasta que la flor de los afectos se queda sin pétalos, pierde su esencia idealizada, convirtiéndose en vestigio mustio de un anhelo.
Cuanto más maduros seamos, más valoraremos a los que nos rodean. La amistad no es pura metafísica, es rotunda, un regalo, algo sagrado y legítimo, alquímico, sublime, maravilloso, es el éxtasis. La amistad no tiene fronteras. La amistad es lo más bello y puro que encuentra el ser humano en su tránsito por la vida. La amistad es una comunión, es la correspondencia personificada. Ajena al materialismo de lo tangible o interesado, la amistad es reciprocidad por antonomasia: yo te entrego algo y tú me lo devuelves, yo te doy un beso y tú un abrazo, yo te regalo algo y tú me sorprendes con otro presente. La amistad es un hallazgo con un valor incalculable.
Se suele caer en el error, pero la amistad no es un ningún cuento, aunque comparte con ellos sus propias moralejas. El escritor, poeta y dramaturgo irlandés Oscar Wilde publicó en 1888 'El amigo fiel', una de las fábulas cortas más fecundas y pedagógicas jamás escritas. Su ejemplarizante doctrina ha marcado a muchas generaciones, y seguirá haciéndolo mientras tengamos cabeza sobre los hombros. La sabia narración del célebre ensayista comienza así: “Una mañana, la vieja rata de agua sacó la cabeza por su agujero. Tenía unos ojos redondos muy vivarachos y unos tupidos bigotes grises. Su cola parecía un largo elástico negro. Unos patitos, semejantes a una bandada de canarios amarillos, nadaban en el estanque, y su madre, toda blanca con patas rojas, esforzábase en enseñarles a hundir la cabeza en el agua. -No podréis ir nunca a la buena sociedad si no aprendéis a meter la cabeza -les decía. Y les enseñaba de nuevo cómo tenían que hacerlo. Pero los patitos no prestaban ninguna atención a sus lecciones. Eran tan jóvenes que no sabían las ventajas que reporta la vida de sociedad. -¡Qué criaturas más desobedientes! -exclamó la rata de agua- ¡Merecían ahogarse verdaderamente! -¡No lo quiera Dios! -replicó la pata-. Todo tiene sus comienzos y nunca es demasiada la paciencia de los padres. -¡Ah! No tengo la menor idea de los sentimientos paternos -dijo la rata de agua- No soy padre de familia. Jamás me he casado, ni he pensado en hacerlo. Indudablemente el amor es una buena cosa a su manera; pero la amistad vale más. Le aseguro que no conozco en el mundo nada más noble o más raro que una fiel amistad. -Y, dígame, se lo ruego, ¿qué idea se forma usted de los deberes de un amigo fiel? -preguntó un pardillo verde que había escuchado la conversación posado sobre un sauce retorcido. -Sí, eso es precisamente lo que quisiera yo saber -dijo la pata, y nadando hacia el extremo del estanque, hundió su cabeza en el agua para dar buen ejemplo a sus hijos. -¡Necia pregunta! -gritó la rata de agua-. ¡Como es natural, entiendo por amigo fiel al que me demuestra fidelidad!…".
¿Verdad que se despierta la intriga por conocer cómo acaba 'El amigo fiel'? Para desvelarlo, invito a leer en un santiamén el resto del cuento de Wilde en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Si lo hacen, puede resultarles muy revelador, casi como una inyección de principios éticos, morales, básicos y vitales, elementales. A modo de ‘spoiler’, puedo avanzarles que su moraleja es tan sencilla como ejemplarizante: los amigos son la familia que uno escoge. O dicho de otro modo, existen, por este orden, amigos, conocidos y saludados. Sin duda, un ranking muy reducido, estableciéndose tal abismo afectivo entre primeros y segundos, que imagínense con quienes simplemente saludamos si se tercia. Aprender desde pequeños esas coordenadas sobre quién es amigo y quién no, resulta esencial.
Amigos, conocidos y saludados, el resto nos llevan a engaños. Así lo sostiene también la periodista y escritora especializada en literatura infantil, Estefanía Estaban, que estudió en profundidad la fábula de Oscar Wilde: “No es amigo quien recibe y nunca da. La amistad verdadera debe ser una relación que se retroalimenta, que da y recibe, recibe y da. Si solo es uno el que ofrece constantemente y nunca recibe nada más a cambio que lindas palabras, en realidad no es amistad, sino una interesada y egoísta relación por parte del que dice ser buen amigo y no lo es. La amistad debe contemplar todos estos valores: la amistad verdadera debe sustentarse en la solidaridad, la empatía, la generosidad y la bondad. Pero también en la gratitud. Si un amigo ayuda a otro, el otro le corresponderá con gratitud y hará lo mismo por él. Ese ‘hoy por ti y mañana por mi’, llevado a la práctica”. E insiste: “La amistad no son buenas palabras, sino gestos: ‘El amigo fiel’ también nos deja esta advertencia: no hables, actúa. Puedes decir las palabras más hermosas, pero si tus actos no siguen los pasos de tu lengua, no serán más que falsedades y mentiras. Lo que realmente importa en la amistad no es decir ‘eres mi mejor amigo’, sino estar ahí. En una relación de amistad no puede haber soberbia ni vanidad, ni envidia o competencia”.
En definitiva, por mucho que nos esforcemos en descifrar la amistad, nunca definiremos correctamente su importancia, porque la amistad es inclasificable. Algunos confunden el amor con la amistad y sufren un desgraciado desencuentro. Amistad es el hallazgo inesperado en un pozo vacío. Amistad es sinónimo de compañerismo, camaradería, aprecio, cariño, afecto, apego, inclinación, simpatía, hermandad, confraternidad, devoción o barcada. Lo contrario de amistad es enemistad, aversión, rivalidad, antagonismo, animadversión o desunión. Aquellos vanidosos que traicionan a un amigo, deben 'arder' en la hoguera de su deslealtad, allí donde el fuego depura los sentimientos, convirtiéndolos en conocidos y saludados, si se tercia…
(*) Jesús Benítez, periodista y escritor, fue Editor Jefe del Diario Marca y, durante más de una década, siguió todos los grandes premios del Mundial de Motociclismo. A comienzos de los 90, ejerció varios años como Jefe de Prensa del Circuito de Jerez.
Tu hermano ha dado a luz una camelia,
en el desierto de las necesidades.
¡Qué gran tesoro!, ¡qué oportunidad astral!,
¡Qué bonito encuentro!
Pero no olvides, que en cada grano de desierto
te entrego mi nostalgia.
© Jesús Benítez
Este poema, escrito en 1998 en Sudáfrica, rinde culto a la ‘mayúscula’ imagen de Miguel Ángel González que ilustra este artículo con ‘a’ de AMISTAD
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