Santiago Cordero

Dios sí, Dios no

Línea de fondo

Lo triste es cuando uno disfruta de mal ajeno antes que del éxito de su equipo

07 de abril 2019 - 01:38

¿existe Dios? Es evidente que miles de millones en el mundo creen en Dios. El único problemilla en los últimos dos mil años, es que la humanidad creyente no ha conseguido ponerse de acuerdo en que Dios es el verdadero y, eso ha acarreado alguna que otra disputa. El Papa Francisco representante de Dios (el de la iglesia cristiana católica apostólica) le decía al periodista español, Jordi Évole, que era sacrilegio llamar Dios a Messi. Ahora que estamos en tiempo de cuaresma, en puertas de la semana santa, de la religión cristiana claro está, es un buen momento para al menos reflexionar porque hombres y mujeres, creyentes en base a una educación, una tradición, una fé, un contexto social, un lugar de nacimiento, defienden a un Dios frente a otros. De la misma manera, sin ser sacrílegos, podemos plantearnos porque somos de un equipo y no de otros o porque llamamos Dios, o número uno o el mejor a Messi frente a Cristiano o viceversa. A lo mejor nuestra educación, entorno, socialización, donde nacemos y nos criamos son los responsables de cual es nuestra religión, cual es nuestro Dios, cual es nuestro equipo y nuestro ídolo. Lo triste de todo esto, es que muchas personas en vez de amar su religión, su Dios, su equipo o su ídolo, viven amargadas odiando la religión del otro, el Dios del otro, el equipo del otro o el ídolo del otro. Alimentarse diariamente del mal ajeno, del odio, trae lo que trae, enfrentamiento y sobre todo, una vida lisiada. El otro día declaró Pierre Oriola, jugador del BarÇa de baloncesto que a él lo que le llenada, porque ser antimadridista, era que perdiese el Real Madrid por encima de la victoria de su equipo. Sentí pena y vergüenza ajena. Sin entrar a valorar la incitación a la violencia de un profesional, lo triste es todo el significado que encierra la sentencia. Odio. Pero es lo que tenemos en nuestro día a día. Lo vemos en la política. Lo vemos en las religiones. Lo vemos en el deporte. Si no que se lo digan al españolista Adrían Pedrosa por intercambiar su camiseta con Messi o en esos partidos de niños en el que los padres se lían a palos e insultos delante de sus hijos. Si existe Dios, tiene que estar un pelín triste.

stats