El parqué
Álvaro Romero
Descensos moderados
Visto y Oído
En 1981, cuando Tina Turner se asomó por Madrid asombrando con su potencia, los cronistas musicales ironizaban con la avanzada edad de la llamativa cantante estadounidense, 41 años. Por entonces que un cantante como Miguel Ríos (hoy en Imprescindibles) anunciara con 38 años el Rock & Ríos se interpretaba como la pervivencia briosa de “un carroza”. Si una mujer como Tina pasados los 40 estaba en su esplendor era un asunto que se trataba con condescendencia. Los viejos rockeros en aquellos años eran muy jóvenes, aunque nadie, ni ellos mismos, lo sabían. Un viejo edadismo.
En los ochenta aquella presunta pureta de Turner vivió años imperiales y comenzó a ser conocida en todo el mundo. En su debut madrileño era un ídolo de sibaritas de un país que le costaba ser permeable. Sólo era cuestión de un poco de promoción cuando empezaba a proliferar la FM para que figuras como Tina y también los Rolling o Bruce Springsteen dejaran de ser estrellas remotas. Los 80 fueron años en los que las nuevas generaciones españolas se subieron a la ola en la orilla de la globalización.
Si alguien no sabía tararear algún temazo de Tina al menos le sonaba el aspecto de su pelambrera que es lo que tomó la caricatura de Martes y Trece con Atina Turner (”que me meo toa”) que ahora sería irrepetible, porque sería de dudoso gusto tomar con humor sus recursos: Millán con los helechos en la cabeza, la cara pintada, el culo con trapos de una minifalda de bolsa de plástico. Demasiada broma.
Aquel sketch memorable, que tuvo su gracia aunque ahora sea una parodia superada, formaba parte de la segunda nochevieja en prime time del dúo. Años antes, incluso como trío, habían presentado especiales e intervenido como invitados como con las empanadillas. Para despedir 1989 crearon el afortunado A por uvas que dio paso al Venga el 91 donde aparecieron otros gags aún más escandalosos a ojos de hoy, “mi marido me pega” o el “maricón de España”. El VHS fue el altavoz.
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