El parqué
Álvaro Romero
Jornada de subidas
La Sacristía del Arte
Jerez es una ciudad bonita y cómoda para andar, pero en verano es imposible hacerlo. La falta de árboles en sus aceras hace que la sombra en muchas de sus calles brille por su ausencia.
Llama la atención cómo, a pesar de ser bien conocida la importancia de tenerlos en el entorno urbano para retener la humedad, diferentes obras en los últimos años han arrancado árboles de bastantes años sin ningún miramiento por el medio ambiente.
La desertificación de las calles hace que sea realmente soporífero pasear por ellas, son muchas en las que el pavimento desprende una gran sensación de calor al estar expuesto al sol constantemente.
Además, lo que más me molesta es que tras eliminar árboles que estaban enfermos por peligro de desprendimiento, no sean repuestos por otro con las mismas características. Al contrario, dejan el zócalo vacío con el tronco cortado, lo que se convierte en una verdadera trampa para tus tobillos. De hecho, tras el paso del picudo rojo, son muchos los tocones abandonados de palmeras que sucumbieron a la plaga que todavía están ahí, desmoronándose en las aceras.
La instalación del carril bici también hizo estragos erradicando de muchísimas calles los pocos árboles que había. Tampoco pienso que se trazara un plan urbanístico para evitar este somero “arbolicidio” que padecemos en Jerez.
Y ni que decir tiene que tampoco se piensa mucho a la hora de plantar árboles nuevos, porque cada especie tiene pros y contras en un entorno urbano que se deben valorar… Por ejemplo hay árboles que levantan el pavimento en pocos años, como el Ficus Elástica, y otros como la Catalpa Bignonioides que, aunque resiste muy bien la polución, tiene el inconveniente de que al ser atacadas por el pulgón reacciona segregando una resina pegajosa negra que mancha coches y todo el entorno.
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