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"No codiciarás los bienes de tu prójimo…; ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él". Este mandamiento lo podríamos traducir como no desear ser otra persona que no seas tú. Es una llamada de atención a estar satisfecho con lo que uno es y con lo que se tiene por muy modesto que sea. Desear ser mejor, o incluso tener mejores comodidades en sí mismo no es malo. Lo malo es codiciar, es decir, una necesidad frívola y desordenada de querer poseer y arrebatar lo que otros tienen en su vida.
El codicioso de los bienes ajenos, es ante todo un insatisfecho con su propia vida, y muy seguramente sea una persona poseída por una gran envidia que nace de estar continuamente comparándose con los demás. Es un momento hoy para cambiar nuestra manera de ver el camino de la felicidad, y para ello sería interesante llevar a la práctica ese famoso dicho de que "No es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita". Cuanto más larga sea tu lista de 'necesidades', más probabilidades tienes de ser un infeliz, ya que una necesidad es algo sin lo cual no es posible vivir. Yo personalmente procuro utilizar lo menos posible el verbo necesitar, y realmente lo único que se necesita es comer, beber, dormir y tener un techo y una vestimenta donde refugiarse. No es estrictamente necesario para vivir y ser feliz un coche, no es necesario tener pareja, no es necesario estar acompañado, ni contar con la aprobación de los demás, no es necesario tener una cuenta millonaria , ni un piso en la mejor zona de la ciudad, ni tampoco una segunda vivienda en la playa… Todo eso es deseable, no necesario… Si fuera necesario, si no lo tengo, me muero.
Todo lo demás son deseos, no necesidades, y frecuentemente escuchamos a personas que todo lo que quieren lo expresan en términos de necesidades. Por tanto, ante cualquier cosa material o afectiva pregúntate: ¿Lo necesito o sólo es un deseo que si no lo consigo la vida sigue adelante?.
Aprendamos a vivir satisfechos con lo que tenemos sin codiciar continuamente mucho más de lo que se tiene de manera desmedida y muchas veces con fórmulas inapropiadas de conseguirlo. En lugar de decir " Seré feliz cuando…", empecemos a decir "Estoy satisfecho hoy con lo que soy y tengo sin tener que compararme con nada ni nadie".
Bendito sea Dios, que no nos compara entre nosotros, que nos acepta con lo que somos y tenemos, y que no mira la apariencia de nuestras vidas sino lo profundo de nuestro corazón. Después de haber reflexionado juntos los mandamientos, ¿no crees que darlos a conocer y ponerlos en práctica sería un decálogo de vida actualísimo para ser buenas personas?.
Y todo se resumen en amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a tí mismo. Toda la Biblia desde su primera palabra hasta la última quiere explicarnos este mandamiento de amor y felicidad eterna. Amén.
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