El parqué
Álvaro Romero
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Hace unos día me tropecé con un veterano y exitoso entrenador amateur, da igual el deporte; fútbol, baloncesto, rugby, hockey, waterpolo... era lo de menos. Le pregunté qué era lo más importante a la hora de confeccionar su equipo: si el se fijaba en el talento, en un jugador clave del conjunto, en gente que creyera en él... ¿Dónde estaba la clave del éxito?
Él tenía una grandísima reputación como entrenador amateur ganada a lo largo de muchos años. Había cosechado muchos títulos, unos más y otros menos importantes, pero siempre en el ámbito del amateurismo. Él había sabido detectar el talento y los había pulido para que llegasen a triunfar en el profesionalismo. Él, que siempre fue un avanzando a su tiempo, me contó lo siguiente: "El entrenador es lo menos importante. El equipo es lo que importa. Si no eres capaz de transmitir que el equipo está por encima de cualquier persona, incluido mi propio ego, fracasarás. En el deporte amateur, donde a cada deportista le cuesta dinero y tiempo vincularse a un proyecto, es donde el deporte saca todo lo mejor y todo lo peor de ti".
Ahí me pudo la curiosidad y le pregunté: ¿Por qué con su dilatada trayectoria, su reputación y su amplio bagaje como entrenador podía decirme que su figura era la menos importante? Su respuesta fue categórica. "Cuando el ego aparece en un conjunto, el equipo muere. Sea por parte del utillero, del no convocado o del que no juega ni un solo segundo". En Los Mosqueteros de Dumas, Dartagnan dijo eso de 'todos para uno y uno para todos'. Este veterano entrenador continuó con su relato: "Después de meses de esfuerzos, de gente que a base de sacrificios individuales por seguir apostando por el grupo, de hacer realidad este concepto de equipo, justo cuando llegamos al momento cumbre, el día de la final, yo antepuse mi ego frente a lo que siempre había pregonado y decidí que el equipo debía no jugar esa final".
Extrañado, sabedor de su gran trayectoria insistí. ¿Qué pasó entonces? A lo que él me contestó : "Afortunadamente, ya eran un equipo. La suma de todos ellos superaba con creces el valor individual de cada uno de ellos. Frente a mi ego, ellos actuaron como un verdadero equipo. Desoyeron mi ego y en segundos o minutos, no lo sé realmente porque me había ido del campo, el capitán consensuó con todos sus compañeros cambios, minutos, estrategia. Decidieron jugar y decidieron ganar la final. Y lo hicieron por los rivales, por los árbitros, por los valores del deporte, por amor al deporte. Por supuesto, todo fue por el equipo, incluido yo que les había fallado".
Solo me salió preguntarle ¿entonces..? a lo que me contestó: "Ganó el mejor equipo. Ganó mi equipo, yo ese día sobraba porque mi ego me pudo, pero ganó mi equipo y a pesar de mi edad, me sentí feliz, porque había vuelto a aprender una lección que nunca debí olvidar. Gracias equipo".
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